Las relaciones entre Estados Unidos y la Organización
de las Naciones Unidas, ONU, están por el piso. El
futuro de la Organización parece estar en duda. El
escándalo de la desviación de fondos del programa
“Alimentos por Petróleo”, administrado por la ONU en
Irak, provoca expresiones de ultraje en el Congreso
estadounidense. El Secretario General, Kofi Annan,
examina sus opciones y busca fortalecer su posición
frente a un probable intento de destitución,
designando al inglés Mark Malloch Brown como el nuevo
jefe administrativo de la Organización. Es decir, es
la ONU de siempre.

La situación actual sí es grave, pero a la vez
sintomática; dista de ser la primera vez que la
Organización se encuentra bajo presión, su existencia
debatida, su Secretario General el blanco de duras
críticas por parte de miembros del Consejo de
Seguridad. A veces las críticas e inestabilidad
parecen las únicas constantes en los sesenta años de
vida de la Organización. Fundada en 1945 para asegurar
la “seguridad colectiva” a través la negociación entre
sus miembros y la intervención pacífica para mantener
la paz, la ONU sufre de un mandato a la vez
imprescindible e imposible. Como consecuencia, la
organización y sus Secretarios Generales siempre se
han encontrado en apuros, buscando el equilibrio entre
las distintas agendas de las potencias militares y
económicas, y entre ellas y las exigencias de los
países del Tercer Mundo que actualmente forman la
mayoría de la Asamblea. Es la naturaleza del puesto.

En el presente caso las críticas llegan principalmente
por el lado estadounidense respeto al programa
“Alimentos por Petróleo”. El Programa se implementó en
Irak para disminuir el impacto sobre su población de
las sanciones aprobadas por la ONU tras la invasión de
Kuwait en 1990. La administración de George W. Bush
critica a Annan por la mala administración del
Programa que permitió a Sadam Hussein desviar fondos
para sus propios propósitos. Según un informe de la
CIA se desviaron $US 1,75 mil millones de los 64 mil
millones de dólares de contratos firmados entre Irak y
empresas externas, contratos supervisados y aprobados
por un comité del Consejo de Seguridad.

La realidad es, como siempre, más compleja. Según el
Senador demócrata Carl Levin, el mismo Estados Unidos
empeoró la situación "significativamente" al hacerse
la vista gorda ante los más lucrativos e ilegales
acuerdos entre Sadam, Jordania y Turquía, ambas
naciones aliadas estadounidenses. Su declaración fue
confirmada por el informe interino de Paul Volker, ex
Presidente de la Reserva Federal (Banco Central) de
Estados Unidos, que ahora preside el Comité
Independiente de Investigación. El Comité, establecido
por Annan, confirmó el 2 de febrero que la fuente
principal del dinero “ilicito” de Sadam no fue
“Alimentos por Petróleo” sino los 8 mil millones de
dólares obtenidos a través de la venta ilegal de
petróleo a Jordania, Turquía y Syria. Según Volker,
los miembros del Consejo de Seguridad sí estaban
enterados de estas “irregularidades”, pero eligieron
ignorarlas; Estados Unidos incluso eligió no aplicar
sus propias leyes.

Las verdaderas razones para las malas relaciones entre
Annan y su otrora promotor Estados Unidos también
difieren de la versión oficial. Antes que la
corrupción o la mal administración de fondos, tienen
que ver con la temeridad del Secretario General en
calificar de ilegal la invasión de Irak y, para
postre, no prestar el sello de la ONU para las
elecciones en ese país. Inicialmente dispuesto a
enfrentar directamente a Annan, Bush se cambió de
táctica cuando el Secretario General recibió el apoyo
de más de 130 países y la Asamblea se puso de pie y lo
recibió con aplausos.

El presidente estadounidense
ahora se mantiene callado. Espera del informe final de
Volker que se presentará en junio, que examinará el
papel del hijo de Annan, Kojo, que se encuentra bajo
sospecha por recibir dinero de un contratista
vinculado con el Programa. La Casa Blanca busca la
oportunidad de tachar a Anan de incompetente, o
incluso de corrupto debido a las acciones de su hijo.

La ONU es como el matrimonio

Annan y la ONU han sido una piedra en el zapato para
Estados Unidos y su aliado Gran Bretaña desde el
inicio de la presente campaña contra Irak. Después de
la invasión ilegal de Irak por parte de las dos
naciones se hablaba del fin de la institución. Pero
resulta dura de matar. Si bien esperar el informe
final de Volker, solo posterga el ataque contra Annan,
es a la vez admitir la importancia de la organización
internacional. Ya no parece aceptable despreciarla,
por lo menos en público, como lo hizo Richard Perle,
ideólogo neoconservador, que en marzo 2003 anunció la
muerte de la ONU diciendo que "su rotundo fracaso nos
trajo solo anarquía"
y que "el mundo necesita orden".
En la actualidad la administración estdounidense actúa
con mayor prudencia. Lo considera necesario iniciar un
proceso oficial visible para despedir a Annan y
sustituirle por un candidato más ameno. Entiende las
implicaciones de ignorar la institución misma y busca
presentarse como más interesada en la diplomacia.
Reconoce que la relación entre su país y la
organización internacional semeja al matrimonio: no se
puede vivir con la ONU, tampoco se puede vivir sin
ella.

Pero si la convivencia es difícil, sacar a Annan
tampoco les resultará fácil. Salió fortalecido del
desastre del Tsunami en Asia, mientras Bush tuvo que
retroceder después de su intento de marginalizar a la
ONU a través de la formación de su propia coalición.
No significa, sin embargo, que Estados Unidos haya
sido inactivo. Logró bloquear el nombramiento por
segunda vez de Peter Hansen, Comisionado General de la
Agencia para la Ayuda a los Refugiados Palestinos,
apoyando la alegación de los Israelíes de que Hansen
es pro-palestino por criticar la destrucción masiva de
casas palestinas, las políticas que contribuyen al
colapso de la economía de Gaza, y la matanza de niños
por el fuego indiscriminado de los soldados
israelitas.

El jefe de la Agencia de Energía Atómica de la ONU,
Mohamed el Baradei, también se encuentra en la mira de
los funcionarios estadounidenses. ¿Su crimen?: tener
razón respecto a la falta de armas de destrucción
masiva en Irak y mostrarse blando con Irán, trabajando
en la línea de los europeos que intentan evitar un
enfrentamiento directo con la nación persa. Hace poco
se supo que la inteligencia estadounidense intervino
la línea telefónica de El Baradei para interceptar sus
conversaciones con diplomáticos iraníes. El Baradei
también fue acusado de filtrar información, en media
campaña presidencial, sobre la desaparición de
material nuclear de un sitio en Irak controlado por
soldados estadounidenses.

Hacia la derecha

La estrategia de Annan ha sido buscar aliados. Paul
Volker, Presidente del Comité Investigador, es
promotor de la ONU y en su informe interino defendió a
Annan. Brent Scowcroft, ex Asesor de Seguridad
Nacional de la administración de Bush padre, también
salió a vindicarle. En diciembre del año pasado
Scowcroft opinó que "como Secretario General, [Annan]
ha sido bastante efectivo",
y que Estados Unidos debe
"dejar de lanzar piedras a las Naciones Unidas" porque
el Consejo de Seguridad "no puede ser mejor que sus
miembros primarios".

Otra movida ha sido el nombramiento de Mark
Malloch-Brown, Jefe del Programa de las Naciones
Unidas para el Desarrollo (PNUD), como jefe de la
administración. Es un paso defensivo, Malloch-Brown es
“amigo” de Paul Wolfowitz, ideólogo neo-conservador,
sub secretario de defensa de Estados Unidos y uno de
los arquitectos principales de la invasión de Irak.
Según Malloch Brown, "Paul es un buen tipo". Con
amigos como Wolfowitz y Elliot Abrahams, otro ideólogo
neoconservador, su tarea es fortalecer la influencia
de Annan y la ONU dentro de la administración. Pero la
presencia de Malloch Brown en un puesto tan alto es
preocupante por otras razones.

El inglés cuenta con una hoja de vida interesante:
trabajaba de periodista con “The Financial Times” y
fue vicepresidente de Asuntos Externos (es decir,
Relaciones Públicas) del Banco Mundial. Pero más
interesante es su trabajo como socio de la agencia de
consultoría política, Sawyer Miller, de 1986 a 1994.
Como encargado de la división internacional, Malloch
Brown participó en campañas electorales como la su
“viejo amigo” Vargas Llosa en Perú, y fue asesor al
Gobierno Colombiano de César Gaviria, en una campaña
diseñada para limpiar su imagen de brazo político del
cartel de Medellín y preparar el terreno para un mayor
intervención contra las FARC.

El nombramiento de Malloch Brown es consistente con la
estrategia de Annan pero confirma el proceso de
coporatización y neoliberalización de las agencias de
la ONU que viene sucediendo durante su mandato. El
“Compacto Global” con las grandes corporaciones es un
ejemplo. El Compacto les ofrece el uso del sello de la
Organización a cambio del compromiso de respectar
ciertas reglas voluntarias vinculadas con el medio
ambiente y el comportamiento social. Pero en la
práctica el proyecto solo sirve para ganar aliados
corporativos y legitimar empresas. Tenemos también la
“inovación” de las “Asociaciones Estratégicas” entre
las agencias de la ONU y las corporaciones para la
provisión de servicios (de agua, salud, etc.), por
ejemplo el trabajo con Coca Cola para combatir SIDA en
África.

Plus ça change.....

Pero, a pesar del apoyo de los aliados corporativos y
personales, Annan se tambalea y hay la sensación de
que la historia de la ONU se está repitiendo. Nacida
en San Francisco, Estados Unidos, en 1945 durante una
conferencia realizada en un teatro de opera, y alojada
en Nueva York, en un edificio construido sobre lo que
fue un matadero, la ONU inició su trayectoria en
circunstancias que predicaban de manera extraña, el
curso de su vida inestable, conflictuada y
ambivalente. A pesar de su evidente valor como único
espacio para la discusión de los conflictos, el
Consejo de Seguridad tiene límites evidentes: las
grandes potencias lo ignoran o utilizan a su antojo y
para sus propios propósitos. La institución es también
un espacio importante para la generación de acuerdos
sobre los grandes temas del momento, pero muchos - el
Protocolo de Kyoto y la Corte Penal Internacional
entre otros - funcionan a medias debido a la oposición
de Estados Unidos. El alcance global de las agencias
sociales, por ejemplo el PNUD, trae consigo
oportunidades inmensas, pero por razones políticas
Annan decide que lo esencial es ir con el viento
neoliberal en popa.

Por su parte, las respectivas administraciones
estadounidenses nunca se sentían cómodas con una
institución que, en ocasiones, llegó a ser vista como
una presencia externa, capaz de minar el poder
norteamericano y su misión “democratizadora” global.
En 1951, durante el mandato del primer Secretario
General, Trygve Lie, la organización fue acusada de
estar “infiltrada por comunistas (estadounidenses)”.
Durante la Guerra en Vietnam los esfuerzos del
Secretario, el tailandés U Thant, para encontrar una
fórmula de paz fueron tratados con desdén por la
administración estadounidense de Lyndon Johnson. El
peruano Pérez de Cuellar notó que durante su
administración el Congreso de Estados Unidos actúa
como si la organización sirviera principalmente como
puesto avanzado de la KGB; se encontró por primera vez
con el Presidente Reagan solo al final de su mandato
de ocho años. Ahora llegamos de nuevo a lo de siempre:
esta vez es el turno de Annan.

En fin, las relaciones entre la ONU y Estados Unidos,
que la ve con una mezcla de desprecio y cautela,
siempre han sido difíciles; en la actualidad definen
la suerte de la institución, y sobre todo la del
Secretario General. Quizás son mejor resumidas por
Daniel Moynihan, ex Senador, estadounidense que al
recordar su tiempo como embajador de su país ante la
ONU, dijo en 1975: "El Departamento de Estado deseaba
que la ONU sea percibida como totalmente inefectiva en
cualquier proyecto que emprenda. Me confiaron esa
tarea a mí, y lo llevé a cabo con un éxito no
inconsiderable".