Dr. Isaías Rodríguez

Como lo señala la Carta Social de las Américas, la América Latina y el Caribe requieren con urgencia un modelo de desarrollo socioeconómico que responda a su auténtica raíz sociocultural. Las recurrentes crisis sociales, económicas y políticas de la región han propiciado en las últimas décadas una propuesta en la cual el papel a desempeñar por el Estado y por las redes sociales son posibles respuestas contra la violencia de la dictadura y contra la violencia de las democracias insensibles.

En efecto, nuestra región tiene 225 millones de personas con ingresos por debajo de la línea de pobreza y sus sociedades tienen los más altos niveles de desigualdad en el mundo. Hay en ella tensiones realmente profundas entre la economía y la democracia, que no se superarán hasta tanto no se logre un mínimo de igualdad. Es lo que llama el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo “el gran déficit democrático de la región”.

La colonización de nuestros Estados por intereses particulares ha debilitado de tal manera la institucionalidad, que en algunos momentos nos hemos sentido extraterritoriales en nuestros propios países. La corrupción, el antiestatismo, la discriminación hacia las mujeres y hacia las minorías étnicas, han creado de facto una legalidad paralela que excluye y niega la protección a los más desvalidos para hacerlos legal y materialmente pobres.

Para nuestros pueblos no sólo no hay igualdad sino que ni siquiera pueden optar a un rango mínimo que les permita el acceso a la justicia, ejercer la ciudadanía y en muchos casos ni siquiera tener esa migaja de autonomía que les otorga presencia pública y carácter de actores sociales. Las desigualdades los han privado brutalmente de todas las libertades.

Es tanto así que, en mayo de 2002, una encuesta del PNUD (Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo) en 18 países de la región, con la cual se cubrió una población de más de 400 millones de habitantes, los latinoamericanos opinaron mayoritariamente que preferían una democracia sin parlamento y sin partidos y hasta un gobierno no democrático, si éste resolviera sus problemas sociales y económicos.

Rechazó la región, en esa encuesta, las políticas públicas desvinculadas de los intereses y aspiraciones de la sociedad, rechazó la falta de solidaridad, la interferencia de los poderes fácticos de los medios de comunicación, la intervención de los poderes imperiales que influyen en la toma de decisiones públicas despojándolos de los intereses generales de la sociedad y rechazó las privatizaciones dirigidas a desaparecer el Estado. La región se plantó, de una vez por toda, contra la ecuación “fuerte concentración de ingresos-fuerte concentración de poder”.

Lo más importante de la citada encuesta fue el enjuiciamiento contra la globalización. Objetó la mayoría de los encuestados los poderes exteriores que, disfrazados de poderes interiores, han usurpado los propios poderes locales, condicionando decisiones de Estado, extendiendo su alcance más allá del comercio y de las finanzas y abarcando temas como la organización misma del aparato estatal, la seguridad de éste, la salud y la educación de la población.

En otras palabras, objetó la afectación de nuestra soberanía, la erosión de la capacidad de acción de nuestros gobiernos, la disminución de la participación ciudadana, los artificios para desdibujarnos la lealtad a la democracia verdadera y los intentos para hacernos cada vez más difuso el respeto a la diversidad cultural, social y económica en nuestros pueblos.

De alguna manera esta opinión mayoritaria en nuestra región, recogida científicamente por el PNUD, cuestiona a los sheriffs internacionales que alguna vez estuvieron representados por Kissinger y que hoy Condoleezza Rice, alta ejecutiva de la Chevrón, con un barco petrolero bautizado con su nombre, sin variar un sólo ápice el discurso del divino profesor de Harvard, obseso del orden y del mantenimiento de los intereses conquistados, ratificó junto a Donald Rumsfeld “el derecho de los Estados Unidos a definir y establecer de forma unilateral sus intereses vitales en cualquier parte del mundo y a defenderlos mediante el uso de la fuerza, obviando, si fuera preciso, las instituciones y las normas internacionales”.

Así, amigos, ciudadanos del Caribe, de América y del mundo es como se ha diseñado el llamado “derecho de intervención inmediata”. Sin embargo, el futuro está lleno de sorpresas y la historia nos ha demostrado muchas veces como, con frecuencia, se burla de algunas certidumbres.

La visión moral del mundo no es como afirmara pragmáticamente Henry Kissinger sólo aquello que se puede convertir en realidad, y es que, interpretando el ultraconservadurismo de Kaplan, reiteró Kissinger que el realismo (reacuérdese que lo bautizó como realpolitik) supone perpetrar cierta dosis de mal para conseguir el bien. No sé si fue por eso que la periodista Oriana Fallaci lo llamó fabricante de guerras cuando le dieron el Premio Nóbel de la Paz.

Insisto, el futuro está lleno de sorpresas, y la historia está demostrando que este asedio al mundo libre, con esa geometría que pretende dividirlo entre buenos y malos, no parece estar dando los resultados que se esperaban y, mucho menos, dar por cierto que los beneficios de la humanidad están en segundo orden después del interés nacional de los Estados Unidos.

El profesor Edward Gibbon lo había advertido: “Los imperios permanecen si no intentan ir mas allá de las fronteras de lo posible y cuando quieren controlar al mundo, como ocurrió con el Imperio Romano, inician su decadencia”.

En efecto, el desafío para los Estados Unidos en este nuevo siglo, como lo expresara Rumsfeld, es defenderse de lo desconocido, de lo incierto, de lo que no se ve, de lo inesperado; y de alguna manera defenderse, con un comportamiento paranoico, aparentemente no racionalizado, en el cual todos lo persiguen, conducta con la que cada vez más se aísla de las civilizaciones.

Así le ocurrió a Atenas, creyeron que nada podía resistírseles y que podían conseguir lo imposible sin importar cómo lo hicieran, hasta que se toparon con la historia y ésta les dijo que no se puede confundir la razón con la esperanza. Han olvidado, los Estados Unidos, aquella extraordinaria reflexión de Churchill: “el precio de la grandeza es la responsabilidad”.

Norman Mailer se los advirtió: “un imperio provoca rechazos”. Es tan cierta esta advertencia que la página web de la revista estadounidense Time, en su edición europea, fue dramática con ocasión a ello. En efecto, cuando informó los resultados de una pregunta destinada a verificar los rechazos del imperio obtuvo 318.000 respuestas. El país que representa el mayor peligro para la paz mundial, contestaron, es Estados Unidos. El 84% respondió así. Lo siguió Irak con 8% y Corea del Norte con 7%.

Amigos, compañeros, ciudadanos del mundo, el futuro es posible y depende de cómo modelemos el presente. La gran trampa del pensamiento único, como afirma Ramentol, es tratar de ocultar la capacidad humana de participar en la construcción de un mundo mejor, pretender establecer como verdadero aquello que es inexacto e inseguro y como inmutable aquello que todavía se está a tiempo de cambiar.

Señores, es una verdad del tamaño de una catedral que no hay democracia a escala internacional. Señores, porque hay crisis de credibilidad, hay que llenar la democracia de contenido; hay que hacerla más directa, sin intermediarios, hay que arrebatarles a las vanguardias conservadoras el poder cultural que, en definitiva, es mucho más importante que el poder político.

Señores, el individuo no es superior a la especie; ni las propuestas igualitarias son un estorbo y un absurdo. Señores, no son los intelectuales quienes han conquistado el poder sino que el poder los ha conquistado a ellos. Señores, las crisis que siempre provocarán desconcierto y miedo, sobre todo miedo al cambio, ya no serán nunca más usufructuadas sólo por los sectores conservadores. Los frutos del miedo los recogeremos todos, ellos y nosotros, y cuidado si nosotros recogemos la mayor cantidad de esos frutos.

Señores, el individuo libre está saliendo de su aislamiento y se está uniendo. Busca autonomía personal y pertenencia social. Ya una comunidad no es una suma de personas individuales y los conflictos no son necesariamente negativos. Señores, la guerra es la gran amenaza contra la democracia. Se está viviendo el tránsito del individuo al ciudadano y estamos observando su renuncia a continuar siendo un súbdito.

Señores, como diría Humberto Eco, es necesario defender la existencia de las diversidades y es necesario reconocerlas. Las diferencias no son temibles y, por el contrario, están diseñando el verdadero protagonismo de cada uno de nuestros hombres y mujeres, de nuestros niños y adolescentes, de nuestros pueblos, de nuestros continentes, de nuestra identidad con nosotros y con los demás. La lucha por la democracia sigue siendo una bandera y la lucha por recuperarla sigue siendo hermosamente digna.

Ignacio Ramonet afirmó que la tecno burocracia había alcanzado tal grado de perversión en el régimen soviético que ello le restó legitimidad a una buena parte de la izquierda. ¿Pero, acaso no ha ocurrido lo mismo con el liberalismo económico radical? ¿Hay alguna diferencia entre aquel sistema que llamaron comunista y la organización de las empresas multinacionales? ¿Hay en ellas democracia, igualdad de oportunidades, distribución justa de los beneficios, transparencia, equidad? ¿Buscan esas empresas el bien social o la satisfacción de intereses grupales, nepóticos o simplemente personales? ¿Es cierto que ellas están dirigidas por los más capaces e inteligentes? ¿Se selecciona a esos ejecutivos democráticamente? ¿Cuánto tiempo dura su mandato?

Señores, lo que se trata de impedir es que la economía de mercado conduzca la sociedad de mercado hasta el punto de que nos mercantilicen los procesos y las actividades humanas sin excluir las más íntimas. Frente a ello debemos concitar todas las acciones de resistencia. Si el neoliberalismo está en crisis, sólo una sociedad concebida desde la solidaridad, organizada a partir del protagonismo de la gente es la alternativa, la verdadera alternativa.

La transformación verdadera del sistema mundial en su conjunto es hoy nuestra responsabilidad y, como muy bien lo expresa la motivación de la carta de esta Cumbre de la Deuda Social, no hay fórmulas mágicas para cambiar esa realidad. Pero si no se comienza a verla de otra manera, con otros supuestos, desde la óptica de los sectores sociales que luchan día a día por sobrevivir, jamás encontraremos el rumbo diferente que necesita un mundo más justo.

Hay dos enfoques para el análisis del caos, el primero afirma que es el caos el precursor del orden, el precursor de un sistema ordenado. El segundo enfoque señala que dentro de los sistemas caóticos hay un orden oculto con estructuras perfectamente codificadas que reciben el nombre de “atractores extraños”.

Encontremos pronto el precursor de ese sistema ordenado o de esas estructuras codificadas, para desentrañar el origen oculto de esta crisis que no resolverá la reflexión de los economistas ni emergerá de los atavismos que han marcado por siglos nuestra acción política. Desenfundemos la esperanza para enfrentar con decisión el desconcierto.