El cambio de gobierno inaugura el mayor y más profundo quiebre político en la historia reciente de Uruguay. ¿Cuál ha sido la trayectoria de la figura que ocupa el vértice de esta transformación y su estilo de conducción? ¿Cómo construyó su liderazgo? ¿Cuáles serán las principales líneas de tensión de la futura administración?

El ingreso de Tabaré Vázquez en la política fue tardío: después de haber militado unos tres años en el Partido Socialista (PS), a los 46 de edad se incorporó a su comité central, sin haber desempeñado otros cargos de dirección, lo que es bastante excepcional, un año después fue secretario de finanzas de la comisión pro referéndum contra la ley de impunidad y a los 49, sin más escalas, fue el candidato único del Frente Amplio a la Intendencia de Montevideo. Tenía 54, un año menos que Liber Seregni en 1971, cuando fue postulado por primera vez a la Presidencia.

Pero en muchos aspectos su trayectoria, su formación política, su relación con el conjunto de la fuerza política que encabezó, su manera de ejercer el liderazgo, el modo de actuar, a menudo sorprendente, salpicado tanto por inesperados virajes como por repentinos brotes de pragmatismo, sus posiciones ideológicas a lo largo de los últimos 15 años y sus reiteradas apuestas a la intuición rompieron todos los moldes de los dirigentes tradicionales de la izquierda uruguaya.

Los conflictos con Astori

Vázquez ingresó a un FA liderado por Seregni, fundador y conductor desde 1971, reconocido como tal por todos los sectores y las bases, y apoyado en una estructura orgánica que tenía en cuenta la doble condición de coalición y movimiento. Pero Seregni tenía también su delfín, Danilo Astori, y lógicamente la trayectoria de Vázquez dentro del FA estuvo marcada por una permanente pulseada con este último. En ese proceso hubo además, hacia 1994, una suerte de enroque mediante el cual Astori, que en el congreso de 1989, el año en que acompañaría a Seregni en la fórmula presidencial, planteaba la vigencia de la revolución y defendía posiciones que hoy serían vistas como ultras, se fue moderando y Vázquez se fue corriendo al centro del FA y, una vez allí, se preocupó por correr el FA hacia el centro del espectro político.

Algunos de los principales enfrentamientos entre Vázquez y Astori fueron por la ley de reforma de la seguridad social, por la reforma constitucional de 1996, por las elecciones internas de 1999, por los sucesivos intentos de reforma de las empresas públicas, por la crisis financiera de 2002 y por la ley de asociación de ANCAP.

La reforma constitucional había sido negociada durante un año y medio y había provocado, el 5 de febrero de 1996, la renuncia de Seregni a la presidencia del FA. Desde el principio estuvo claro que los partidos tradicionales querían imponer el balotaje para impedir el triunfo del FA, pero a cambio ofrecían la obligación, para ellos muy costosa, de que hubiera candidatura presidencial única. Todo indicaba que el FA acompañaría la reforma, hasta que Vázquez cambió su posición. El FA lo acompañó y AU, por disciplina partidaria, no votó la ley constitucional en el Parlamento.

Pero Astori, como Seregni, no ocultó su posición personal sobre la reforma a lo largo de toda la campaña. La definición a favor de la reforma en el plebiscito, apenas por 7 mil votos, torció el resultado de la elección de 1999, cuando el FA ganó en primera vuelta y Vázquez perdió el balotaje con Batlle. En las semanas siguientes muchos muros aparecieron pintados con la leyenda “Astori traidor”.

Más allá de que el No a la reforma constitucional hubiese perdido, el hecho de que obtuviera el 49 por ciento y fracción contra un porcentaje apenas superior logrado por la suma de los dos partidos tradicionales, el Nuevo Espacio, Astori y Seregni, fortaleció notoriamente la posición de Vázquez en la interna del FA. Ya no era uno entre tres, como a principios de los noventa, ni el primero entre iguales, sino el indiscutido timonel, pero además nadie con excepción de Astori y algunos dirigentes de los sectores más radicales lo contradecía. La explicación era que sólo con él como candidato la izquierda podía ganar.

En abril de 1999 se celebraron las primeras elecciones internas previstas por la Constitución reformada. AU decidió que Astori marcara sus votos. Si bien éste tenía muy claro que iba a perder, nadie imaginó que la diferencia a favor de Vázquez fuese tan grande: 83 contra 17 por ciento. Seregni era partidario de que, después de las internas, ambos dirigentes se abrazaran. Vázquez no quiso: “Ni Caperucita Roja creería en ese abrazo”, declaró. Y agregó que sería un gesto para la tribuna, como los que la izquierda siempre ha criticado a los partidos tradicionales. Cinco años después, AU prefirió que Astori no participara en las internas.

A mediados de 2002, cuando la crisis financiera, AU acató la decisión mayoritaria del FA de no votar la ley de fortalecimiento del sistema financiero, y en marzo de 2003, aunque estaba de acuerdo con la operación de canje de los bonos, también se abstuvo de votar la ley que la autorizó. Mientras tanto, Vázquez sostenía que en realidad existía un default de hecho y que el canje estaba destinado a patear la pelota para adelante, a fin de que el problema lo resolviera el próximo gobierno.

El mayor enfrentamiento entre ambos dirigentes ocurrió en 2004, en torno a la ley de asociación de ANCAP. También en este caso AU se abstuvo de votarla en el Parlamento por disciplina partidaria, pero Astori fue más lejos que en 1996 en cuanto a la defensa de la ley, sobre todo durante la campaña por el referéndum por su anulación. Aseguró que la ley no permitía que ANCAP se vendiera, se regalara, se alquilara, se entregara ni se rematara, como decían quienes impulsaban la anulación, Vázquez incluido. Y en esta ocasión, más que en la anterior, argumentó contra la posición oficial del FA, con tanto vigor y elocuencia que colorados y blancos se limitaron a suscribir los fundamentos de su posición.

El resultado del referéndum, esta vez contundente por la anulación de la ley, fortaleció la hegemonía de Vázquez en la interna frenteamplista. Fue la frutilla de una torta que se elaboró a lo largo de 15 años, al cabo de los cuales el poder en el FA se trasladó desde un líder que zurcía consensos tratando de obtener la aprobación de los órganos colectivos, a una concentración de las decisiones sustanciales, donde prevalecen los resultados y no importan tanto los procedimientos. Corresponde aclarar que ese proceso no fue impuesto por la fuerza, sino aceptado pacíficamente por la amplia mayoría de los sectores frenteamplistas.

Pero la mala o en el mejor de los casos casi nula relación entre Vázquez y Astori tuvo sus ciclos. En los momentos decisivos de las tres campañas presidenciales Vázquez convocó a Astori. En 1994 lo hizo para que lo asesorara durante el debate por televisión que mantuvo con Sanguinetti. En 1999, ya en la campaña hacia el balotaje, Vázquez pidió a Astori que se hiciera cargo de la explicación pública sobre el impuesto a la renta, convertido en el objetivo principal de la campaña de Batlle y, a mediados de noviembre, anunció que, en caso de ganar, Astori sería el ministro de Economía. En 2004 volvió a hacer este mismo anuncio, pero con más tiempo, cuatro meses antes de las elecciones, en un famoso vuelo entre Fráncfort y Washington y nadie duda de que la tranquilidad que generó esa decisión en gran parte de la opinión pública fue decisiva para el triunfo de octubre.

La carne en el asador

Fueron varias las ocasiones en que Vázquez entendió que había llegado el momento de poner en juego su peso político para que prevalecieran sus posiciones. En general el objetivo perseguido fue lograr gobernabilidad dentro de la fuerza política.

Uno de los primeros casos fue en enero de 1994, cuando puso condiciones para ser por primera vez candidato presidencial. Habló de la necesidad de modernizar el FA y definir su política de alianzas. En este sentido, hizo un planteo que diez años después conserva una enorme actualidad: los sectores que acuerden una alianza deben tener representación en cargos importantes. Dicho en otros términos, sin acuerdos no hay cargos.

Apenas una semana después de la derrota electoral de 1994, Vázquez supeditó su permanencia en la actividad política a la vigencia del EP, al que algunos frenteamplistas se apresuraron a señalar como una de las causas del resultado de la elección.

En mayo de 1996 Vázquez pidió licencia por tiempo indeterminado como miembro del Secretariado Ejecutivo, que conducía el FA desde la renuncia de Seregni. Su alejamiento duró hasta fines de ese año, cuando el congreso del FA lo eligió presidente de la coalición. Nueve meses después, el 12 de setiembre de 1997, desde Bella Unión, donde estaba sesionando la Mesa Política, anunció su renuncia indeclinable a ese cargo. El motivo fue la violación de mandato del edil Jorge Zabalza (MPP) en la votación de la Junta Departamental de Montevideo sobre la concesión a empresarios privados del Hotel Casino Carrasco, el día anterior.

Vázquez había anunciado que si eso ocurría presentaría su dimisión. En abril de 1998 el Plenario aprobó media docena de condiciones que él había puesto para volver, algunas flexibilizadas para que fueran potables. Una de ellas, la de la “autoexclusión” de los dirigentes o sectores que no acataran lo resuelto por los órganos competentes. Otra había sido inicialmente la de que el eje del sistema progresista se trasladara, “de una buena vez”, dijo del FA al EP, que con menos años de existencia y menos oganizaciones que el FA era una entidad mucho más gobernable; después la relativizó, planteando únicamente la ampliación del EP, sin exigir su predominio respecto del FA.

En 2004, cuando el FA discutía si debía participar en la recolección de firmas contra la ley de ANCAP, Vázquez declaró que él saldría a recogerlas, aunque para ello tuviera que renunciar a la presidencia de la coalición.

Soporte ideológico

Entre los muchos documentos que sirvieron de apoyo a Vázquez a lo largo de su trayectoria en el FA, hay algunos que sin duda tuvieron una influencia muy notoria. Uno de ellos, en el cual no participó directamente, es el conocido como “documento de los 24”, difundido el 6 de junio de 1991. Estaba suscrito por 24 dirigentes, varios de la VA, otros ex comunistas, unos cuantos sindicalistas y algunos independientes (entre otros Esteban Valenti, Rodrigo Arocena, Enrique Rubio, Marcos y Gonzalo Carámbula, Gerardo Caetano, Daniel Mesa, Margarita Percovich y Luis Garibaldi). No figuraban Astori ni varios dirigentes del PS claramente alineados como renovadores. Allí se planteaba la necesidad de “superar la oposición maniquea entre lo público y lo privado” y, partiendo de la base de que las izquierdas por sí solas no podrían sacar el país adelante, se proponía la formación de un bloque progresista que incluyese a sectores de los partidos tradicionales. Vázquez, que estaba en Europa, aplaudió calurosamente el contenido de ese documento.

Unos seis años después el propio Vázquez presentó al FA y al EP un documento de actualización (léase “moderación”) programática. Y en el mismo sentido deben interpretarse, con respecto a los grandes lineamientos programáticos aprobados por el último congreso del FA, la serie de conferencias del propio Vázquez, que fueron la columna vertebral de la última campaña electoral.

Ensanchar para cambiar

A partir del año 2000 Vázquez siguió procurando el ensanche de su base de apoyo. En materia política se podía lograr la incorporación del Nuevo Espacio, aunque para ello no fuese suficiente el EP y fuese necesario construir otro ámbito, el de la Nueva Mayoría. Y había que seguir conquistando votos individuales, que hasta ahora respondían a los partidos tradicionales. En ese sentido, como reconoció públicamente Rodolfo Nin, hacía falta correrse un poquito más para buscar el voto del centro, o como sostuvo el senador José Mujica, crear un espacio moderado para captar a la clase media urbana. Vázquez lo logró con su discurso y también con su trabajo: en un año recorrió el país una media docena de veces descuidando incluso Montevideo, que ya “lo daba por hecho, visitando los lugares más recónditos y hablando mano a mano con la gente, su método más efectivo de captación de votos.

Pero la política de ensanchar el espacio progresista no se limitó a los partidos. Buscó y consiguió respaldos de sectores tradicionalmente reacios a la izquierda: había que abrazarse con culebras, Mujica dixit, y si fuera necesario también con cruceras. Hugo Manini Ríos y Juan Carlos López Mena fueron los casos más notorios y también cuestionados dentro de la izquierda de respaldos inéditos. Pero hubo muchas otras adhesiones de empresarios y estancieros, que se tradujeron no sólo en votos sino también en apoyo financiero.

El resultado es que la nueva izquierda, el progresismo, llegó al gobierno con mayoría parlamentaria.

La información para esta nota fue extraída, fundamentalmente, de la colección de BRECHA y de los libros Conversaciones con Tabaré Vázquez, de Carlos Liscano (Ediciones del Caballo Perdido, Montevideo, 2003) y Tabaré Vázquez. Misterios de un liderazgo que cambió la historia, de Edison Lanza y Ernesto Tulbovitz (Alcierre Ediciones, Montevideo, diciembre de 2004).

Biografía sintética

Tabaré Vázquez Rosas nació el 17 de enero de 1940, en La Teja, en un rancho de dos piezas con techo de lata. Su padre, Héctor Vázquez, era funcionario de ANCAP y fue despedido durante el conflicto sindical de 1951, a raíz del cual estuvo preso. Héctor Vázquez y su esposa, Elena Rosas, tuvieron cinco hijos. Tabaré fue el cuarto. Concurrió a la escuela Yugoslavia, cursó el primer año de liceo en el Bauzá, y los tres siguientes en el recién fundado liceo 11 del Cerro. En esa época se integró al Centro Pablo Albera, de La Teja, dirigido por ex alumnos salesianos, donde había actividades deportivas y recreativas y se hacían trabajos sociales. A los 16 años fue elegido secretario general de esa organización. Un par de años después, con otros muchachos de su barrio, fundó el club El Arbolito, que cumplirá 47 años precisamente el 1 de marzo, cuando él asuma la Presidencia. El cuadro de fútbol siempre jugó en la liga de La Teja y Vázquez, que empezó como golero de la reserva, nunca llegó a titular del equipo. En cambio, fue presidente de ese club en el cual se instaló una policlínica que llegó a atender a 400 pacientes por mes.

Al terminar el liceo debió interrumpir sus estudios durante cuatro años, para trabajar y contribuir al sustento de su familia. Fue aprendiz de carpintero, empleado de almacén, vendedor de diarios y vidriero, hasta que en 1959 ingresó en la empresa de vinos y licores Carrau y Compañía. Allí trabajó primero en la administración y pasó luego al laboratorio de la empresa.

En 1961, aunque seguía trabajando, ingresó al Instituto Alfredo Vázquez Acevedo para hacer preparatorios de medicina. Entró en la facultad en 1963 y se recibió en seis años, en diciembre de 1969.

El 23 de octubre de 1964 se casó con María Auxiliadora Delgado (Mary). Tuvieron tres hijos, Alvaro, Javier e Ignacio, nacidos en 1966, 1967 y 1970 y criaron otro, Fabián Barbosa, que actualmente vive en Venezuela. Mary trabajó en la Caja de Profesionales Universitarios y, mientras su esposo terminaba la carrera, fue el único sustento de la familia.

Entre 1969 y 1971 fue médico certificador de la Jefatura de Policía de Montevideo. En 1972 Vázquez obtuvo el posgrado en radioterapia. Fue alumno de Helmut Kasdorf, quien lo llevó a trabajar con él en la clínica Barcia. A mediados de 1986, en sociedad con sus colegas Alvaro Luongo y Miguel Torres, compró el 75 por ciento de esa clínica, que a partir de entonces se llamó Centro de Oncología y Radioterapia (COR). Vázquez hizo varios cursos de especialización en el exterior en Francia, Israel, Japón y Estados Unidos y obtuvo el grado cinco de la Facultad de Medicina en 1986. A principios de 1980, en la Asociación Española se funda el Centro de Diagnóstico Mamario (Cendima) y Vázquez trabaja también allí, donde diez años después asume la dirección. Trabajaba además en Casa de Galicia y en el Hospital Británico cuando, en 1981, ganó por concurso la dirección del Departamento de Radioterapia del Instituto Nacional de Oncología, dependiente del Msp. Allí se desempeñó durante 15 años hasta que, en marzo de 1996, renunció.

En 1978 fue electo vicepresidente del Club Progreso. Un año después, con Vázquez en la presidencia del club, Progreso salió campeón de la B y llegó, por segunda vez en su historia, a la A. En Progreso hubo también, en los últimos años de la dictadura, una intensa actividad social.

En 1984 Vázquez fue electo presidente de la Liga Universitaria, donde desempeño una gestión exitosa.

En tres oportunidades el nombre de Vázquez se manejó como posible presidente de la Asociación Uruguaya de Fútbol. A principios de 1987 su nombre era “una fija” pero, a último momento, surgió de la galera otro candidato con mayor consenso. Fue un secreto a voces, dentro y fuera de la Auf, que hubo un veto de Julio María Sanguinetti, por razones exclusivamente políticas. El ex presidente siempre negó que haya sido así y alegó que el rechazo se debía a las diferencias que siempre hubo entre los clubes grandes y los chicos, pero Vázquez afirmó públicamente que había sido proscrito por su condición de socialista.

En 1983 le planteó a José Pedro Cardoso su interés de acercarse al Partido Socialista. Participó en varias reuniones en la clandestinidad, primero con otros médicos y después con militantes vinculados con el deporte. En el congreso de 1986 fue elegido para integrar el Comité Central.

En 1988 Vázquez ingresó a la logia José Artigas de la Masonería del Uruguay. Estuvo “en sueños” -una especie de licencia en la jerga de la institución- mientras ejerció como intendente. Después volvió a su condición de activo y a participar en las tenidas, que se realizan los viernes en la sede ubicada en Mario Cassinoni 1481. Lo hizo incluso unos tres meses antes de las elecciones en las que resultó electo presidente de la República. Actualmente tiene el grado de maestro. Esta información, que en lo medular había sido difundida hace dos años por una revista argentina, está ampliada en el libro de los periodistas Edison Lanza y Ernesto Tulbovitz, publicado en diciembre último, y nunca fue desmentida.