Las noticias internacionales dan cuenta de las crecientes posibilidades de que el actual Ministro de Gobierno de Chile, José Miguel Insulza, sea designado Secretario General de la OEA, lo que, de producirse, significaría para nosotros un nuevo motivo de preocupación. ¿Qué implicaciones tendría para Bolivia si Insulza es ungido como cabeza de la OEA?, ¿qué está haciendo el gobierno boliviano frente a esa posibilidad?, son algunas de las preguntas que rondan las cabezas de todos quienes recibieron las mencionadas noticias.

Cabe recordar que desde fines del mes de octubre de 2003 hasta mediados de 2004 el presidente Carlos Mesa levantó en alto las banderas marítimas bolivianas y llevó a cabo varias acciones internacionales que parecían formar parte de una estrategia destinada a restituir, en el mediano plazo, cualidad marítima a nuestro país. Así fueron presentadas dichas acciones por los voceros gubernamentales y por el propio presidente. Gran parte del respaldo social al régimen se debió precisamente a esas actuaciones. Lamentablemente, en los últimos seis meses, el activismo de la cancillería boliviana ha cedido paso a un sepulcral silencio. Ningún funcionario de gobierno de cierta importancia volvió a tocar el tema, lo que podría estar demostrando que la agresividad de los primeros meses no pasaba de ser una cortina de humo para ocultar la ausencia de criterios claros sobre este delicado tema.

¿Qué está haciendo el gobierno boliviano frente a la posibilidad del triunfo de Insulza? Al parecer, nada. O, al menos, no se conocen acciones al respecto. A nadie escapa, seguramente, que no basta anunciar que el voto de Bolivia no beneficiará al candidato chileno. Eso lo saben todos, dentro y fuera del país. El presidente y el canciller bolivianos están obligados -así sea sólo porque esa fue su postura después de octubre de 2003- a actuar en el hemisferio para impedir que el aspirante chileno se imponga sobre sus adversarios. Lo contrario significaría que, después de las inflamaciones patrióticas de la primera mitad de 2004, Bolivia se habría resignado a ceder el espacio de la diplomacia interamericana a las iniciativas chilenas.

En el marco de la confrontación verbal entre los presidentes Carlos Mesa y Ricardo Lagos, desatada por el primero, ¿qué implicancias tendría la elección de José Miguel Insulza como máximo ejecutivo de la OEA? En primer lugar la confirmación de la posición chilena de que todo lo dicho en La Paz a partir de octubre de 2003 respondía a simples arrebatos voluntaristas de los responsables de conducir las relaciones exteriores bolivianas. Una segunda repercusión del eventual triunfo de Insulza consistiría en la ratificación práctica de la enorme diferencia existente entre las diplomacias chilena y boliviana. Y la tercera consecuencia, mucho más grave que las dos anteriores, se traduciría en el cierre del mayor escenario continental que tradicionalmente ha utilizado Bolivia para mantener vivas sus reivindicaciones marítimas.

El debilitamiento de las posiciones bolivianas, a estas alturas, se expresa ya en el respaldo ofrecido por Brasil, Argentina y Venezuela a la campaña electoral chilena. El presidente Ricardo Lagos, claro en sus objetivos, viene desplegando toda una ofensiva diplomática en el continente, particularmente entre los países del bloque caribeño, destinada a garantizar el triunfo de su candidato. ¿Qué ha hecho Bolivia en sentido contrario? ¿qué está haciendo el presidente Mesa para neutralizar, o equilibrar por lo menos, la estrategia chilena?, ¿acaso el gas no tiene peso propio en nuestras relaciones bilaterales con Argentina y Brasil? ¿en qué quedaron los deseos del presidente venezolano de bañarse en playas bolivianas? No actuar en la contienda electoral de la OEA transmitirá, de hecho lo está haciendo ya, a la comunidad americana una imagen de extrema debilidad y de ausencia de cohesión interna como gobierno, como estado y, peor aún, como país.

La ausencia de iniciativas diplomáticas dirigidas desde la plaza Murillo de La Paz, demuestra, a todas luces, que Monterrey y los encendidos discursos pronunciados en diversos momentos, en realidad no eran sino una improvisación más.