El viaje de George W. Bush a Europa el mes próximo es presentado como un medio de restaurar nuestras relaciones con Europa, pero hay algo más urgente: restaurar la confianza de los europeos en nuestra capacidad de administrar el sistema financiero global. Bush se reunirá con muchos dirigentes políticos, militares y burócratas, pero debería reunirse también con los dirigentes de las grandes empresas -los mejores amigos de Norteamérica en Europa, continente donde las opiniones nos son hostiles.
La atención que se brinda a China y la India no cambia en lo absoluto el hecho de que Europa sigue siendo nuestro primer socio financiero y económico. Las inversiones europeas en Estados Unidos en 2002 se elevaban a 1 000 millones de dólares, cifra indudablemente más elevada hoy. Los europeos están sin embargo inquietos ante la devaluación del dólar y no creen ya nuestras afirmaciones a favor de un dólar fuerte. Hace falta que el presidente se comprometa firmemente a favor de un dólar fuerte y que adopte una política presupuestaria coherente con ese compromiso. Los dirigentes económicos europeos están asombrados ante la importancia de nuestro déficit público y de nuestra deuda externa y desean que disminuyan. Eso no les impide estar de acuerdo con la administración Bush en pedir a los gobiernos europeos una política más agresiva a favor del crecimiento y un aumento en los gastos de defensa.
Tenemos que recordar también que los países de la «nueva Europa» tienen menos importancia que Francia o Alemania en nuestra economía y que si retiraran sus 250 000 millones de dólares de inversiones en Estados Unidos, nuestra economía se vería afectada. Es por tanto importante trabajar con los dirigentes económicos europeos.
«Bush Should Talk to Europe’s Investitors», por Felix G. Rohatyn, Washington Post, 4 de enero de 2005.
«Europe’s investitors need to know US committed to fiscal stability», Christian Science Monitor, 10 de enero de 2005.
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