Para comprender los últimos acontecimientos en esta región de la Federación rusa es necesario retroceder al pasado. La independencia unilateral de Chechenia, en 1991, y la primera guerra que tuvo lugar tres años después no tienen nada que ver con reclamos políticos. Son consecuencia de aventuras personales que se desarrollaron en el vacío que dejó el derrumbe de la URSS. El general Dudaiev deseaba disponer de un feudo y sus ex-colegas del Ejército Rojo querían hacerse indispensables. Todos traficaron juntos mientras se hacían una guerra implacable en detrimento de la población.
El derrumbe de la URSS, en 1991, implica el regreso al «gran juego» de Asia central que se desarrolló a lo largo del siglo XIX entre las grandes potencias pero mediante los pueblos. Sin embargo, sorprendidos por lo inesperado de esta situación así como por la debilidad de Rusia, los protagonistas tradicionales no se movilizaron inmediatamente. Llenando ese vacío, algunos aventureros se disputaron Chechenia-Inguchetia.
En el momento del derrumbe de la URSS, cuando el país sale a penas de la campaña militar de Afganistán, Moscú -debilitado- tiene que enfrentar los reclamos autonomistas de las repúblicas del Cáucaso. Las nuevas afirmaciones de identidad son a veces de orden religioso. Cuando son musulmanas, como en Daguestán, Chechenia, Osetia del norte y Azerbaidzhan, Moscú trata de apoyarse en las minorías ortodoxas.
A la inversa, cuando son ortodoxas, como en Georgia, Moscú se apoya en las minorías musulmanas. Los análisis geopolíticos de la región en función de criterios religiosos o de la «cuestión de las nacionalidades» son artificios: el Kremlin sabe adaptar perfectamente su diplomacia a las diferentes situaciones.
Como para muchos otros oficiales del Ejército Rojo, la disolución de la URSS debería haber significado el fin de la carrera militar del general de división Djokahr Dudaiev. Sin embargo, el 27 de octubre de 1991 Dudaiev se convierte en el presidente electo de la República Autónoma de Chechenia-Inguchetia, su región natal aunque nunca había vivido en ella.
El 4 de noviembre proclama unilateralmente la secesión y la independencia de Chechenia. Dudaiev no responde a un reclamo popular sino a un objetivo personal que era crear para sí mismo un Estado dentro la URSS en proceso de descomposición.
Contrariamente a la visión retrospectiva que se puede encontrar hoy en ciertos analistas del mundo ruso, este anuncio no modifica en nada ni la gestión administrativa ni el equilibrio regional de fuerzas y no obtiene reconocimiento internacional. Para evitar que el ejemplo se vuelva contagioso, el presidente ruso de la época, Boris Yeltsin condena la independencia e instaura el estado de emergencia en Grozny, capital de la región.
Dudaiev replica movilizando a la población y amenazando a Rusia con «una campaña terrorista contra las centrales nucleares» [1], chantaje que parece muy creíble en la medida en que se apoya en el recuerdo de la resistencia chechena a la colonización emprendida por los zares de Rusia durante el siglo XIX y el de la revuelta de Daguestán contra los bolcheviques del inicio de los años 1920.
El tono sigue subiendo. Yeltsin pone todos los poderes en manos de un gobernador checheno, Ahmet Akhsanov, para resolver la crisis. Este último puede contar con el ministro del Interior de Dudaiev, el general Ibrahimov, para que las tropas del KGB garanticen el control del centro de telecomunicaciones de Grozny.
La prueba de fuerza no dura mucho. El presidente del Consejo de las Nacionalidades del parlamento de la Federación Rusa, Nicolás Medvedev, estima «inadmisible que se traten los problemas étnicos por medios militares». Viktor Barannikov, ministro del Interior de Yeltsin, asegura no haber sido consultado y deplora las iniciativas de su presidente.
Viktor Ivanenko, responsable del KGB, habla de «un dramático error» del presidente ruso. El 11 de noviembre, la Duma (parlamento ruso) desaprueba a Yeltsin e invalida el estado de urgencia por 177 votos contra 4 y 15 abstenciones [2].
Privados de autoridad, Ahmet Akhsanov y el general Ibrahimov dimiten. La confusión se hace total, sobre todo teniendo en cuenta que el presidente del Soviet Supremo, Ruslán Khasbulatov -que es chechenio de origen- afirma que no hay negociación posible con los colaboradores del presidente Dudaiev, «un grupo de bandidos, de hombres sin conciencia y sin honor».
Chechenia-Inguchetia, que todos -menos su presidente- consideran una república rusa autónoma, se sitúa como un actor regional en el Cáucaso. Sus primeras decisiones son deliberadamente agresivas ante la ex-URSS.
Mientras que el presidente georgiano, el autócrata Zviad Gamsakhurdia, abandonado ya por Moscú [3], es expulsado de Tbilisi (capital de Georgia e igualmente ex republica soviética) por un movimiento revolucionario y encuentra refugio en Armenia, Grozny anuncia la creación de una fuerza de interposición del Cáucaso para acudir en su ayuda [4] y lo acoge.
El general Dudaiev declara «no reconocer más que el gobierno constitucional de Georgia y su presidente electo por el pueblo» [5]. Este gesto es imitado por James Baker, el secretario de Estado norteamericano, quien, para agravar el embarazo de Moscú, se da el gusto de expresar las «inquietudes» de Washington en lo tocante a «la manera violenta en la que un dirigente electo democráticamente ha sido derrocado» [6].
En abril de 1992, Chechenia es la única Republica autónoma, con Tatarstán, que se niega a ratificar el tratado de la Federación propuesto por el presidente Yeltsin, a pesar de la amplia autonomía que les concede este. Poco después, Grozny toma el control de las tropas ex-soviéticas de la Comunidad de Estados Independientes estacionadas en su territorio y las pone bajo su propia jurisdicción.
La «cuestión de las nacionalidades» se convierte en eje de luchas por el poder en Moscú. El 30 de junio de 1992, el ministro ruso de Relaciones Exteriores, Andrei Koziriev, expresa públicamente sus temores en cuanto a un golpe de Estado en la Federación en torno a esta cuestión.
Según él, «ciertas personalidades conservadoras y dirigentes militares, como el vicepresidente Andrei Rutskoi, quieren reforzar su influencia promoviendo una mayor participación militar de Rusia en los conflictos que oponen a las minorías rusas con otros Estados de la ex-URSS, como en Moldavia y en Georgia» [7].
Chechenia se encuentra también entre las causas de discordia. Georgia, bajo la presidencia del ex-ministro de Relaciones Exteriores de la URSS Eduard Chevarnadze, pide entonces a Rusia que lance una acción contra el «centro terrorista» que dirige desde Grozny el ex-presidente Gamsakhurdia.
En respuesta a la inestabilidad regional, Moscú despliega sus tropas en la frontera de las tres repúblicas transcaucásicas -Armenia, Georgia y Azerbaiyán- para evitar la desestabilización de sus propios territorios. La importancia del asunto se hace más evidente cuando se tiene en cuenta que el presidente Dudaiev busca apoyo en el extranjero. Durante el verano de 1992, ha viajado a Arabia Saudita y a los Emiratos árabes. Después, en el otoño, a Turquía, Chipre y Bosnia-Herzegovina. Durante algún tiempo se habla de una gira por Estados Unidos, muy interesados en apoyar secretamente la desestabilización de las fronteras rusas.
La ausencia de una reacción militar de importancia por parte del Kremlin demuestra la importante crisis que atraviesa este último. El gobierno no gobierna ya. Ministros, consejeros y directores, privados de variadas matices ideológicas, se muestran vulnerables a las tentaciones. La privatización de la economía tiene lugar mediante su criminalización, tanto más cuanto que al proclamar la independencia de Chechenia, Dudaiev liberó a casi todos los presos comunes que pasan a engrosar, en Moscú, las filas del crimen organizado y desarrollan una importante red de contactos políticos en Rusia.
Es más o menos en esa época que el futuro oligarca Boris Berezovski comienza a hacer negocios con las pandillas chechenas, teniendo como telón de fondo la guerra de clanes con la Hermandad de Solntsevo, que se compone de mafiosos eslavos [8].
En Chechenia, los bandidos locales cooperan con los mafiosos rusos en el tráfico de heroína, al punto de convertir el aeropuerto de Grozny en centro del contrabando mundial de esa droga. De la misma forma, la ausencia total de legislación bancaria en el país incita a los dirigentes rusos ansiosos de saquear los fondos de la Federación a utilizar falsos establecimientos bancarios chechenos para realizar sus operaciones «arregladas» y de lavado de dinero.
El petróleo, recurso capital de la región, es también objeto de un reparto entre dirigentes chechenos y rusos: por esa región pasan gran cantidad de oleoductos [9] y nos encontramos en un momento histórico en que los miembros de la nomenklatura venden los recursos naturales de Rusia para su beneficio personal. Basta con negociar con el régimen instaurado en Grozny para encontrar un modus vivendi.
El periodista armenio Vicken Cheterian declarará entonces, durante una conferencia de los Amigos de Le Monde Diplomatique, que «cada general [ruso] tiene su pozo de petróleo». Según Paul Klebnikov, autor de Parrain du Kremlin [Padrino del Kremlin] [10], «los altos funcionarios rusos y los miembros de los servicios de seguridad (durante el mandato de Yeltsin) que trabajaban habitualmente para las bandas chechenas de Moscú mantenían relaciones mutuamente provechosas con el gobierno del presidente Djokhar Dudaiev, permitiendo al gobierno apropiarse de millones de toneladas de petróleo ruso casi sin gastar un centavo».
¿Por qué las cosas se envenenan súbitamente a finales de 1993, tanto que Moscú decide una intervención militar? Existen varias hipótesis. Primero, hay problemas internos en Chechenia. En abril de 1993 el presidente Dudaiev trata de instalar una verdadera dictadura: disuelve el parlamento y confisca todos los poderes para su gobierno.
La oposición se moviliza para exigir elecciones libres. Aunque algunos sectores reclaman también la independencia, los miembros de la oposición parecen más cercanos de Moscú, o al menos «no tan radicalmente anti-rusos» [11]. Durante el mismo periodo, la guerra de pandillas se agrava en Moscú dejando decenas de muertos en todos los bandos. Para Paul Klebnikov, «la campaña de Chechenia no fue nada más que una guerra de pandillas a gran escala».
Gracias a sus componendas con altos funcionarios rusos, los dirigentes chechenos «podían vender el petróleo ruso en los mercados extranjeros». Después de haber participado, por orden de Moscú, en la defensa de los separatistas abjasios de Georgia, en 1993, los jefes militares chechenos decidieron apoderarse de ese tesoro. «Fue entonces que Djokhar Dudaiev, habiendo decidido que se había hecho grande y fuerte, dejó de compartir el botín con sus socios de Moscú -explica el general Lebed. Por consiguiente [el gobierno ruso] decidió castigarlo militarmente» [12].
Tanto más cuanto que Azerbaiyán acababa de firmar un importante acuerdo petrolero, en septiembre de 1994, con un consorcio anglo-estadounidense. Los recursos petroleros que transitaban se hacían por tanto más importantes. Alexander Lebed habla también de factores ligados a la política interior rusa.
Según él, cuando el Ejército Rojo se retiró de los antiguos países del bloque del Este, después de la caída del muro de Berlín, varios generales del Grupo de Fuerzas Occidental (GFO), bajo las órdenes del general Matvei Burlakov y la tutela del ministro de Defensa, el general Pavel Gratchev, «negociaron en el mercado negro una parte del equipamiento de sus unidades», sobre todo con Serbia y Croacia, que se encontraban entonces en plena guerra entre sí.
Para camuflar esa «corrupción masiva del Estado Mayor», los generales empujaron a Moscú a implicarse en un conflicto en Chechenia para poder convertir los medios robados en pérdidas sufridas en el campo de batalla. «Aquellos supuestos generales necesitaban un gran conflicto en algún lugar, para que una importante cantidad de blindados pudieran aparecer como destruidos en combate», explica el general en una entrevista concedida a Paul Klebnikov [13]. El periodista Dimitri Kolodov, del Moskovskii Komsomolets, investiga esa pista en 1994 y muere en octubre cuando un maletín estalla en su oficina.
La represión desatada por el ejército ruso comienza el 11 de diciembre de 1994, con un apoyo a regañadientes del presidente estadounidense Bill Clinton quien dice desear «un mínimo de sangre». Paul Klebnikov establece un listado de los principales participantes en la decisión del ataque. Además de Boris Yeltsin, cita a Pavel Gratchev, ministro de Defensa; Oleg Soskovets, primer ayudante de Boris Yeltsin; Oleg Lobov, secretario del Consejo de Seguridad; Alexander Korzakov, jefe de la guardia presidencial; Viktor Erin y Serguei Stepachin, miembros todos de lo que él llama «el bando de la guerra». Una denominación que impugna el general Lebed: «No era el bando de la guerra. Era el bando de los negocios».
Él y el general Gromov, viceministro de Defensa, muy populares ambos, se oponen a la ofensiva. La historia les daría la razón. Desmintiendo la fanfarronería del ministro ruso de Defensa, Pavel Gratchev, según el cual «un batallón de paracaidistas podía tomar Grozny en dos horas», la toma de la capital chechena exige dos meses de carnicería.
Las tropas enviadas no eran fuerzas de elite sino simples reclutas estacionados en la frontera rusa desde los graves disturbios que sacudieron el Cáucaso en 1991 y 1992. La estrategia trazada fue un completo fracaso: el envío de columnas de blindados, sin apoyo aéreo ni apoyo de la infantería en un entorno urbano, permitió a los chechenos destruir muchos de ellos.
Bastaba con neutralizar el primer y el último vehículo de la columna antes de atacar a los demás, ya inmovilizados. La respuesta de Moscú fue feroz y, al final de enero de 1995, el ejército ruso se apoderó de Grozny. Los combates continuaron entonces en las montañas, donde los jefes mafiosos chechenos habían buscado refugio. La desorganización total de las fuerzas rusas se hizo evidente. «Comandantes de unidad se negaban a acatar órdenes de ataque, otros se negaban a respetar las órdenes de cese del fuego. Muchos aceptaban sobornos por dejar escapar unidades chechenas cercadas mientras que otros hasta vendían armas a sus adversarios» [14].
Todo sucedía en medio de la indiferencia de la comunidad internacional: el 6 de enero, el presidente Bill Clinton le escribió a Boris Yeltsin para pedirle simplemente que tuviera piedad de los civiles.
Desde la proclamación unilateral de la independencia del país, los jefes chechenos habían amenazado a Moscú con la realización de operaciones terroristas en suelo ruso.
En junio de 1995, Chamil Basaev, ex-negociante moscovita convertido en jefe de banda terrorista, penetró más de cien kilómetros en territorio ruso con varias decenas de combatientes, ocupó la alcaldía y el hospital de la ciudad de Budionnovsk donde tomó 1,500 rehenes. Cercado allí por las tropas rusas de elite, rechazó varios asaltos y, después de haber ejecutado a la mayoría de los rehenes a sangre fría (numerosas mujeres, enfermeras y personas mayores por el simple hecho de ser rusas), obtuvo del primer ministro Viktor Chernomirdin la autorización de partir llevándose varias decenas de rehenes para cubrir su retirada.
El balance del ataque, que se elevó a cerca de 120 muertos, interrumpió las hostilidades durante seis meses.
Sin móviles ideológicos definidos, los diferentes protagonistas no logran llegar a una solución política. Al contrario, tratan de resolver sus conflictos de intereses personales mediante la fuerza, empujando sus tropas respectivas a afrontamientos mortíferos e inútiles y sacrificando a la población.
La elección presidencial de junio de 1996, para la cual Boris Yeltsin no figura ya como favorito, acelerará el fin del conflicto.
Los oligarcas que rodean al presidente ruso, como Boris Berezovski en primera fila, le cierran el paso al candidato comunista Guennadi Ziuganov, aunque este aparece a la cabeza de los sondeos de opinión. La paz en Chechenia podría significar para Yeltsin un medio inesperado de recuperar popularidad. Pero su equipo de campaña se decide finalmente por la comunicación.
Apoyándose en los medios públicos de difusión -bajo el control del Kremlin- y privados -bajo control de sus amigos- el candidato Yeltsin acapara los primeros planos, sobre todo en la televisión. Mejor aún, el 8 de mayo Boris Berezovski y los demás miembros del equipo de campaña de Yeltsin se reúnen con el general Lebed, que también se encuentra entre los candidatos.
No se filtra nada sobre sus conversaciones, pero los analistas notan entonces una mejoría en la manera en que los medios de difusión presentan al general. En mayo de 1996, a pocos días de la elección, el presidente chechenio Djokhar Dudaiev es alcanzado por un misil guiado mediante el rastreo de su teléfono portátil. El impacto de su muerto es difícil de evaluar pero nadie duda que influyó en el resultado de la primera vuelta.
Yeltsin, presidente saliente, alcanza el 35,1% de los sufragios contra el 32% de su adversario comunista, mientras que el general Lebed obtiene un inesperado 14,7%. Dos días después, este último es nombrado secretario del Consejo de Seguridad y consejero personal del presidente Yeltsin para las cuestiones de seguridad. El ministro de Defensa Pavel Gratchev es despedido, al igual que Alexander Korjakov, Mijail Barsukov -director del Servicio Federal de Seguridad (FSB, el antiguo KGB) y el vice-primer ministro Oleg Soskovets. Siete generales nombrados por Gratchev son destituidos. El «bando de la guerra» ha sido decapitado.
Sin embargo, en la mañana de la segunda vuelta de las elecciones, el 6 de julio de 1996, los enfrentamientos se reanudan en Chechenia después de un periodo de calma. El ejército ruso cañonea las posiciones de los rebeldes. El 11 de julio una bomba estalla en el centro de Moscú dejando 5 heridos. Al día siguiente, un nuevo atentado deja un muerto. Los autores no serán identificados.
Pero, existen dos hipótesis: «la del aviso de los círculos mafiosos ante el recrudecimiento anunciado de la lucha contre el crimen organizado, y la del ‘terrorismo checheno’» [15]. El general Lebed recibe la misión de luchar contra el terrorismo. Sus posiciones son claras. Ya no dice ser favorable a la independencia de Chechenia puesto que esta es un punto de confluencia de «carreteras, oleoductos y vías férreas» y su independencia podría desembocar en «una gran guerra del Cáucaso» [16].
Los enfrentamientos son extremadamente violentos, con más de 400 víctimas civiles en una semana. Comienza, sin embargo, un proceso de negociación. Alexander Lebed envía a su emisario especial, Serguei Drobuch, quien es bombardeado por... el ejército ruso bajo las órdenes del general Viatcheslav Tikomirov, un halcón que reanudó los combates por iniciativa propia. Del lado chechenio, Ruslán Kasbulatov, ex-presidente del Soviet Supremo ruso, es nombrado «jefe del grupo de consejeros» de la dirección independentista por el presidente Zelimkhan Yandarbiev.
Los chechenos reclaman un estatuto de «independencia-asociación» con Rusia mediante el cual Moscú reconocería a Chechenia como un «Estado independiente, sujeto al derecho internacional». A cambio «Grozny delegaría a Moscú la “aplicación de la defensa colectiva y la dirección de las fuerzas armadas”. Rusia y Chechenia mantendrían una moneda única, fronteras, un espacio aduanal y económico y un sistema de defensa comunes» [17].
El 8 de agosto, Chamil Basaev conduce un comando hasta el centro de Grozny y, aprovechando el factor sorpresa, mata a más de 500 soldados. Los 3,000 soldados rusos que se encuentran en Grozny se ven obligados a mantenerse acantonados mientras que los hombres de Basaev toman el control de la ciudad. El 12 de agosto, el general Lebed viaja a Kasaviurt, en Daguestán, para abrir negociaciones en busca de la paz.
Al final los dos bandos acuerdan un retiro de las tropas rusas con una moratoria sobre el estatuto de la república, que en el fondo no le interesa a nadie pues no representa el verdadero objetivo. El arreglo sobre el estatuto de la república tendrá que tener lugar «de aquí al 31 de diciembre de 2001», fecha fijada para la realización de un referendo sobre el mismo.
El acuerdo de paz es firmado el 3 de septiembre de 1996. A pesar de la reticencia del presidente Boris Yeltsin, quien se negará durante días a recibir a Alexander Lebed, el primer conflicto checheno llega a su fin. Su duración se explica debido a los intereses personales que tenían en él ciertos responsables, tanto rusos como chechenos, puesto que el conflicto abría la puerta a todo tipo de tráficos.
El general Lebed relata así la reacción de Boris Berezovski después de la firma de los acuerdos de paz: «Berezovski vino a verme y trató de intimidarme. Cuando se dio cuenta que no era posible meterme miedo, me dijo simplemente: “usted ha echado a perder tremendo negocio. Todo iba tan bien. ¿Se estaban matando entre ellos? ¿Y qué? Siempre lo han hecho y lo seguirán haciendo”».
El Este artículo es el primero de una investigación en tres partes. El siguiente, Business et terrorisme à Moscou (Bussiness y terrorismo en Moscú, sin traducir), retoma el intento de los oligarcas de utilizar el conflicto de Chechenia en su prueba de fuerza con el presidente Putin, entre 1996 y 1999.
El último artículo, La «ficha» chechena, revela los contenciosos geoestratégicos de la segunda guerra de Chechenia cuyo telón de fondo comprende oleoductos, islamismo radical y el «gran juego» en la región del Caúcaso.
[1] «Imponiendo el estado de emergencia a los Chechenos, el Sr Yeltsin dejó como única alternativa la fuerza en el Cáucaso», por Jan Krauze, diaio francés Le Monde, 8 de noviembre de 1991.
[2] «URSS: una decisión del Sr. Boris Eltsine contestada», por Jan Krauze, diario francés Le Monde, 12 de noviembre de 1991.
[3] Boris Yeltsin había anunciado poco antes que se negaría a la adhesión de la Georgia de Gamsakurdia a la Comunidad de Estados Independientes (CEI) «a causa de las violaciones de los derechos humanos en ese país».
[4] «Georgia: calma engañosa en Tbilissi», por José Alain Fralon, diario francés Le Monde, 13 de enero de 1992.
[5] «Dónde está el Sr. Gamsakhourdia», diario francés Le Monde, 23 de enero de 1992.
[6] «Washington critica las condiciones de la destitución del Sr. Gamsakhourdia en Georgia», diario francés Le Monde, 20 de febrero de 1992.
[7] «Kozyrev estima que “la amenaza de un golpe de estado existe”», diario francés Le Monde, 2 de julio de 1992.
[8] Ver: «Boris Berezovski, el encubridor», por Paul Labarique, Voltaire, 15 de enero de 2004.
[9] Chechenia está, sobre todo, en medio de la red de oleoductos a través de la cual transita el petróleo del mar Caspio y de Siberia occidental hacia la terminal petrolera de Novorossisk en el mar Negro.
[10] El libro en la edición francesa: Parrain du Kremlin - Boris Berezovski et le pillage de la Russie (Padrino del Kremblin - Boris berezovski y el saqueo de Rusia, de Paul Klebnikov, editorial francesa Robert Laffont, 2000.
[11] «Le conflit russo-tchétchène» (El conflicto ruso-checheno), por Sandra Bisin y Vincent Thollet, DESS periodista bilingüe de la universidad París III, 2003.
[12] Parrain du Kremlin, op. cit.
[13] Parrain du Kremlin, op.cit.
[14] Parrain du Kremlin, op.cit.
[15] «Nuevo atentado en el corazón de Moscú», por Sophie Lambroschini, diario francés Libération, 13 de julio de 1996.
[16] «Boris Eltsine confia la lucha contra el terrorismo al general Lebed», por Sophie Shihab, diario francés Le Monde, 13 de julio de 1996.
[17] «Las buenas promesas de paz del candidato Yeltsin han sido solamente palabras sobre el papel», por Dorian Malovic, La Croix, 8 de agosto de 1996.
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