Históricamente las relaciones entre el Brasil y la Argentina siguieron un patrón que alternó entre la cooperación y el conflicto. Hoy en día, con la democracia instalada en ambos países, los que soplan más fuerte son los vientos de integración. El encuentro “Ciencia, Tecnología y Sociedad”, promovido por la Sociedad Brasileña para el Progreso de la Ciencia (SBPC) y por la asociación de similares características en la Argentina (AAPC), realizada en Buenos Aires los cuatro primeros días de noviembre, es una prueba de que, a pesar de las divergencias, los dos grandes hermanos de América del Sur están dispuestos a darse la mano.

Del encuentro, que reunió a líderes políticos de ambas partes, resultó la firma de programas bilaterales de cooperación y un protocolo de buenas intenciones en áreas estratégicas para acercar aún más las comunidades científicas y tecnológicas vecinas.

“Este momento marca la consagración de las relaciones científicas y tecnológicas entre los dos países”, dijo el ministro brasileño de Ciencia y Tecnología, el economista Eduardo Campos en la noche de apertura, destacando que el gobierno de Lula ve la cooperación Brasil-Argentina como el eje de las relaciones internacionales en el sector. “Invertir en ciencia y tecnología significa para las sociedades del conocimiento lo mismo que el desarrollo industrial significó para las economías clásicas”, comparó Campos. Incluso destacó que los dos países se encuentran en el mismo nivel de desarrollo y que su fuente de recursos humanos representa la mayor inversión hecha hasta ahora por ambos países.

Las estadísticas de cada país indican cuadros divergentes: Brasil tiene hoy en día 420 mil investigadores, forma ocho mil doctores por año e invierte del 0,4% al 0,7% de su producto bruto interno (PBI) en investigación; la Argentina tiene 35 mil investigadores, forma anualmente 400 doctores y la inversión en el sector no pasa del 0,4% del PBI. “Pero la Argentina cuenta con un sistema científico de excelencia y ya produjo varios ganadores de premios Nobel”, ponderó Campos. “La integración en C&T es quizás la interfase más dinámica de la integración de nuestras sociedades”.

El ministro de Educación, Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva de la Argentina, el sociólogo y educador Daniel Filmus, elogió el encuentro no solo por permitir discutir los avances de las diversas áreas del conocimiento, sino también por debatir la importancia de invertir en C&T. “Si tuviese que resumir lo que se discutirá aquí, usaría una única palabra: futuro”, adelantó. “¿Qué perfil van a tener nuestras naciones? ¿Un perfil de peso propio?”, cuestionó. Al identificarse como uno de los dos millones de argentinos que creen que, fuera del fútbol, “todo nos une a Brasil”, Filmus recordó que los países que dominan la ciencia y la tecnología son aquellos que dirigen la forma en que avanza el desarrollo. “Hoy tenemos un alto grado de desempleo en el mundo y 700 millones de analfabetos. ¿Es posible tener otra forma de globalización, en la que los recursos sean distribuidos de forma más justa?”, indagó.

¿Un futuro común?

Filmus agregó que actualmente el Brasil y la Argentina están definiendo su futuro y que los países precisan optar entre querer tener empleo para todos sus habitantes o crear una gran masa de gente no calificada; invertir en una sociedad de conocimiento o continuar siendo una nación de producción primaria. “El mayor desafío es poner los resultados de nuestros programas científicos y tecnológicos al alcance de la mayoría necesitada”, disparó.

Ya en la sesión de apertura, el presidente de la SBPC, el físico Ennio Candotti, resaltó la importancia de que las comunidades vecinas estuvieran allí reunidas. “El Brasil y la Argentina conforman un formidable laboratorio natural que debemos estudiar; de lo contrario, alguien más lo hará”, advirtió. “En ambos países, la formación de recursos humanos especializados es un desafío aún mayor”, agregó. Según el presidente de la SBPC, no sería osado establecer como meta que nuestros estudiantes puedan iniciar sus cursos en la Patagonia y los completen en los institutos de Amazonas.

“Es una verdadera paradoja el hecho de que muchos doctores que formamos se encuentren sin empleo estable, mientras vastas regiones de nuestros países no cuentan con técnicos, ingenieros y científicos necesarios para explotar sus recursos naturales y promover el desarrollo social y económico”, criticó. Candotti destacó incluso la necesidad de reunir a los científicos que lograron sobrevivir a los años de plomo durante las dictaduras de ambos países. “Debemos institucionalizar esa cooperación que ya tiene más de cien años, y para instrumentarla necesitamos una agencia de desarrollo común”, propuso. Pero, ¿con qué recursos? “Con el 1% de nuestros respectivos PBI, lo que sería destinado a la formación de recursos humanos en ciencia y tecnología. Más tarde, esos nuevos productos del conocimiento podrán sustituir con mucho mayor valor nuestros granos de soja”, comparó.

Sin subestimar la grandeza común a los dos territorios, el presidente de la AAPC, el oncólogo Alberto Baldi, enfatizó la riqueza humana de ambas naciones: “No somos superiores, pero tampoco somos inferiores a ningún país desarrollado”, dijo, recordando que lo que hace que los países crezcan es el deseo de los habitantes. “Los gobiernos tienen que entender que la educación, la ciencia y la tecnología deben trascender los períodos presidenciales y tener continuidad”, alertó. Baldi observó que las fronteras geográficas entre los países siempre van a existir, pero que el propósito de reuniones como esta es la de hacer que las fronteras científicas se diluyan. “Queremos mostrarles a nuestros gobiernos que invertir en ciencia y tecnología es fundamental para el desarrollo económico y social. Si es caro y costoso apoyar la ciencia y la tecnología, más caro y costoso es subvencionar la ignorancia”, recalcó.

En el segundo día del encuentro, Campos y Filmus firmaron dos programas de cooperación bilateral: uno en el área de tecnología de la comunicación -la implementación, a partir de esa información, de una red común de banda ancha para que los científicos puedan intercambiar mayor volumen de datos en alta velocidad- y otro en el área de ciencia y tecnología para inclusión social. “Nuestros países viven un momento de recuperación económica, pero el crecimiento solo se sustentará si aprovechamos el conocimiento generado por nuestras universidades e institutos de investigación”, resaltó el ministro brasileño.

Etica en y para la investigación

Durante la reunión de los comités de bioética argentino y brasileño -grupos destinados a introducir una cultura de la ética en las diversas instituciones de investigación y a fortalecer la confianza social en la ciencia-, se discutieron temas tales como la clonación reproductiva y terapéutica, el uso de pruebas genéticas por parte de empresas privadas, la investigación con seres humanos, la conducta de los científicos en sus actividades y el desarrollo de investigadores en proyectos financiados por la industria. Un día entero se dedicó a la discusión de esos y otros asuntos; participaron investigadores de diferentes áreas de ambos países, abogados y representantes de la sociedad que forman parte de las comisiones.

“Vivimos un momento en el que el progreso de la ciencia y la tecnología es tan grande que es necesario evaluar ese desarrollo”, afirmó el químico argentino Roberto Fernández Prini, de la Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA), que forma parte del Comité Nacional de Etica en la Ciencia y la Tecnología (CECTE). “Sin un sistema de valores que pueda regular las actividades de enseñanza e investigación en las instituciones y sin la confianza de la sociedad no es recomendable la continuidad de cualquier proyecto”, destacó.

El médico brasileño Reinaldo Ayer de Oliveira, de la Universidad de San Pablo, apuntó a un dato sobre el cual se debe reflexionar: el 25% de los investigadores en las universidades brasileñas recibe financiamiento de la industria. “En esos casos, los resultados positivos siempre se publican; mientras que raramente se publican los negativos. Además de eso, hay demora en la publicación por interés directo del patrocinador”.

Según el químico Alberto Kornblihtt, de la Universidad de Buenos Aires e integrante de CECTE, la ética debe orientarse a la investigación antes, durante y después del proceso, pero se debe tener mucho cuidado para que al momento de instituir el “antes”, no se caiga en una prohibición fundamentalista. El escritor argentino Noé Jitrik, también miembro de CECTE, recordó que, en el siglo XIX, se creía que determinadas experiencias podían provocar desastres fatales. Según Jitrik, para hacer ciencia es necesaria la ruptura epistemológica, pero esto genera conflictos que deben ser evaluados por las sociedades involucradas hasta que pueda instituirse un nuevo sistema de valores.

“La genética dejó de ser una ciencia de la explicación y de la información para pasar a intervenir directamente en el patrimonio hereditario”, dijo la abogada argentina Aída Kemelmajer, de la Corte Suprema de Mendoza y de la Universidad de Cuyo. En ese sentido, Ennio Candotti resaltó que la gran pregunta de este siglo es “si todo lo que puede hacerse debe, de hecho, ser hecho”. Para Kemelmajer, allí reside la importancia de que todo proyecto legislativo sobre información genética y sobre el uso de esa información sea analizado exhaustivamente por un comité representativo de la sociedad.

Después de un intenso día de exposiciones y cuestionamientos, la socióloga argentina Otilia Vainstok, de la Universidad de Buenos Aires, que coordinó la discusión, sugirió dar continuidad a los debates creando un grupo de intercambio entre los dos países que permita complementar las experiencias de ambos comités de ética y proponer actividades conjuntas. Candotti recordó que hay cuestiones comunes, tales como la clonación terapéutica, la energía nuclear y la aplicación militar de la investigación científica, entre otras cosas, que merecen un tratamiento conjunto. “Podríamos pensar en tareas concretas hasta abril del año que viene y hacer una nueva reunión en Río”, arriesgó Vainstok.

Nanotecnología en el MERCOSUR

Si las computadoras con su lógica binaria inauguraron una nueva era basada en dispositivos de silicio, hoy se espera una nueva revolución con la construcción de nanomáquinas (de dimensiones diminutas) que usan elementos antes impensables: las moléculas. Inspirados en la “computadora cerebral” que usa células neuronales (neuronas) para procesar la información por medio de moléculas, científicos como el químico brasileño Henrique Toma, de la Universidad de San Pablo, apuestan a la llamada química supramolecular (que trabaja con moléculas asociadas) como futuro de la tecnología. “Con moléculas ya es posible hacer sensores químicos y biosensores, memorias, interruptores y moduladores, pantallas y visores”, ilustró Toma en su conferencia dedicada al tema.

Otro largo día de debates se dedicó a las nanociencias y la nanotecnología (N&N). El coordinador, el químico brasileño Oswaldo Luiz Alves, de la Universidad Estatal de Campinas (Unicamp), enumeró entre los mayores inversores en el área a la Unión Europea, Estados Unidos y Japón, y dijo que si el Brasil no quiere perder la oportunidad -que, en su opinión, se empiezan a cerrar-, debe crear un programa nacional de nanotecnología capaz de poder evaluar las competencias y posibilidades científicas y promover la articulación internacional. “¿Por qué los países desarrollados invierten en nanotecnología?”, preguntó el químico Fernando Galembeck, de Unicamp. “Porque creen que con eso van a ganar mucho dinero”, enfatizó. En ese sentido, una cooperación bilateral con la Argentina -aunque la etapa de desarrollo del área en el país sea aún muy incipiente- podría ser benéfica.

“Por el momento, una cooperación entre redes no es factible, ya que hay un desfase de cuatro o cinco años de la Argentina en relación al Brasil, además de que nuestro país no reconoce a la nanotecnología como un área estratégica”, afirmó el bioquímico argentino Roberto Salvarezza, de la Universidad Nacional de La Plata. “Pero podemos proponer a las autoridades la creación de un centro binacional de apoyo al sector, según el modelo del Centro Argentino-Brasileño de Biotecnología (CABBio), establecido en 1987, que buscaba integrar grupos de trabajo estatales y privados de ambas naciones”, sugirió.

La idea de tener un Centro Binacional de N&N, como se bautizó en el encuentro, recibió el aplauso de los presentes. El Centro incluiría entre sus actividades la formación de recursos humanos de excelencia, el intercambio científico entre los países y proyectos binacionales de investigación, manteniendo una articulación con el sector productivo. De la reunión, resultó un documento que propone a las autoridades de ambos gobiernos su formación, con funcionamiento y financiamiento similares al CABBio. También se lanzó la idea de extender las actividades del Centro a los otros países del MERCOSUR.

Tecnología y poder

En la política internacional hay una enorme concentración de riqueza, que también se traduce en una gran concentración de poder tecnológico. A partir de este análisis, el secretario general del Ministerio de Relaciones Exteriores, el embajador Samuel Pinheiro Guimarães, quiso mostrar a los presentes que la concesión de patentes (o propiedades intelectuales) sigue una distribución desigual de riqueza: “Estados Unidos registró 87 mil patentes en 2001, Francia 11 mil, Canadá 1210, Brasil 685 y Colombia apenas 13”.

El embajador recordó que hay un gran esfuerzo en el juego de poder internacional para impedir la generación autónoma de ciencia y tecnología. “Solo interesa convencer a las sociedades periféricas de que es mejor comprar tecnología en lugar de invertir en investigación. Finalmente, ¿para qué reinventar la rueda?”, ironizó. Además agregó que el sector empresarial acostumbra a invertir en C&T en los países ricos, pero es una ilusión pensar que las empresas van a aplicar recursos aquí.

“Los países periféricos tienen que vencer varios desafíos, tales como las desigualdades sociales y la vulnerabilidad en el área científica y tecnológica; sin embargo, también tenemos un enorme potencial en nuestra selva amazónica y en el acuífero Guaraní”, ponderó Pinheiro Guimarães. Según el embajador, es preciso luchar por la revisión de las normas internacionales y evitar que se creen otras; también es necesario reducir la fuga de cerebros y formar profesores calificados. “Para eso tenemos que contar con recursos del Estado y, como el dinero es escaso, debemos reducir los costos de la actividad científica y tecnológica cooperando bilateralmente”.

La ciencia en el Congreso

Para poder traducir el deseo de ampliar los recursos para la investigación en un mayor presupuesto para el sector, en el encuentro quedó en claro la necesidad de aumentar la interlocución democrática entre los investigadores y el Parlamento. Pero ¿cómo es que la ciencia puede actuar para educar a los legisladores y calificar la función positiva del Congreso? El cientista político Marco Aurélio Nogueira, de la Universidad Estadual Paulista (Unesp) de Araraquara, sugiere proveer los dos servicios: los científicos deben dar soporte técnico y administrativo para aumentar la calificación de la clase política, y ellos deben colaborar en la reforma del sistema político, revalorizando el Parlamento. “Mientras más democrática y juiciosa sea esa reforma y más abierta esté a la sociedad civil, tanto más podrá el Poder Legislativo reubicarse de modo activo en la vida contemporánea”, apuesta Nogueira.

Para la científica social Ingrid Sarti, representante de la SBPC en el Congreso, hoy en día la fragmentación del conocimiento se refleja en la formulación de políticas: “Los ministerios en Brasil -de Energía, Medio Ambiente, Educación, Ciencia y Tecnología, Industria y Comercio- no se hablan entre sí, sin embargo en algún momento tendrán que reunirse”.

El científico político Renato Lessa, del Instituto Universitario de Investigaciones de Río de Janeiro (IUPERJ) y director-presidente del Instituto Ciência Hoje, recordó que en el Brasil el Poder Ejecutivo ejerce un fuerte control de la agenda del Congreso nacional, por sus propias prerrogativas constitucionales, que le permiten una serie de iniciativas y prioridades en el proceso legislativo.

Además, argumentó que los parlamentos en general desde su origen presentaron algún déficit de representación, siempre y cuando estuvieran fundados en la creencia de que es necesario un filtro, un reductor institucional que limite y controle la presencia popular en los procesos decisivos. Para él, atribuir el déficit solo a problemas contemporáneos constituye una visión inocente.

Según Lessa, la posibilidad de que temas ligados al mundo científico ocupen un tiempo significativo de la agenda parlamentaria depende en gran medida del aumento de la demanda pública y social de la ciencia, y de la percepción de esta como un recurso estratégico para la calificación cultural y cívica de los brasileños. “Debemos ser un poco más realistas: el Parlamento es una organización compleja habitada por representantes cuya principal meta es la reelección. Algunos parecen no tener otra meta. Si la calificación científica no fuera percibida como un bien por los ciudadanos, difícilmente el tema aparecería con fuerza en los programas partidarios y en las campañas electorales; y si no estuvieran allí, ¿cómo llegarán al Parlamento?”, cuestionó.

Sarti cree que es absolutamente fundamental que la ciencia -hoy presente con mucho dinamismo en la esfera política- salga de sus muros y sea evaluada por sus pares y no-pares. “Hoy en día vivimos un momento en el que las condiciones para el intercambio entre países de América latina son favorables”, destacó la representante de la SBPC. El encuentro de Buenos Aires con seguridad fue la piedra fundamental erigida en esa dirección.

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