Los Estados Unidos y Rusia se enfrentan para controlar el petróleo del Mar Caspio. Georgia, resultado de la fragmentación de la URSS, ha caído en la órbita de Washington con motivo de la pretendida «revolución de las rosas». Sin embargo, Moscú trata de defenserse contra la desestabilización ejercida por los estadounidenses contra su país buscando alianzas regionales. Rebeliones latentes en Abjasia, Osetia del Sur y Azaria. Mientras que la región parece escapar de la guerra civil, Francia intenta inmiscuirse en el juego. Su ex representante en la OTAN acaba de adoptar la nacionalidad georgiana y entrar al gobierno.
Desde la desintegración de la URSS, los Estados Unidos y la Federación de Rusia oponen ferozmente sus influencias en el Cáucaso y Asia Central. Por medio de Estados y provincias interpuestas, ambas potencias tratan de tomar el control de los recursos energéticos (sobre todo petróleo y gas) de la cuenca caspiana, imponer el trazado de los oleoductos y modificar los equilibrios estratégicos.
La región se ha convertido en «el gran tablero», según la expresión del ex consejero nacional de seguridad estadounidense, Zbigniew Brzezinski. Georgia se encuentra hoy día en el centro de esa turbulencia. De manera muy temeraria, Francia intenta inmiscuirse con la esperanza incierta de obtener algunos beneficios petroleros.
Ese pequeño Estado postsoviético de cinco millones de habitantes ocupa una posición central y comparte fronteras con Rusia, Armenia, Azerbaiyán y Turquía, no lejos de Siria, Irak e Irán. Los Estados Unidos de Bill Clinton concedieron una ayuda masiva a la Georgia de Eduard Chevardnadze para desarrollar su proyecto de construcción de un oleoducto Bakú-Tbilisi-Ceyhan (BTC), que debe unir Azerbaiyán con Turquía.
Así, ese Estado se ha convertido en el segundo beneficiario de la ayuda de EE.UU. después de Israel. Existe un marcado interés en que este oleoducto no pase por Rusia para lo cual se utilizará la vía de Chechenia, bordeando Irán y Armenia. [1]
Inestabilidad provocada
Lo único que cuenta es el petróleo. Como ya escribíamos anteriormente, desde el derrumbe de la URSS, los Estados Unidos sustituyeron su doctrina de «containment» en la región -es decir, de limitación de la influencia soviética sobre sus más cercanos satélites- por una estrategia de «rollback» que debe forzar una retirada de las posiciones rusas.
En esta lógica, Georgia es una pieza importante, al igual que Ucrania, Uzbekistán, Azerbaiyán y Moldavia, reunidos en el seno de la GUAAM (iniciales de estos países para las cuestiones militares y de seguridad.
Dado que los Estados Unidos ayudan al poder central, Rusia ha centrado sus esfuerzos en tres provincias donde ha alentado a los movimientos secesionistas: primero, Osetia del Sur y Abjasia, y Ajaria, en la actualidad.
En 1993, bajo la era del presidente Yeltsin, el político Vaeri Stepanov, asesor cercano al presidente georgiano Chevardnadze, adjudicaba así la responsabilidad de la guerra civil en Abjasia a los elementos conservadores rusos: «No luchamos contra los abjasios. Lo que tenemos que enfrentar es una guerra no declarada contra Rusia». Es cierto que la región es un «lugar estratégico, con una salida vital al Mar Negro dado que Crimea está ahora en manos de Ucrania» [2].
Rusia, con actitud defensiva, despliega una fuerza de interposición en Osetia del Sur para calmar a los independentistas a solicitud del poder central georgiano. De esa forma, Moscú logra mantener bases militares en suelo georgiano, en las provincias secesionistas. En definitiva, las confrontaciones armadas dejan lugar a una salida política: Abjasia se convierte en una república autónoma, mientras que Osetia del Sur permanece oficialmente unida a Tbilisi, pero se comporta como una república autónoma.
La movida de Aslan Abashidze
En esa época, Adjaria es respetada, relativamente. Teóricamente integrada al Estado georgiano, la provincia goza rápidamente de una autonomía política avanzada, vinculada a las riquezas de las que dispone y que son las más importantes del país. La influencia rusa es mucho más fácil pues Adjaria está dirigida, desde 1991, por Aslan Abashidze, un autócrata afín a Yeltsin.
Sin embargo esta inoportuna presencia rusa resulta también ser una carta de triunfo para el gobierno de Tbilisi, pues permite en 2003, al presidente Eduard Chevardnadze modificar su política exterior. Efectivamente, Georgia estaba en la órbita de los Estados Unidos, pasó a favor de la Rusia de Vladimir V. Putin durante el mandato de Chevardnadze para volver nuevamente hoy a la influencia USA con la dirección del presidente georgiano Mijail Saakachvili.
Ese reequilibrio pasado permitió resolver los incidentes secesionistas que se multiplican en Abjasia. También debe de interpretarse a partir del intento de asesinato del cual fue objeto Chevardnadze y al cual sobrevivió por milagro.
Por consiguiente, se firmó antes que Mijail Saakachvili tome le poder un importante contrato de explotación de los recursos de gas con la sociedad rusa Gazprom, en perjuicio de los Estados Unidos quien manifestó sus quejas a Tbilisi. El embajador estadounidense en el país, Richard Miles, exigió que «Washington sea informado previamente a esos acuerdos» [3].
Uno de los asesores de Bush en materia de energía, Steven Mann, viajó a Tbilisi donde advierte a Chevardnadze sobre las consecuencias del acuerdo. Los opositores en aquella época, Mikail Saakashvili y la presidenta del Parlamento, Nino Burjanadze, denuncian la celebración de discusiones con Gazprom y preparan ya la destitución del presidente georgiano. Al mismo tiempo, sociedades estadounidenses son explícitamente excluidas de contratos petroleros y la construcción del BTC se atrasa.
En noviembre 2003, poco antes de la «revolución de las rosas», Eduard Chevardnadze visita la provincia de Adjaria y allí se reúne con el presidente Aslan Abashidze [4]. En esa ocasión, el presidente de la provincia le anuncia que está dispuesto a brindar asistencia militar al poder central, en caso de tentativa de golpe de Estado.
Sus tropas sólo pueden ser las de las bases rusas de la provincia. Además, Chevardnadze entabla discusiones con el presidente Putin a fin de asegurarse contra esa posibilidad. A raíz de su visita, las bases militares rusas de Georgia están en estado de alerta. Igor Ivanov, ministro ruso de Relaciones Exteriores, viaja a su vez a Adjaria «a solicitud de Chevardnadze» [5], sin embargo, ese dispositivo no podrá impedir la caída del presidente georgiano.
A partir del golpe de Estado fomentado por los Estados Unidos bajo la apariencia de una manifestación civil: «revolución de las rosas» popular [6], de nuevo el país es el centro de luchas de poder entre las dos potencias, lo que se materializa en Adjaria. Si bien Rusia debe reconocer al nuevo gobierno central de Mikail Saakashvili, el político Aslan Abashidze persiste en negarse a ello.
Incluso se niega a organizar en su provincia las elecciones presidenciales que deben coronar a Mikail Saakashvili, el cabecilla de la oposición y del golpe de Estado, formado por el embajador norteamericano Richard Miles. Entonces, para demostrarlo a las claras, Putin invita abiertamente a Aslan Abashidze a Moscú. A cambio, Richard Miles viaja a Adjaria para convencer a Abashidze de que renuncie a sus posiciones extremistas [7]. Finalmente, Saakashvili es elegido a la presidencia de Georgia el 5 de enero de 2004.
Mikail Saakashvili Presidente de Georgia
Las primeras decisiones de la nueva administración georgiana no son como para tranquilizar a Moscú. Tbilisi suscribe un acuerdo con el Pentágono, pues decide privatizar su presencia militar en Georgia firmando un contrato con oficiales militares norteamericanos retirados a fin de que equipen y asesoren al ejército georgiano.
Cubic, sociedad norteamericana, es la que obtiene el contrato de tres años por un monto de 15 millones de dólares. Ese programa sustituye la colaboración con Washington iniciada con Chevardnadze en 2002 bajo el pretexto de la lucha contra el terrorismo [8]. Los asesores militares norteamericanos también tienen como misión mejorar la seguridad del oleoducto del BTC. A cambio, Georgia envía 500 hombres a que apoyen las fuerzas de ocupación norteamericanas en Irak.
Por otra parte, el secretario de Estado Colin Powell revela su deseo de implantar bases militares en el territorio georgiano [9]. Naturalmente, eso provoca el furor de Rusia, que, bajo la presión internacional, había decidido desmantelar algunas de sus bases en Georgia en los próximos años. La presencia del ejército norteamericano a unos cientos de kilómetros de su frontera meridional provoca la cancelación de esa decisión.
EL tono sube entre el poder central georgiano y la provincia de Adjaria, considerada en Tbilisi como la puerta de entrada de los rusos al país. En enero de 2004, el ministro Zurab Zhvania condena una serie de arrestos de opositores políticos en la provincia. La «recuperación» se convierte en la palabra clave del presidente Saakashvili que quiere convertir a Adjaria en un ejemplo. Por consiguiente, ofrece medios a los opositores de Aslan Abashidze para que ganen las futuras elecciones en Batumi, la capital provincial [10].
A partir del 14 de marzo de 2004, se hace evidente que los acontecimientos toman un giro más tenso. Ese día, el gobierno georgiano pone a su ejército en estado de alerta «a raíz de un brusco auge de la tensión con Adjaria» [11].
Esa escalada provoca inmediatamente una reacción de Moscú que «desaconseja vivamente» al poder georgiano invadir la provincia, por intermedio de su ministro de Relaciones Exteriores, Igor Ivanov. El primer paso correspondió al gobierno autónomo de Batumi, que con sus tropas logró rechazar el convoy del presidente georgiano cuando se disponía a entrar al territorio de la provincia. Mikail Saakachvili quería dirigirse allí para «brindar su apoyo a la oposición democrática local» [12].
En el mismo momento, Aslan Abachidze se encuentra de visita en Moscú desde donde insta a sus partidarios a «permanecer firmes». Por consiguiente, Georgia cierra su espacio aéreo y decreta un bloqueo contra su provincia de Adjaria.
Por supuesto, ese asedio, emprendido en el terreno económico, no podía ser favorable al gobierno georgiano ya que Adjaria es la provincia más rica del país, y a pesar de ser autónoma, participa ampliamente en los intercambios económicos nacionales. Además, sería un suicidio para Tbilisi enfrascarse en una guerra interna sin salida, una situación a lo checheno, pero inversa, donde Moscú estaría del lado de los resistentes y Washington con la represión.
Tras efectuar varias reuniones con Aslan Abachidze, el presidente georgiano Saakachvili, consciente de la trampa, rechaza sacrificar el peón. Acepta levantar el bloqueo, pues, según él, «todas las cuestiones que han conducido a este malentendido se han eliminado». Esa escalada espectacular revela sin embargo, la increíble tensión que reina en el Cáucaso.
Salomé Zourabichvili, peón francés
Por otra parte, esa crisis se produce en un momento en que, en el contexto internacional, Francia y Alemania intentan reconciliarse con los Estados Unidos. París acaba de cooperar con Washington para atrapar y secuestrar al presidente de Haití. En Georgia, Francia está dispuesta a apoyar a los Estados Unidos para acceder a una parte de la fuente de petróleo.
El gasoducto BTC es construido por el equipo francés Amec-Spie-Petrefac, que trabaja con el noruego Statoil. Los riesgos fueron cubiertos por la sociedad de seguridad Marsh del consejero de Buah, el político L. Paul Bremer III (antiguo gobernador civil de la Coalición anglo-sajona que invadió Irak).
Para sellar esa alianza espectacular, Salomé Zourabichvili [13], quien fue representante de Francia en el Consejo de la OTAN, luego embajadora en Tbilisi, dimite de la diplomacia francesa, adquiere la nacionalidad georgiana e inmediatamente es nombrada ministra de Relaciones Exteriores de Georgia por Mikail Saakachvili [14]. Ese juego peligroso puede comprometer, por ventajosos intereses, las relaciones franco rusas.
[1] Esas cuestiones ya han sido mencionadas, más en detalle, en nuestro artículo de 21 de marzo de 2005, «Los secretos del golpe de estado en Georgia, ex república soviética».
[2] «Moscou dans le bourbier caucasien» (Moscú en la trampa del Cáucaso), por Karel Bartak, mensual francés Le Monde Diplomatique, abril de 1993.
[3] «The new cold war», por Jonathan Steele, diario inglés The Guardian, 3 de enero de 2004.
[4] «Shevardnadze’s Russian dance», por Natalia Antelava, BBC News, 11 de noviembre de 2003.
[5] Conférence de presse des ministres des Affaires étrangères d’Afghanistan et de Russie, 27 de noviembre de 2003.
[6] Para detalles del golpe de Estado, ver «Los secretos del golpe de estado en Georgia, ex república soviética», op.cit.
[7] «Georgia pins hopes on poll», par Nick Paton, diario inglés The Guardian, 3 de enero de 2004.
[8] «US privatises its military aid to Georgia», por Nick Patton, The Guardian, 6 de enero de 2004.
[9] «U.S. May Set Up Bases in Former Soviet Republics», por Peter Slevin, diario estadounidense Washington Post, 28 de enero de 2004.
[10] «Georgia : Groups Working Toward Regime Change In Restive Adjaria», por Jean-Christophe Peuch, Radio Free Europe, 22 de enero de 2004.
[11] «Tension entre l’Adjarie et la Géorgie, Moscou avertit Tbilissi» (Tensión entre l’Adjarie y Georgia, Moscú advierte a Tbilissi, por Niko Mchedlichvili, agencia de noticias Reuters, 14 de marzo de 2004.
[12] «El presidente de Georgia amenaza con un bloqueo económico a Adjaria, quien le niega el acceso», diario francés Le Monde, 15 de marzo de 2004.
[13] Nieta de Ivan Zourabichvili, ministro georgiano del último gobierno blanco (es decir antes de la era soviética), Salomé Zourabichvili es prima del embajador Claude de Kémoularia y de la académica Hélène Carrère d’Encausse. Cuenta con toda la confianza de Dominique de Villepin con quien trabaja en estrecha colaboración en la embajada de Francia en Washington de 1984 a 1988.
[14] «La embajadora de Francia en Georgia nombrada jefe de la diplomacia georgiana», agencia de noticias francesa AFP, 12 de marzo de 2004.
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