Estoy en la Biblioteca del Frente de Danza Independiente, sentado en la única silla que existe y apresto mi grabadora para iniciar la charla, le pregunto cuál de sus profesiones prefiere: poeta, músico, teatrero, bailarín, etc., etc. “El etcétera me sobrecoge, me sobredimensiona, contesta, sin embargo me emociona y me gusta, porque en el etcétera siempre estamos buscando qué ser o qué no ser; la vida nos obliga, nos enseña, nos empuja a hacer y para eso estamos entrenados: hacer, hacer, pero el hacer solo es el lado mal hecho de lo que hay que hacer, es necesario el otro lado, el no hacer, y claro, eso se vuelve misterioso, como una metáfora, como algo difícil de especificar, yo estoy ahora intentando el no hacer. Es difícil explicar esto pero el momento en que entro en esa dimensión mágica, en el no hacer, me aseguro de que, haga lo que haga, eso será mágico, porque estoy viendo el otro lado de las cosas, lo inesperado, lo inusual, pero cuando llegas a esa dimensión no esperada del no ser, ahí es posible que estés siendo y sobre todo construyéndote en la totalidad, que es una condición de la poesía, que es la que me descubre y me esconde, más me esconde que me descubre como Miguel Jara, un amigo tuyo; Miguel Jara, a veces el enemigo de sí mismo, Miguel Jara nada más que una condición precisa en la vida, una intención que no es mía propia, la de ser feliz, eso, Miguel Jara es feliz”.
La entrevista corre el riesgo de convertirse en un monólogo, pues vuelven las palabras: “El quehacer de Miguel Jara es la vida, como la de todo el mundo, sin embargo, la vida misma se me presenta un poco diferente por las herramientas, por los oficios que he elegido, no siempre estoy en la cotidianidad, busco el lado mágico de las cosas, pero a la final es lo mismo: el arte; me dedico al arte, el arte me cogió, me eligió, me atrapó”
Me cuenta que tuvo estudios formales de Arquitectura, que los terminó, que la gente se equivoca cuando piensa que los artistas eligen el camino del arte por deslindarse de la responsabilidad de estudiar, “todo lo contrario, afirma, ser artista implica más responsabilidad. Una vez graduado, al siguiente día, si, al siguiente día literalmente, me vino a la memoria: - dónde está mi guitarra, donde dejé mi guitarra, porque yo, Miguel Jara quería ser músico, pertenecer a la Sinfónica, ser uno de esos que hace música experimental- a partir de ahí comienzo a redefinirme, comienzo a construirme cada día, recobro la memoria y después de mi guitarra me encuentro con algo nuevo, la danza, que me vino ya maduro, y que suerte que sea así porque muchas personas, por ser “viejos”, ya parecería que no tienen oportunidad de desoxidarse, de ampliarse al máximo, muscular y huesudamente, así me vino la danza, debo decir que fue el maestro Wilson Pico quien, luego de verle danzar, me raspó el corazón y sin pensar dos veces dije: ‘Eso es lo que quiero, eso es lo que andaba buscando’, y ya llevo siete años de explorar la danza, no soy un bailarín, soy un explorador, un buscador, un aprendiz. Con la danza encontré de alguna manera la totalidad de los procesos, el arte es eso, la totalidad de los procesos, pero hablar de arte es un poco abstracto, ambiguo, la danza en cambio es aprehensible y sin embargo también se esfuma por sí misma, es decir, alguien baila, se danza como la vida y quien la vio la vio, desaparece en un instante, como la poesía”.
Miguel Jara ha publicado varios libros, en ediciones reducidas, de aquellos libros que se los conoce como “libros objeto”, libros hechos por él mismo, con cartones de deshecho, con papel reciclado, con fotos tomadas por él mismo; sobre ellos comenta: “Los libros objeto tienen la peculiaridad de poseer en sí mismos un valor, una belleza, independientemente de lo que está escrito, y a veces compramos las cosas por su forma, por su significación; estamos hablando de esos libros que, de alguna manera, no son publicados, porque como se dice en el argot de los poetas, son no nacidos, incunables, inimaginables, no he querido ponerlos a consideración de ninguna editora para saber si están bien o están mal, si es publicable o no es publicable; cuando se trabaja con emoción y con cierto rigor, no es necesario que alguien te de la venia y te diga eres poeta. Yo me he emocionado al producir lo que he producido, y cuando siento que mi corazón vibra y me corre una lágrima por la mejilla, digo ya, esto vale, porque a mí me ha emocionado; pero lo cierto es que viví de eso, en el sentido literal de la palabra: más de una vez vendí un libro de esos, un libro objeto, en mil sucres, de esa época, y emocionado vi como se transfiguraba la palabra en el hecho preciso de poder llevar un pan, así sin melodrama, un pan y un litro de leche a la casa: esta es mi poesía, la he vendido y vamos a comer poesía. Esa es la parte bella de aquellos libros, los libros objeto. Lo otro, no seré yo quien diga si esa poesía es buena o es mala, creo que la poesía de todo el mundo escrita o no escrita vale la pena, porque el hecho de estar en esta vida, ya es poesía”.
Sigues escribiendo poesía?
“Muy poco, cuando fui secretario de la Asociación de Pintores de El Ejido tuve que escribir muchas cartas, pero en todas ellas siempre puse algo de poesía, eran cartas lindísimas, una vez escribí una carta a un pintor boliviano y le dije cosas bellas: del no mar que tiene Bolivia, de la necesidad de que los barcos lleguen a Bolivia, esa necesidad de que los marineros del mundo orinen abundantemente, para hacer un golfo en Bolivia, esa necesidad de que los barcos tengan a donde llegar, aunque sea al polvo de Bolivia”.
¿Y la guitarra?
¡Se me perdió! (carcajadas de los dos) ¡Otra vez se perdió! Dos veces he perdido mi guitarra, la una fue en la memoria, sí, diez años de perder la guitarra, luego de un periodo apasionante de estudiar 8 horas diarias, 2 años por lo menos, en el Conservatorio Nacional de Música, por favor, se me perdió en la memoria la guitarra, pero vino, vino de nuevo y estuvo conmigo unos 20 o 25 años, entonces trabajé a brazo partido y por nada con Raúl Arias, con la poesía de Raúl Arias, no se si lo hice bien o lo hice mal, pero la canté con sinceridad, con amor, convocado por la amistad de Raúl, irrepetible e inmensa, simple y llanamente porque hicimos un lazo entre su poesía y mi guitarra”.
Cual es el tipo de canción que te gusta, que cultivas?
“En lo personal me quedo en la canción con contenido, yo soy de los tiempos antiguos, yo me pertenezco a otra época y es bueno que sea así, por ejemplo no he logrado entrar al Internet ni me preocupa la computadora, mira, todavía escribo en una vieja Remington y no tengo celular y eso ni falta que me hace, que alivio el que la gente no sepa donde estoy, ni yo mismo se donde estoy, y no tengo celular a donde llamarme.y si me llamo, estaré desconectado”.
Ahora estoy trabajando como bibliotecario en la Biblioteca del Frente de Danza Independiente, extraño oficio, es la primera y la única oportunidad de ser dueño absoluto, o casi absoluto, mientras no me quiten las llaves, de esta biblioteca, de estos libros, que ahora son míos y serán de verdad, porque los estoy hurgando, me los estoy comiendo, entonces cuando me boten de aquí, porque así es la vida, me los iré llevando. Al estudiar la danza encuentro su lado metafórico y vuelvo a la poesía, que es la que ayuda a entender el lado oscuro de la luna, el lado izquierdo del cuerpo, la danza tiene un lado derecho y un lado izquierdo, claro danzamos porque somos derechos y la derecha es hábil para meterse en nuestra conciencia y decirnos: derecha, derecha; para ir al cielo por la derecha, para ir al baño, al fondo a la derecha; es como si la derecha estuviera en todo, hasta en las cosas más chiquitas, la derecha es una cuestión subliminal del poder, pero el lado izquierdo es el preciso, porque cuando vamos a la izquierda ahí reconocemos nuestro verdadero potencial. Es como un juego de palabras, izquierda, derecha, izquierda derecha, pero cuando hablas de política hay que ser preciso, es a la izquierda a donde tenemos que ir, así la historia presente nos diga que no, que se han derrumbado los muros, si, se derrumbaron los muros, pero todavía sigue habiendo hambre y niños que mueren de hambre”.