Por: Alfredo E. Romo Medina,
Científico ecuatoriano

Los rayos ultravioletas son detenidos casi en su totalidad por la capa de ozono, ubicada entre 60 y 20 kilómetros de altura, y que cumple la función de un ‘escudo’ que nos defiende de esta peligrosa radicación, cuyo ingreso, en cantidad mayor a lo normal, puede ocasionar cáncer a la piel y destruir los enlaces celulares que se estructuran a la vegetación terrestre, produciendo alteraciones que traerían consecuencias muy negativas para la vida en nuestro planeta.
Hay algunas evidencias de que cuando sucede una ráfaga solar vienen rayos ultravioletas en abundancia, muchos de los cuales logran atravesar aquel escudo para llegar hacia la superficie terrestre, quemando la hojarasca seca del suelo de los bosques y selvas, lo que produce enormes incendios, principalmente en los veranos de cada hemisferio y en los equinoccios; es decir, cuando la Tierra al recorrer por el espacio sideral por su órbita elíptica anual se halla más cerca del sol.
De hecho, la ciencia encuentra una relación cósmica directa entre la actividad solar y el magnetismo terrestre. En efecto, el plasma de protones y electrones que llega con el viento solar, modifica de manera notable el campo magnético que rodea la Tierra. El viento solar, luego de recorrer a gran velocidad por el espacio, choca contra la magnetósfera (capa más alta de la atmósfera) y según la intensidad con la que venga presiona sobre el campo magnético, cambiándole la forma esferoidal con que cubre la Tierra por una muy ovalada. Con el transcurso de los días, el campo magnético va recuperando su figura original.
Además, el plasma solar sigue la dirección de las líneas de fuerza del campo magnético y se deposita sobre los polos magnéticos (Norte y Sur) del planeta, que se hallan ubicados en las cercanías de los polos geográficos. Allí, la presencia de aquel material solar da origen a la formación de las denominadas auroras polares planetarias (boreales y australes, respectivamente). Considero que la función de las auroras es la de constituir una especie de capa termostática que permite mantener el mismo grado de temperatura del aire y su influencia tiende a subir la temperatura produciendo inviernos abrigados en las regiones polares de la Tierra. Hubieron períodos de gran presencia de las auroras como aconteció en el siglo XII, cuando los famosos navegantes llamados Vikingos poblaron algunos lugares en la helada Groenlandia, precisamente porque la temperatura ambiental aumentó allí en esa época.
A veces, la actividad solar también disminuye como aconteció, por ejemplo, durante el período denominado ‘Mínimo de Maunder’, nombrado así en homenaje a su descubridor, el científico Walter Maunder, quien estudió el fenómeno y pudo establecer que duró desde 1645 a 1715, es decir, 70 años en los cuales en la superficie del sol casi no hubieron las conocidas manchas solares, lo que significa que tampoco se produjeron las arqueadas protuberancias.
El Mínimo de Maunder es representativo de muchos otros mínimos de la actividad solar que ha habido a través de los tiempos. La ciencia ha reconocido que en el Mínimo de Maunder, el viento solar que vino hacia la Tierra fue muy reducido, por lo que no se formaron auroras polares. Este suceso hizo que se produzca un avance de los hielos polares hacia las regiones de clima templado. En consecuencia, las superficies territoriales del Norte de Europa, del Asia y de América estuvieron cubiertas de hielo y nieve.
La relación cósmica entre el Sol y la Tierra es evidente. Se puede afirmar que todos los acontecimientos que ocurren en el Sol tienen repercusión en la Tierra. Se ha evidenciado que los protones y electrones (con carga eléctrica positiva y negativa, respectivamente), que ingresan por los polos magnéticos de la Tierra, y las diferentes clases de radiaciones provenientes del sol influyen en las capas de la atmósfera, las mismas que experimentan cambios debido a que se combinan con los átomos atmosféricos ahí existentes.
En lo fundamental, las radiaciones solares interactúan con las capas de la atmósfera ionizándolas, es decir, induciéndoles electromagnetismo, que está relacionado con los diversos fenómenos atmosféricos: formación de tormentas eléctricas, entre otros.
Para el clima general de la Tierra hay la comprobación científica de que en la fase de mayor actividad del Sol durante cada ciclo de 11 años, existe una época de mucho calor (inviernos cálidos) en muchas regiones planetarias. Sucede lo contrario cuando el Sol atraviesa la fase de menor actividad. El clima frío invade gran parte de los continentes de la Tierra.