El pasado domingo 6 de marzo se llevó a cabo la Consulta Indígena y Popular sobre TLC, en Caldono, Inzá, Páez, Toribío, Silvia y Jambaló, municipios caucanos con alta población indígena y campesina. En la jornada, los votantes debieron elegir entre el "Sí" y el "No", ante la pregunta "¿Está usted de acuerdo con que el gobierno colombiano firme el Tratado de Libre Comercio (TLC) con el gobierno de Estados unidos?"

Una gran mayoría se definió por el No: en los seis municipios votaron 51.330 personas; el No obtuvo 50.305 votos, mientras que el Sí, 641. Entre los votantes, 45.943 eran mayores de edad; mientras que 5.387 se encontraban en el rango de 14 a 17 años de edad. Esta votación superó las expectativas. Se había calculado que máximo unas 40.000 personas votarían, teniendo en cuenta que en los seis municipios las elecciones de los actuales alcaldes municipales lograron 39.900 votos y que se contaba con una población electoral máxima registrada de 68.448 personas.

La Consulta había sido convocada por el Mandato Indígena y Popular que surgió en el Congreso Indígena Itinerante y la minga del 13 y 18 de septiembre de 2004, que reunió a más de 60.000 indígenas que marcharon desde Santander de Quilichao, en el Cauca, hasta Cali, para manifestarse contra las políticas de seguridad y económicas del presidente Álvaro Uribe Vélez. En el mandato se determinó convocar una consulta nacional sobre el TLC; consulta que, debía comenzar en los seis municipios del oriente caucano, para dar ejemplo y promover en el país la expresión pacífica y organizada de la voluntad popular.

Voto consciente y documentado

Así mismo, se demostraron los efectos de la información y el estudio en la votación. Desde hacía más de un mes, talleristas y profesores iniciaron un "barrido", o un recorrido de estudio y reflexión, en las casas, las veredas y los resguardos de los municipios que iban a participar en la consulta. Incluso los niños hicieron parte de jornadas especiales de estudio sobre el TLC y sus efectos en los pueblos y territorios de Colombia. Así mismo, las emisoras indígenas de radio jugaron un papel destacado en el proceso de preparación de las comunidades. Los comunicadores fueron los primeros en documentarse sobre el TLC y en desarrollar un trabajo de difusión, orientación y discusión. El libre comercio, la propiedad intelectual, el conocimiento tradicional, la seguridad alimentaria y la Consulta fueron los temas más recurrentes y desarrollados en las emisoras comunitarias del oriente caucano, durante el último mes.

Esta preparación previa de las comunidades también pretendió invalidar uno de los principales aliados de las negociaciones sobre el TLC: la muy débil y confusa información dirigida a la opinión pública. Se puede advertir que entre menos colombianos estén enterados de la manera como el TLC afecta su vida y los términos como está siendo negociado, habrá menos opositores y menos manifestantes en contra de la firma y la implementación de este tratado. Como explicaba una indígena de mediana edad que madrugó ese domingo para votar, "en un principio eso del TLC parecía bueno porque por ahí difundieron una cartilla que dice que habrá más empleo. Entonces la gente mestiza cree que eso será bueno, pero para nosotros los indígenas que trabajamos en el campo y por la forma que vivimos, no estamos esperando empleo y sabemos que eso en verdad afectará es a todo mundo".

Resistencia cultural contra el TLC

Durante la campaña no se hicieron largos discursos en las plazas públicas ni se regaron promesas a diestra y siniestra. Por el contrario, se advirtió a la gente que lo más probable es que su votación no serviría para prevenir ni solucionar los problemas que se avecinan, porque el gobierno nacional no ha atendido la opinión de los indígenas, los afrocolombianos y los campesinos. No obstante tales expectativas, la mayoría de las personas terminaron convencidas sobre la conveniencia de votar. Según mama Bárbara Muelas Hurtado, vice gobernadora del pueblo guambiano, "se contarán los votos y no sé qué pasará, pero parece que con eso no se va a detener la TLC. Aún así, con la votación lo que queremos es dejar también un precedente de que nosotros nunca estamos de acuerdo con esta TLC".

Sobre la Consulta, Juan Muelas, secretario general de cabildo, señaló que "éste es un gesto más simbólico que otra cosa, porque el TLC ya llegó y Colombia es consumista. Es real: existe una crisis de negación de lo nuestro. A los colombianos les encanta todo lo de afuera; pero así como a los colombianos les encanta lo de afuera a los indígenas nos encanta lo colombiano. Entonces vamos a ver los colombianos cuánto se resisten culturalmente. Porque la cultura nuestra es una fortaleza de los indígenas para luchar en contra de este TLC".

Aunque Silvia fue el último municipio alcanzado por el barrido de estudio y de preparación para la consulta, en los resguardos y las veredas no eran nuevos ni desconocidos los temas relacionados con el TLC. De acuerdo con mama Bárbara su comunidad llevaba mucho tiempo estudiando y reflexionando sobre la manera de resistir a los impactos negativos de la globalización. Según explica, "contra el TLC, nosotros los indígenas estamos con la idea de cultivar lo propio, tener semillas propias -las que hemos tenido hace siglos y siglos- y no recibir esas semillas tratadas que vienen dizque por un año, pero que se quedan para que nos toque comprarlas todos los demás años. Nosotros también seguiremos haciendo nuestros propios vestidos y nuestras cosas. Tenemos que conservar nuestra propia identidad para así seguir viviendo como pueblos indígenas".

Campaña electoral "hecha a mano y con las uñas"

Un mes atrás de la jornada de votación, el comité de comunicaciones de la Consulta Indígena y Popular frente al TLC continuaba buscando la manera de imprimir y fotocopiar volantes y afiches porque se contaba con muy poco presupuesto para "hacer campaña de votación". Así mismo, entre los archivos y centros de documentación de las organizaciones sociales populares e indígenas, se recaudaba el material impreso disponible que sirviera a las comunidades que con estudio se preparaban para la consulta. Los folletos, los plegables y las revistas que explicaban los temas relacionados con el TLC se agotaban en la medida que llegaban al Cauca.

El 6 de marzo, los letreros que anunciaban las mesas y los grupos de edades de los votantes y la mayoría de los materiales de trabajo, habían sido hechos a mano. Los recursos económicos gastados habían sido los mínimos. Incluso, después del medio día comenzaron las llamadas telefónicas porque los primeros puestos de votación advertían que los tarjetones faltaban. El presupuesto apenas había alcanzado para elaborar el número de tarjetones más cercano posible a los cálculos más optimistas sobre la cantidad de votantes que se esperaba. Pero incluso los cálculos más entusiastas eran superados.

Tampoco se contó con grandes vallas con políticos mirando desafiantes hacia el infinito. En su lugar, algunos pequeños letreros dibujados a mano y sacados en papel y fotocopias baratas, en blanco y negro, se perdían tímidos y solitarios en postes públicos alrededor de las plazas de los cascos urbanos y en algunos muros rurales.

Durante la jornada de votación, nadie se dedicó a gritar sobre la "mejor opción", los niños no llevaban globos con letreros de candidatos ni los adultos portaban camisetas con el color de su partido político. No obstante el escaso presupuesto que se invirtió en la campaña y en la jornada de consulta, la votación alcanzada fue histórica en el Cauca. Nunca antes tantas personas en la zona se habían acercado a las urnas para expresar -tan preparadas y documentadas- su opinión.

Aún así, a pesar de saber que ninguno de los dos gobiernos firmantes les había consultado y la manera como han sido ignorados los intereses, los requerimientos, las advertencias y las propuestas de indígenas, afrocolombianos y campesinos, los votantes se acercaban a las urnas en un silencio solemne, como si debieran salvar de ruidos la claridad y transparencia de su voto.

La mayoría de ellos parecía estar en una ceremonia de meditación y respeto: manos fuertes y gruesas, habituadas al trabajo en la tierra o al de la artesanía recibían -siempre con respeto y seriedad- el tarjetón de votación de papel periódico. La guardia indígena vigilaba de cerca la seguridad y la rectitud de las votaciones. En una mesa aparte y con privacidad los votantes elegían entre el "Sí" y el "No" y regresaban ante los jurados para depositar el voto en una de las urnas que eran cajas de cartón.

Muy cerca de los votantes, veedores nacionales e internacionales se encargaban de verificar la veracidad de la votación y de los resultados. Jana Silverman, estadounidense consultora sindical, quien fue una de las veedoras internacionales, con respecto a su labor en la Consulta señaló que "queremos asegurar que este sea un proceso transparente y que la gente tenga su derecho de usar su voto y su voz, porque nos preocupa que la gente no tenga ninguna participación en este proceso que nos va a afectar a todos".