Dicen fuentes, que debieran estar muy bien informadas, del grupo empresarial chileno Claro, informan que si llegaran a licitar en el ámbito portuario del Perú, lo harían naturalmente con su socio en Arica, San Dionisio Romero Seminario, el banquero de los banqueros y símbolo del poder real. ¿Saben los sureños -o prefieren hacerse, siendo chilenos, los suecos- quién es San Dionisio el conocido compinche de Vladimiro Montesinos?

Como hay que conceder que la ignorancia -o estupidez- es patrimonio no sólo de los despistados peruanos, es posible que los chilenos de Claro no sepan de qué catadura moral es San Dionisio. Tres años atrás desde las páginas de Dignidad, combativo diario de efímera existencia, denunciamos cómo San Dionisio Romero, con la complicidad de un notario piurano, se apoderó de una herencia de US$ 150 millones de dólares. Fiel a su estilo, gracias a la falsificación de documentos, él reemplazó a su padre y gestó semejante hurto. Por eso, la genuina titular de esa masa monetaria, lo tiene denunciado como a vil delincuente.

Son varias las apariciones cinematográficas de San Dionisio Romero en los vídeos junto a su compinche Vladimiro Montesinos, el maléfico asesor de Kenya Fujimori, fautores al alimón, del imperio de corrupción más abyecto de que se tenga memoria en Perú gracias al documento fílmico. ¿Qué hacía San Dionisio con Vladimiro? ¿Rezaban juntos?: ¡no! Simplemente negociaban áreas de influencia y cómo ayudarse mutuamente en las mil y un cuchipandas que se hicieron entonces a favor del grupo empresarial capitaneado por San Dionisio, siempre tan fiel y católico.

¿Sabe el grupo Claro a quién tienen de socio? ¿O son colegas de esos a quienes no importa la dignidad, la historia, la sindéresis, la ética y empujan negocios a toda costa aún lacerando o violentando las leyes? Ciertamente, también deben saber que San Dionisio Romero es tan poderoso que compra desde titulares de diarios, hasta jueces y tribunales enteros que no pueden meterlo preso para que luzca su terno a rayas confeccionado en Abbey Road con casimires de la más exquisita calidad inglesa.

En Perú hay abogángsters al servicio de San Dionisio Romero. Tiene, además, un grupo especializado en la compra de conciencias y plumas. Sus empresas colocan publicidad y todo se acalla. No hay un diario, un programa televisivo o radial que encuadre críticamente las pillerías de San Dionisio porque él es muy poderoso y .........¡temido!

Ha poco, en el ridículo más estentóreo de que se tenga memoria, una publicación ensayó la candidatura presidencial de uno de los adulones más eximios de San Dionisio Romero, Arturo Woodman Pollit, el mismo que no puede pisar la casa del susodicho porque tiene prohibida la entrada hace quince años. El empleado de marras, sí que recibe jugosas recompensas por su alfombresco desempeño. ¿Alucinó el grupo Claro que podría tener socios en Palacio de Gobierno? ¿No les fueron suficientes los desmanes producidos por Luksic y Lucchetti con Montesinos?

¿Hay que ser delincuente o rufián para hacer negocios en el Perú? Creo que no. Pero de que hay perversos y corruptos dedicados a hacer dinero de todas las formas posibles, hay certidumbre al 100%. Uno de los más tristemente célebres paradigmas de vileza y baja estofa es ¡qué duda cabe! San Dionisio Romero Seminario, el banquero de los banqueros.

¡Atentos a la historia; las tribunas aplauden lo que suena bien!

¡Ataquemos al poder; el gobierno lo tiene cualquiera!

¡Hay que romper el pacto infame y tácito de hablar a media voz!