Dos han sido los sectores de la economía que más se han servido de la revolución técnica científica en marcha desde los años 80s: el financiero y el de las comunicaciones. No es casual que así haya sido. La aplicación de los nuevos sistemas de inteligencia artificial y de la nanotecnología, así lo permiten. En el primero acelerando la circulación del dinero, automatizando e incrementando servicios y cobertura; reduciendo personal y concentrándose en menos propietarios; en el segundo, de igual manera, mejorando la señal, ampliando cobertura, permitiendo la transmisión al instante, combinando voz, texto e imagen en un solo aparato y, sin duda, concentrando el sector en muy pocos propietarios.

De la máquina de escribir con que se trabajaba a principios de los años 90s, a la computadora donde se “levantan” guiones o artículos, se editan fotos y se diseña, hay una inmensa diferencia. Qué decir de la existente entre la pesada cámara de televisión y de las grandes salas de edición enfrentadas a la sencillez de la liviana y pequeña cámara de video y la edición computarizada, con que se hacen hoy los programas de televisión. Sin olvidar las cámaras para fotos, hoy digitales, o los software para voz que permiten preparar programas de radio en pequeños espacios a la par que incursionar en la fusión de sonidos, en una combinación feliz entre lo simple y la imaginación.

Lo que era la sala de redacción de hace apenas diez años, especializada por sectores, hoy se resume en una sola donde el periodista puede hasta darse mañas para intervenir en el diseño de sus artículos. Claro, si la verticalidad de los editores lo permite. Pero la técnica lo hace factible.

En cuanto a técnicas y procesos, quien los adoptó primero fue mejorando su producto, ganando audiencia, ampliando mercado, desplazando a otros. De la mano de la informática y la internet vinieron las informaciones al instante y la ampliación de algunasmarcas por todo el mundo. Los que se conectaron sobrevivieron.

Así empezamos a ver y sufrir, durante toda la década de los años 90s unas pocas marcas y una sola manera de comunicar. De la mano de la revolución técnica científica, aliada con la concentración financiera, llegaron las transnacionales, como nunca antes lo habíamos visto.

Transformaciones que significaron en la prensa escrita, para el caso colombiano, la desaparición de algunos medios, pero más que ello, su concentración en una sola Casa, y de su mano la imposición de unos pocos intereses, de una sola forma de ver, el imperio de las fuentes institucionales y la pérdida - confusión del derecho humano fundamental a estar bien informados y a opinar con el derecho de los dueños de los medios a informar lo que les convenga. Se homogenizó, con estos cambios, la forma de escribir y de diseñar, y al final, distintos medios (a pesar de circular en ciudades diferentes y responder a diferentes administraciones) terminaron siendo uno solo. Claro, todo esto facilitado por que los periódicos dejaron de ser propuestas intelectuales y ejercicios políticos para desarrollar una u otra visión de Nación y por que los periodistas se autocensuran. Al final de estos años, los medios tan solo son empresa y los periodistas tan solo trabajadores.

En la televisión fue similar. Se impusieron los más fuertes, precisamente los que no tenían experiencia ni tradición en el sector pero que detectaron lo que significaba la revolución en marcha. Con un inmenso apalancamiento de capital y un gran poder dentro del Estado, se hacen a las frecuencias, adquieren equipos, contratan el personal necesario y empiezan a quebrar a los demás. Hoy, conectados con grandes programadoras del continente, son parte de un proceso y de una visión: reducir y eliminar las particularidades nacionales para disminuir costos e incrementar ganancias.

Estos cambios se presentaron en la radio de manera similar, aunque algunas pequeñas empresas resisten con buenas posibilidades. Las mejores experiencias de cada región son adquiridas por los dos monopolios nacionales. Su señal cada vez más diáfana y potente hace que el radioescucha se incline en algunos programas por ellos. Pero también, su comprensión de unapoblación fragmentada en regiones y gustos, especializando audiencias, lleva a que el radioescucha termine conectado con ellos por alguna parte del dial. Es innegable que durante estos últimos catorce años aprovechan los desarrollos del sector al máximo, abriendo ofertas para todos los públicos e inclusive multiplican sus “antenas” (real audio) para que los millones de emigrantes colombianos los capten en diversos rincones del mundo, logrando, a la par, alianzas y capitales en algunas metrópolis que ahora los hacen parte de un capital global, cada vez menos nacional.

Tras estos años, se concentran los medios en menos manos y los colombianos padecen la pérdida del derecho a estar bien informados imponiéndose la superficialidad y, en muchos casos, el diario ejercicio propagandístico como evidencia de la ligazón de los medios al poder dominante. Al final de una década y media de grandes transformaciones, prensa escrita, radio y televisión ya no estimulan ejercicios intelectuales y debates políticos. Ahora más que informar, entretienen.

¿Qué pasó con lo alternativo o independiente?

Los desarrollos científicos y tecnológicos que con tanta evidencia afectaron lo comercial no tuvieron proyección en el campo de los movimientos sociales y de las organizaciones partidistas de izquierda. Como si estuvieran negados por algún designio desconocido, la gran explosión vivida por la televisión comunitaria a través de la multiplicación de las antenas parabólicas, no fue pensada ni asumida desde estos sectores. Las empresas asociativas que surgieron de esta experiencia terminaron apropiadas -en su mayoría- por intereses particulares y limitadas a una programación que no se diferencia de lo que ofrecen las programadoras más fuertes, sin ninguna producción propia. Se desprecia el potencial creativo de numerosos colectivos que experimentan a riesgo propio con la cámara. Igual ocurrió con la radio comunitaria, que si bien fue licitada de manera particular por algunos procesos sociales, la norma que reinó entre estos fue el desconocimiento y el desinterés.

En el campo de la prensa escrita el único proceso surgido durante estosaños que logró sostenerse fue el liderado por desde abajo, el cual involucra, por demás, una reflexión y una acción integral, que la hace germen de una propuesta integradora y colectiva en este campo.

Pero lo más notorio fue que los desarrollos de la revolución del conocimiento en marcha y sus efectos sociales más allá de los tecnológicos, es decir, las transformaciones en las formas de relacionamiento, en los usos y consumos, no afectaron a estos sectores. Como si no se afrontara una realidad cambiante, se mantiene un acercamiento a los medios de comunicación desde lo instrumental, desconociendo su fuerza e ingrediente cultural. No es casual que los periódicos que se publican entre los movimientos sociales o las expresiones políticas, aún en los años 90s, tengan todos ellos o bien un sello partidista, reduciendo en gran medida su información al estrecho margen de los sucesos políticos y sociales de la organización partidista, o la limitación de análisis de la expresión social, urgida por dar respuesta inmediata y particular a sus activistas. En la mayoría de los casos, una u otra experiencia, se caracteriza por su discontinuidad.

Uno de los signos fundamentales que cruzan todas estas experiencias es el económico. Ninguno de los proyectos existentes logra autosuficiencia. Algunos dependen del apoyo de ONG‘s internacionales, otros de pautas ocasionales y unos pocos del voluntariado político. El sentido de empresa de nuevo tipo (colectiva, solidaria, horizontal), como camino viable para fundar un proyecto de comunicación independiente y moderno no es considerado en su debida dimensión por los interesados. La suerte corrida por la propuesta del equipo desde abajo al respecto (constituir una empresa colectiva, por acciones, como vía para resolver estratégicamente este dilema) es ejemplo patético de los limitantes que cruzan a los interesados, de la inmediatez que los afana y del poco sentido estratégico que los estimula.

Al cabo de estos años de búsqueda y trabajo, no hay cuerpo que resista otros catorce años sumergidos en el desinterés y el desprecio por los cambios en curso.