En 1956 se edita un libro que conmueve a las juventudes de América hispana durante casi dos décadas. Se titula Fábula del Tiburón y las Sardinas y su autor es el guatemalteco Juan José Arévalo (1904-1990).
Las “sardinas” son los pequeños países de América Central; el “tiburón, Estados Unidos, principal respaldo de la empresa bananera United Fruit.

Son los tiempos de la guerra fría y, aunque Fidel Castro aún no ha tomado el poder en Cuba, Arévalo es catalogado como “comunista”. El escritor, desde luego, no es comunista pero impulsa un “socialismo espiritual” que lo hace sospechoso.

Graduado como maestro de educación primaria en 1922, Arévalo obtiene diplomas en Filosofía y Ciencias de la Educación en la Universidad de La Plata (Argentina) y regresa a su país en 1934 con la idea de crear una Facultad de Filosofía y Letras. No es buen momento: gobierna el dictador Jorge Ubico, quien otorgó a la United Fruit permiso para matar y se adelantó a Benito Mussolini y Adolfo Hitler en el reconocimiento al generalísimo español Francisco Franco en su levantamiento contra la república española.

“El general Ubico no fue un déspota ilustrado, ni siquiera inteligente, ni siquiera tonto, ni siquiera mediocre o pintoresco y con alguna visión creativa, con alguna originalidad o generosidad”, escribe Luis Cardoza y Aragón en Miguel Ángel Asturias: Casi Novela (Ediciones Era, México, 1991). “No fue más que un generalote primario, incapaz y fatuo. En verdad, no fue sino un tubo digestivo con charreteras”.

El tirano -que odia a los maestros, los poetas y los periodistas- ordena la designación de Arévalo como inspector general de escuelas. Es una muestra de cinismo: el cargo, que hasta entonces no existía, convierte al recién llegado en el único inspector para todo el territorio nacional, una tarea imposible. El educador retorna a Argentina y da clases en la Universidad de Tucumán.

En 1944, Ubico termina derrocado y Arévalo es postulado candidato a la presidencia de Guatemala. Regresa en septiembre de ese año y en las elecciones de diciembre obtiene más del 86 por ciento de los votos. Después de 60 años, es el primer mandatario guatemalteco que logra cumplir su mandato constitucional (1945-1951). Claro que para lograrlo tiene que enfrentar 32 tentativas de golpe de Estado.

Considerado en su país como “el padre de la democracia”, Arévalo se despide de la presidencia con un discurso histórico: “De pie hemos llegado a este día. Guatemala ha demostrado en seis años que no hay poder humano capaz de humillar la voluntad de un pueblo cuando sus gobernantes no lo traicionan. Pueblo y gobierno juntos producen dignidad”.

Arévalo es autor de varios libros, entre los que se cuentan Viajar es Vivir (1933), La Adolescencia como Evasión y Retorno (1941), Escritos pedagógicos y filosóficos (1946), Memorias de aldea (1963), La inquietud normalista (1980), Despacho presidencial (1980) y La Argentina que yo viví (1984). Sin embargo, el más recordado sigue siendo Fábula del tiburón y las sardinas.

Este título, por cierto, ha vuelto a cobrar vigencia con la pugna electoral en el seno de la desprestigiada Organización de Estados Americanos. Las “sardinas” se le rebelaron al “tiburón” y le echaron para atrás dos candidaturas: la del salvadoreño Francisco Flores (sólo apoyado por Costa Rica, Nicaragua, El Salvador y Guatemala) y la del mexicano Luis Ernesto Derbez.

La importancia de la rebelión de las “sardinas”, que significa una novedad en la historia de la OEA desde 1948, se mide por un dato: Estados Unidos aporta el 58 por ciento de los gastos de la institución, mientras que el cardumen de los 33 países restantes se reparte el 42 por ciento.

Quizá ha llegado el momento en que el organismo recupere algo de su dignidad perdida. Durante más de tres décadas, mantuvo demasiados silencios cómplices. A pesar de que uno de los primeros principios de su Declaración establece que no se podrá hacer uso de la fuerza por parte de un país firmante en contra de otro firmante, la OEA nunca se pronunció acerca de las invasiones de Estados Unidos a Cuba (1961), República Dominicana (1965), Granada (1963), Panamá (1989) y Haití (2004).