Hay que juzgar el Tratado Constitucional por sus propios méritos y por la posibilidad o no de negociar un mejor tratado con nuestros 24 socios, pero también hay que tener en cuenta la posición de socios que no sean los de Europa, en especial, la de los Estados Unidos: ello permite comprender mejor, indirectamente, lo que representa esta Constitución. Si el texto fuera rechazado, y sobre todo por los franceses, esa noticia sería recibida con una gran burla y un sentimiento de victoria por los círculos conservadores y neoconservadores de Washington. Semejante voto debilitaría los círculos multilateralistas en provecho de los unilateralistas, pues el verdadero eje del debate no opone Europa a los Estados Unidos, sino que está desfasado y atraviesa ambas orillas del Atlántico.
En realidad, existen dos escuelas que se enfrentan. La primera predomina en Washington y reagrupa también a los círculos conservadores de Gran Bretaña o de Europa Oriental quienes exhortan a votar No. Para ellos, los Estados Unidos deben dominar al mundo, se trata de un «imperio generoso» al que sus aliados deben ayudar y seguir sin hacer preguntas. Según este concepto, las relaciones bilaterales de los Estados Unidos con los demás países predominan en la ONU y las «coaliciones a la carta» desempeñan el papel de multilateralismo. Para la segunda escuela, que reagrupa a los republicanos realistas y a la mayoría de los demócratas, los problemas de nuestro mundo globalizado, desde el terrorismo hasta el tráfico de drogas, no se pueden solucionar sin la cooperación institucionalizada. Ahora bien, esa segunda escuela, más cercana a los ideales que comparte la mayoría de los europeos, necesita de una Unión Europea que haga escuchar su voz en la escena internacional para que tenga un peso en los debates internos en los Estados Unidos y oriente a este país a la cooperación más que a la hegemonía. La correlación de fuerza interna en Washington refleja el estado del sistema internacional.
Si la Constitución es rechazada, los unilateralistas de la primera escuela serían fortalecidos. En realidad, la adopción de la Constitución no sería una varita mágica que nos daría de pronto una política unificada y coherente, pero aportaría avances tangibles que reafirmarían nuestros ideales y nuestros propios intereses, nuestra visión del mundo.

Fuente
Libération (Francia)
Libération ha seguido un largo camino desde su creación en torno del filósofo Jean-Paul Sartre hasta su adquisición por el financiero Edouard de Rothschild. Difusión: 150,000 ejemplares.

« Europe vassale ou Europe égale », por Justin Vaisse, Libération, 02 de mayo de 2005.