En el Día Mundial de la Libertad de Prensa, quienes nos dedicamos al periodismo alternativo nos encontramos ante varias disyuntivas en vista de la polémica reforma a la Ley de Telecomunicaciones como también a las limitaciones impuestas por los servidores de Internet.

De modo similar, ocurre también con el periodismo multimedial, tanto en nuestro país como en Latinoamérica, porque la línea editorial, definida por los dueños de los multimedios, suele provocar lo mismo entre los trabajadores de prensa. A esto se suma, sin dudas, las presiones desde los gobiernos en cada Estado y desde los auspiciantes de cada medio en particular.

Si bien la reforma que hemos mencionado, cuyo decreto reglamentario fue suspendido pero no derogado, afecta a la ciudadanía argentina en su derecho a la intimidad en su correspondencia, también afecta la labor informativa que se realiza a través de los e-mails porque nuestro ejercicio periodístico se basa en la Web.

Lo mismo sucede con las limitaciones respecto de la cantidad de datos a enviar, que impedirá sobremanera la difusión de la información elaborada por los medios digitales y sin contar, desde luego, con la maraña informativa de los multimedios en Internet con el deliberado fin de confundir, de informar confundiendo...

La coyuntura argentina atraviesa uno de los períodos más críticos con respecto a la libertad de prensa. En forma reciente, se ha difundido el Manual de Estilo para los periodistas que trabajan en los multimedios argentinos, el cual hace gala de un blumbergismo notable: los que reclaman no son gente, porque solamente el medio pelo, al decir de Jauretche, es la gente “decente”. Sumado a ello, nos encontramos con la profusa publicidad oficial que quita independencia editorial y condiciona las opiniones en numerosos medios; desde luego, sin contar con aquellos cuyo perfil opositor, lindante a los nostálgicos de la dictadura y a los ultracatólicos, es bastante notorio.

Entre el recuerdo de Mario Bonino y la actualidad de Julio Nudler, el periodismo argentino se encuentra ante la disyuntiva entre la censura y la desinformación. El alternativo sigue con la búsqueda incesante de la verdad y contribuyendo a neutralizar la desinformación generada por los multimedios, como también difundiendo lo que he dado en llamar “la verdad de la milanesa”; es decir, la voz de los millones de argentinos que sufren el continuismo neoliberal mientras que el ejercido desde los multimedios, condicionado y con un alto grado de autocensura, procura informar a medias o desinformar, lo cual está provocando la migración de lectores, oyentes y televidentes a los medios digitales.

Es esta misma disyuntiva, la que tiene el Imperio porque, si bien ha inventado la magia informática, no ha podido encontrar el modo de controlarlo salvo excepciones. Tal vez, lo único que puede hacer es seguir mirándonos desde los satélites...

Lo mismo puede decirse de la coyuntura latinoamericana, no tan alejada de la argentina, en vista de los sucesos en Ecuador, en Bolivia, en Perú, en Colombia y en Venezuela.

La caída de Lucio Gutiérrez, informada por los medios alternativos y desinformada por los multimedios, es el mejor ejemplo de la realidad informativa latinoamericana de estos tiempos, cuyo contraste es evidente con la realidad informativa venezolana.

En este día, el desafío está planteado y quienes ejercemos el periodismo desde los medios digitales lo tenemos al doble: seguir esclareciendo los grandes temas nacionales e internacionales y sobrevivir a la censura de las leyes de telecomunicaciones y de los servidores.

Y es el mejor homenaje que podemos hacer a quienes fueron víctimas de las dictaduras, como Rodolfo Walsh y de los títeres neoliberales, como José Luis Cabezas. Es decir, seguir siendo fieles a los postulados del buen periodismo: informar con claridad y verdad para ser voceros de las necesidades de nuestros pueblos.