La cooperación entre los países de América Latina y el Caribe, junto con la que la región drena desde el Norte industrializado, debe ser una herramienta de lucha contra la pobreza, pero requiere más recursos y definiciones, dijeron expertos reunidos en la capital venezolana por el Sistema Económico Latinoamericano (SELA).

”Problemas prioritarios, como la erradicación de la pobreza, el empleo, el crecimiento económico y el desarrollo sostenible, tienen su origen en un modelo de desarrollo particular, y por tanto las respuestas de la cooperación internacional tenderán a ser parciales y limitadas”, reconoció un estudio del SELA.

Sin embargo, la cooperación internacional ”a pesar de sus limitaciones de orden financiero, es un instrumento válido para apoyar el desarrollo de América Latina y el Caribe”, asentaron los funcionarios y expertos en el resumen de sus conclusiones.

Las corrientes netas de capital hacia la región disminuyeron de 109.000 millones de dólares en 1998 a 43.000 millones en 2004, según estudios del Banco Mundial, con saldos negativos en algunos flujos de deuda y sobre todo por la brutal caída de la inversión extranjera directa, de 74.000 a 42.000 millones de dólares.

Esta última ya es casi alcanzada por la suma de las remesas que los migrantes latinoamericanos que trabajan en Europa y América del Norte envían a sus familiares en la región.

Entretanto, la asistencia oficial al desarrollo (AOD) que llega a la región desde países del Norte industrializado promedió en el último cuatrienio 5.600 millones de dólares anuales, la mitad de lo recibido hacia 1990 y un tercio en términos reales.

La región recibe apenas 12 por ciento del total de AOD, mientras que casi dos tercios van a África y Asia, y compite con los montos que se destinan a países ex socialistas de Eurasia, más áreas de Europa y Oceanía.

En ese marco, el venezolano Roberto Guarnieri, secretario permanente del SELA, replanteó la constitución de herramientas propias de los países en desarrollo, y en particular de América Latina y el Caribe, comenzando por un fondo monetario regional, como mecanismo complementario del Fondo Monetario Internacional.

También propuso estudiar el establecimiento de un fondo de ajuste estructural que compense deficiencias de las instituciones globales para atender ajustes derivados de la apertura comercial. Y también una organización de cooperación y desarrollo económico de los países emergentes, ”una OCDE del Sur”, en alusión a la Organización de Cooperación y Desarrollo Económicos, entre cuyos 30 integrantes están todos los países industrializados.

”¿Por qué no tener una institución propia, con criterios de excelencia y con nuestra mejor gente para impulsar la cooperación Sur-Sur?”, preguntó Guarnieri.

Por su parte, el presidente venezolano Hugo Chávez ha propuesto a sus pares sudamericanos constituir un banco regional de financiación para el desarrollo ”para el que tenemos listos 100 millones de dólares”, según ha dicho en recientes foros.

La reunión de Caracas volvió a plantear el recetario regional sobre la necesidad de condonar o revertir la deuda externa de los países en desarrollo, en forma de programas sociales o de crecimiento económico, priorizar la lucha contra la pobreza y encarar la inserción comercial de la región en el mercado global.

Pero se ventiló también como tema pendiente la necesidad de que en la región se definan los modelos de desarrollo a seguir, así como los esquemas de integración.

”Hay un nuevo escenario político, con parte de los países del Mercosur (Mercado Común del Sur, formado por Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay) dirigidos por una izquierda aggiornada (actualizada) y en la región andina situaciones críticas de gobernabilidad”, advirtió el ex secretario de cooperación del gobierno peruano, Mariano Valderrama.

En ese marco ”sería conveniente que los gobiernos latinoamericanos trazaran una estrategia común para la cooperación internacional hacia la región”, pues en la práctica ”las entidades cooperantes (del Norte) imponen sus prioridades y modalidades”, sostuvo.

Valderrama propuso pasar de la actual modalidad de cooperación por proyecto y por país a otra de proyectos conjuntos entre grupos de países, los que deberían velar por que la ayuda externa esté en función de las respectivas agendas de desarrollo.

El tema fue abordado por el enviado del gobierno español, Rafael Soriano, al sostener que ”partimos de la base de que la cooperación internacional no debe dictar agendas a nadie”, en el entendido de que el objetivo principal de ese flujo de ayuda es el combate contra la exclusión y la pobreza.

Sin embargo, en el caso de América Latina, principal destino de la AOD española, Madrid establece que ”los programas que sean desarrollados se incorporen a los planes de las instituciones de los Estados, para garantizar su permanencia en el tiempo”, señaló Soriano a IPS.

España, en su apuesta por la multilateralidad, se esforzará por incrementar la AOD, de su actual nivel de 0,3 por ciento del producto bruto español a 0,5 por ciento a fines de 2008, o sea de unos 2.100 millones de dólares a unos 6.500 millones de dólares, agregó.

Casi todos los países industrializados incumplen el compromiso, adoptado en el marco de la Organización de las Naciones Unidas, de destinar a la AOD el 0,7 por ciento de su producto nacional bruto (que es el producto interno bruto más los ingresos netos procedentes del extranjero). Sólo honran esa promesa Dinamarca, Holanda, Luxemburgo, Noruega y Suecia.

Los participantes en el seminario de expertos y funcionarios acordaron sostener al SELA, organismo creado hace 30 años para impulsar la cooperación y coordinación económica de los Estados latinoamericanos y caribeños, como mecanismo de seguimiento de sus programas de cooperación entre sí y con otras regiones del Sur.

IPS