Claro que Maurice Stradling nunca creyó en la tesis oficial que explicaba que un torpedo del submarino nuclear ruso había explotado en su compartimiento. En efecto, no es necesario ser experto para saber que los misiles o torpedos modernos no pueden explotar sin activación electrónica. El ex ingeniero de la Royal Navy, especialista en torpedos, que ya había expresado este punto de vista en el documental de Jean-Michel Carré intitulado Le Koursk, un sous-marin en eaux troubles [El Kursk, un submarino en aguas turbias], continúa afirmando que la catástrofe, que provocó la muerte de 118 tripulantes del buque insignia de la flota submarina rusa en agosto del año 2000, fue producto de un torpedo MK-48 norteamericano que habría sido lanzado por el sumergible Memphis, tras el choque de otro submarino norteamericano, el Toledo, con el buque ruso que se habría preparado para responder. Esta catástrofe habría dado lugar a intensos intercambios diplomáticos entre Bill Clinton y Vladimir Putin, mientras que la prensa denunciaba la vetustez de la flota nuclear rusa y la incompetencia de las autoridades.
Desde la primera Guerra Fría, los mejores sumergibles rusos y norteamericanos se entregan constantemente al juego del ratón y el gato a fin de comprobar sus equipamientos de detección y de camuflaje, al no poder comprobarlos de otra forma.