Dicen que cuando el río suena es porque piedras trae. Y el rumor indica que el ex canciller Francisco Tudela se enrolaría al equipo del flamante secretario general de la OEA, José Miguel Insulza. Tudela es uno de esos oprobiosos y vergonzantes casos de intelectuales que alquilan sus talentos -reales o supuestos- al servicio del buen pagador. Y si es mandón, tanto mejor. ¿Es posible olvidar el rabulesco papelón que hacía Tudela al servicio del delincuente Kenya Fujimori?

Cuando fue estudiante de la Universidad Católica, Tudela fundó junto con Eduardo Figari, el posterior cabecilla de la secta católica Sodalicio de Vida Cristiano, un movimiento fascista y totalitario. Siempre fue un retrógrado de ideas ultra-conservadoras y proclive al autoritarismo. Un pariente suyo alguna vez aventuró la ridícula especie que podría ser presidente del Perú. ¡Chispas! Si hemos tenido a un japonés en la primera magistratura, ¿por qué no a un peruano bamba como Tudela?

En días pasados, Tudela, de seguro calentando el ambiente, proclamó desde Chile que este país había sido un “garante ejemplar”. Aludía sin duda a que las armas que el país sureño vendió a Ecuador durante la guerra de 1995, no fue un acto además de torpe profundamente inmoral, inconveniente y que pudo ser evitado en aras de la paz. En buena cuenta, Tudela, con la frialdad pasmosa que le caracteriza, santificó lo que a ojos del mundo sí que parece una barbaridad: vender armas, siendo garante del Tratado de 1942, al Ecuador.

¿Tiene alguna autoridad moral Francisco Tudela? Me temo que la respuesta es contundente: ¡ninguna! ¿No fue acaso el ridículo acompañante de Fujimori, en tarimas por todo el país, cuando tocaban el “baile del chino”? ¿No fue este mismo personaje uno de los propulsores de las amnistías a los sicarios que disparaban a diestra y siniestra matando inocentes en ese régimen? ¿No fue este el parlamentario que se dejaba crecer la barba cuando era presa de sus frecuentes jaquecas, sudores y crisis atroces de nervios?

Por tanto, cuanto diga, este espécimen, es cuestionable. Que Tudela quiera alquilar sus servicios es un asunto que le compete sólo a él, total, siempre incurrió en la abominable costumbre de poner sus habilidades por quien le pagara por ello. Su “química” con Fujimori le acompañará hasta el fin de sus días y nunca se podrá olvidar que fue él quien pretendió disimular los desmanes de entonces con explicaciones pseudo-intelectuales pronunciadas con su voz cadenciosa y estudiada, pero falsa y traidora.

En Perú aún no hemos aprendido a castigar a los felones y a los traidores que cobran por trabajar contra el país. Si el presidente cautivo en la Guerra del Pacífico, Francisco García Calderón escribió que quien promovía la cesión de un pedazo de tierra peruana merecía llamarse traidor a la patria, hay que apostrofar de la misma manera a quienes, obviadas las circunstancias de tiempo y lugar, hacen lo mismo desde diarios, canales, radioemisoras o revistas so pretexto de una globalización que no puede anular las nacionalidades porque estas son la reserva inacabable del cual viven los países. Los quintacolumnas, como Tudela, pretenden todo lo contrario. Y, por cierto, siempre con muy buenos premios por su aleve comisión.

¡Atentos a la historia, las tribunas aplauden lo que suena bien!

¡Ataquemos al poder, el gobierno lo tiene cualquiera!

¡Hay que romper el pacto infame y tácito de hablar a media voz!