Que el Movimiento de los Sin Tierra (MST) lucha por la reforma agraria todos sabemos. Que para el Movimiento, la Tierra no es solo, como quiere la cultura capitalista, un medio de producción, sino que es mucho más, es nuestra Casa Común, está viva, con una comunidad de vida única y que nosotros somos sus hijos e hijas con la misión de cuidar de ella y de liberarla de un sistema social consumista que la devasta, esto es lo sorprendente. Este es su mayor sueño, expresión del nuevo paradigma civilizatorio y emergente.

El Movimiento deja atrás el discurso académico que se orienta exclusivamente por la razón instrumental-analítica, funcional al modo de producción actual que está amenazando el futuro común de la Tierra y de la Humanidad. Captar esta novedad del MST y de Vía Campesina es captar su fuerza de convocatoria para Brasil y para toda la sociedad mundial.

Ellos se encuentran a la cabeza de la visión alternativa de que otra humanidad es posible. Con sus prácticas, no obstante aquí y allá, las contradicciones inherentes al proceso histórico, está mostrando su viabilidad. Basta observar, con ojo atento, lo que dicen, cómo se organizan y lo que hacen.

Las víctimas del orden vigente dan sustento a un sueño nuevo. Hace días, yo y mi compañera Marcia, que apoya al MST desde su fundación en el campamento Ronda Alta-.RS, pudimos participar en la marcha de Goiania a Brasilia. Fueron dos días de convivencia y de marcha con los 12.272 caminantes. Se precisa mucha acumulación de conciencia solidaria, de disciplina y de sentido de bien común para hacer funcionar ese proceso popular multitudinario con más perfección que una escuela de samba carioca.

No hablemos de la comida puntualísima, del montaje y desmontaje de las carpas, del agua potable abundante y del servicio sanitario. La preocupación ecológica era casi obsesiva. Si alguien, al día siguiente, quisiese saber dónde acamparon aquellas miles de personas, no sabría porque la limpieza era tan minuciosa que ni siquiera un trozo de papel quedaba atrás.

Entre los objetivos explícitos de la caminata, más allá de la reforma agraria y de la discusión de un proyecto popular para Brasil, había el de “desarrollar actividades de solidaridad para fortalecer la lucha y los sueños del pueblo”. En función de eso, por más de dos horas, a la tarde, se promovían exposiciones transmitidas por la radio interna, seguidas de grupos de discusión. A mí se me solicitó hablar sobre la nueva visión de la Tierra y cómo cuidar de ella, a la luz de las sugerencias de la Carta de la Tierra. Pasando por los grupos vi la seriedad con la que se discutía. Pero no solo eso.

La marcha se propuso “rescatar y promover la cultura brasileña a través de canciones, poemas, teatro y otras manifestaciones típicas del pueblo”. Al ser acogidos en su carpa por el grupo de Paraná (más de 800 personas), oímos canciones y poemas de rara belleza. Una estrofa decía: “oigan la armonía de igualdad del hombre pobre”. Si el sistema nos aturde, por todos los medios, con palabras “acumulación, consumo, riqueza, placer”, aquí, lo que más se oía era “solidaridad, cooperación, justicia, hombre y mujer nuevos, nueva Tierra”.

¿Quién está en el mejor camino?

Yo reflexionaba conmigo mismo: seguramente Marx, Lenin y Mao jamás pensaron en un tipo de revolución que hiciera esta síntesis tan feliz entre lucha y estudio, caminata y fiesta. Un movimiento que incorpora poesía y música será invencible. El MST nos señales que otro mundo está a punto de emerger.

ALAI