1) La información pública que “denunció” en su programa, La Ventana Indiscreta, Cecilia Valenzuela, sobre mi trabajo en el Ministerio de Relaciones Exteriores y referido exclusivamente a la confección de boletines institucionales, reedición de libros y manuales fuera de circulación hace decenios, olvida mañosamente un dato esencial que trae por los suelos la supuesta “denuncia”: no divide el monto total entre más de 12 meses de labor continua. De esa simple operación matemática se colige, que no “gano” los S/. 40 mil que “alertó” mi asidua lectora Cecilia. Respecto de los S/. 18 mil que “ganaría” de otras fuentes, es un dato que tendrá que probar la susodicha o aceptar que incurrió en una vulgar calumnia.
2) El canciller Manuel Rodríguez Cuadros no me dicta textos, artículos, ensayos, ni me dice qué debo o no escribir. Si de lo que se trata es de atacar arteramente al titular de RREE y de desacreditarlo para tumbarlo de la cartera que maneja, esa sí es una maniobra sucia de quienes se saben responsables y culpables de las acusaciones que les he puesto con nombre y apellido. Y en esto no tiene nada que ver Rodríguez Cuadros. La especie que soy un “asalariado” personal de él para atacar a quienes “disienten” de su timón en Torre Tagle, es una infamia proporcional al talante moral de sus autores o autoras como en este caso.
3) Suscribo todos y cada uno de los artículos modestos, algunos publicados en diarios y otros no, que vengo escribiendo desde hace 25 años. No me arrepiento de ninguno ni abjuro de cualquiera de ellos. Probablemente muy mal redactados, sólo presumen de franqueza y dirección frontal. Pero, muy pocos de ellos, han recibido respuesta de los mencionados en los mismos. El caso de Torre Tagle y sus inconductas es un tema que empecé a tratar desde hace un lustro en Liberación, continué en Dignidad, Pura Verdad y La Razón.
4) No es nueva la antipatía sospechosa de Cecilia Valenzuela. Como dije en el 2003, y como ocurriría con cualquier periodista, me fue ofrecida la posibilidad de dirigir La Razón. Entonces decliné y se insiste en recordar que aparentemente el presidente Toledo me habría propuesto para ese cargo, según un audio entre personas vinculadas a La Razón y al gobierno. Lo cierto es que no asumí ninguna responsabilidad en esa época y hoy se me publica, sin pago ni relación contractual de ninguna especie, un par de artículos mensuales.
5) ¿Por causa de qué reacciona con tanta virulencia la antipatria como para dedicarme larguísimos minutos en un programa televisivo, el que, supongo, me dará la ocasión de contestar en vivo y por el mismo tiempo? Hay una razón a la que invito al lector atento a analizar y es el artículo que publiqué hace pocos días denunciando la traición a la patria cometida en 1999 y por cuenta de embajadores que hoy fungen de “periodistas” o referentes morales de sus muy inmorales conductas. Juzgue usted y yo soy un humilde periodista que no tiene otra fuente que su verdad no refutada por los acusados. No sería raro que más medios se sumen a este venal ataque propalado por Cecilia Valenzuela. Pero mi soledad es mejor compañera que los pingues negocios a que están acostumbrados otros en nombre de libertades que pisotean, convirtiendo al periodismo en tapadera aberrante de múltiples traiciones y condenables engaños.
¡Hay que romper el pacto infame y tácito de hablar a media voz!
Señal de Alerta
por Herbert Mujica Rojas
15-5-2005
Valdez: ¿un perdedor dando lecciones de diplomacia?
El embajador Jorge Valdez estrenó en los últimos días su faceta de “periodista”. Dice él que es diplomático, pero quiero reconocerle dos virtudes más: cómplice de la dictadura delincuencial de Kenya Fujimori y además traidor a los intereses peruanos como ocurrió en 1999 cuando las negociaciones del Acta de Ejecución del Artículo 5to del Tratado del 3 de junio de 1929 entre Perú y Chile.
Tres eran las cuestiones pendientes con Chile en agosto de 1998 que debieron ser temas resueltos de manera indesligable y sincrónica. Es decir, todas juntas en el mismo tiempo. A saber, en primer lugar: lograr la ejecución a satisfacción del Perú del Artículo 5to del Tratado de 1929, lo que implicaba modificar el desfavorable curso de acción seguido desde 1985, cuando Allan Wagner era canciller, porque la diplomacia chilena venía haciendo trampa.
En segundo lugar: debía plantearse la cuestión de la delimitación de la frontera marítima para corregir la asimétrica práctica de los paralelos geográficos que por el sur favorecía, también, a Chile. Y en tercer lugar: atender la petición chilena de llegar a un acuerdo sobre protección de las inversiones, interesados como estaban los de La Moneda por proteger a sus connacionales en el Perú.
El Artículo 5to del Tratado entre Perú y Chile del 3 de junio de 1929, dice a la letra: “Para el servicio del Perú el gobierno de Chile construirá a su costo, dentro de los mil quinientos setenticinco metros de la bahía de Arica, un malecón de atraque para vapores de calado, un edificio para la agencia aduanera y una estación terminal para el Ferrocarril a Tacna, establecimiento y zonas donde el comercio de tránsito del Perú gozará de la independencia propia del más amplio puerto libre”.
El novísimo “periodista” Jorge Valdez, era viceministro y secretario general de la Cancillería del Perú. Además, su identificación con la dictadura fujimorista no era un asunto extraño, por el contrario lucía orgulloso semejante y cuestionable “blasón” cívico.
Es importante subrayar que estas tres cuestiones estaban vinculadas entre sí y una era rehén de la otra, al punto que se tenía conciencia en Torre Tagle que no habría acuerdo sobre ninguna de ellas si no se lograba un trato sobre las tres.
Pero, la “estrategia de negociación” fue un dechado vergonzoso de perdedores, capitaneados por Jorge Valdez porque se siguió la línea que mejor sirvió al interés de Chile. Se concluyó el Acta de Ejecución del Artículo 5to del Tratado de 1929, donde se consagró la tesis chilena. Después se concluyó el acuerdo sobre protección de inversiones que, igualmente, favorecía a Chile. Y, por último, la cuestión de delimitación marítima quedó fuera de la agenda bilateral; también para satisfacción de Chile.
Con los años y sobre el específico punto de la delimitación marítima, los capituleros y vendepatrias han insistido hasta la saciedad en promover la adhesión del Perú a la Convención del Mar de las Naciones Unidas con el pretexto que ésta servía para acordar con Chile la delimitación en el mar. Y Chile, firmante de la Convemar, ha dicho expresamente que NO usará nunca este instrumento internacional para resolver ninguna clase de problemas limítrofes con países con mar adyacente. ¿Qué país tiene mar adyacente con Chile?: ¡Perú!
En 1985 la Cancillería peruana, capitaneada por Allan Wagner Tizón, notable por haber pasado los 2 mts. de altura, “logró”, en las “negociaciones” con Chile un mini-atracadero en Arica, diferente a lo preconizado y establecido en el Artículo 5to del Tratado de 1929. Por entonces ocurrió una anécdota infame que es bueno hacer de conocimiento del público.
Las ocurrencias del encuentro entre las delegaciones peruano y chilenas se llevaron a cabo en Arica.
Una noche de francachela irresponsable y espíritus liberados por el alcohol generó un desaguisado que fue la comidilla por años de la diplomacia chilena y una vergüenza oprobiosa para la nacional. El embajador Eduardo Ponce de Vivanco (otro de los novísimos “periodistas”) perdió una carpeta con todos los documentos de la posición peruana, oficios confidenciales, cartas y comunicaciones.
Esto no fue todo. La Cancillería de La Moneda llamó al embajador peruano a Santiago y éste concurrió ignorante del motivo de la convocatoria. Entonces, se habían dado los encuentros entre las delegaciones peruano-chilenas en Arica y no existían más motivos ríspidos o de cualquier otra naturaleza. Como se sabe, que una cancillería llame a un embajador presume de un motivo sumamente importante. ¡Y que lo era! La Moneda entregó la valija perdida por Eduardo Ponce de Vivanco en Arica con todos los documentos al embajador peruano. ¡Qué tal papelón!
¿Supo el canciller Allan Wagner de este desafortunado como infame caso? Si lo supo, se calló en todos los idiomas porque nunca hubo registro escrito sobre el particular y se estableció una especie de espíritu de cuerpo que no fue otra cosa que motivo de mofa entre nuestros vecinos del sur. En el equipo de aquella época figuraban al lado de Wagner, Eduardo Ponce, Hernán Couturier y Alfonso Rivero Monsalve, este último con los años, llegaría a ser el jefe de la mafia en Torre Tagle.
El plano del desarrollo portuario propuesto por los chilenos al presidente Augusto B. Leguía, llegó a Lima en el avión Jesús del Gran Poder a fines de abril de abril de 1929. Con el golpe de agosto de 1930 y la pasividad de quien era entonces el canciller Montagne, este plano se perdió en la bóveda de Torre Tagle por ¡nada menos que 70 años!
En 1998, el embajador Félix C. Calderón, en las pesquisas para su libro El Tratado de 1929. La otra historia, logró ubicarlo y reivindicar para la información de la Cancillería lo que era, nada más y nada menos, que un instrumento valiosísimo que habría evitado los constantes y aviesos requiebros mañosos de la diplomacia chilena. Es más: lo mostró al entonces secretario general de Torre Tagle: Jorge Valdez.
Con este documento, era prácticamente imposible que las “negociaciones” siguieran el curso desfavorable que estaban siguiendo porque era la posición chilena la que prevalecía sin respuesta ni contundencia de la actitud peruana.
¿Cómo así se concluyó en 1999 el Acta de Ejecución irrespetando -o mejor dicho ignorando a sabiendas- un plano de inexcusable consulta y referencia, con Chile? ¿Puede explicar el embajador -ahora “periodista”- Jorge Valdez qué motivos le indujeron a traicionar los intereses peruanos y preferir los de otro país? ¿Cuál es la versión de los otros “negociadores” ....Pareja, Fabián Novak Pardo? ¿Por causa de qué concedieron entre gallos y medianoche una posición desfavorable al Perú?
Hoy la prensa y los medios en general, presos de una pereza criminal, se olvidan del pasado vergonzante y sucio de muchos individuos, como el caso de Jorge Valdez, y los convierten en “referentes” que pretenden dar clases de diplomacia, buena conducta, limpieza cívica y los ponen a “escribir”. ¿Qué clase de lecciones -de cualquier cosa- osarían dar Jorge Valdez, Eduardo Ponce o Alfonso Rivero Monsalve?
¿Qué categoría de prensa es aquella que cobija a malandrines que sólo han exaccionado al Fisco y mal representado al país que les pagó sus múltiples viajes y eternas torpezas contranatura?
¿Se atreverá Jorge Valdez a negar que conocía un plano que debió haber dado otro curso a los entendimientos entonces con Chile?
¡Atentos a la historia; las tribunas aplauden lo que suena bien!
¡Ataquemos al poder; el gobierno lo tiene cualquiera!
¡Hay que romper el pacto infame y tácito de hablar a media voz!
Manténgase en contacto
Síganos en las redes sociales
Subscribe to weekly newsletter