Se está produciendo en Venezuela una Revolución inédita en la historia de la humanidad, la demostración empírica de que el socialismo puede ser democrático. Sin embargo, el neofascismo imperialista de los Estados Unidos, que concibe su dictadura mediática con la verdadera democracia, asegura que cuando ellos pierden es por populismo y cuando ellos ganan es por juego limpio.

La verdad es que los medios de manipulación de las conciencias pertenecen a los golpistas y es un milagro que el pueblo venezolano no se haya dejado engañar y esté luchando por su libertad.

Simón Bolivar expulsó a los conquistadores españoles e inauguró tanto el proceso de descolonización como el panamericanismo, pero los Estados Unidos, desde que le quitaron Cuba a los españoles, tomaron el relevo de España en la colonización americana. Cuba se liberó del yugo de Batista, que la había convertido en el prostíbulo gringo por excelencia, como lo es hoy Tijuana en la frontera mexicana.

Pero el bolivarianismo fue traicionado por los criollos, como ocurrió en tantos procesos de descolonización inacabados, los hijos de los españoles nacidos en Latinoamérica tomaron el relevo de los españoles y, aliados desde entonces con los EEUU, masacraron y explotaron a su propia gente de la manera más cruel y sanguinaria. Los gringos (nombre que les pusieron los mexicanos durante su revolución y que viene de "Green go", pues los uniformes de los soldados norteamericanos eran verdes) no han dejado surgir ninguna libertad en Latinoamérica apoyando a todos los dictadores, a los grandes terratenientes y a los empresarios ladrones de todos los países.

Los venezolanos bolivarianos se están jugando la vida, su valor y temeridad es encomiable y hay que temer que, como ha ocurrido otras veces, como en el Chile de Salvador Allende, acaben matándolos y torturándolos a todos. Lo único que quiere el cuarto país productor de petróleo del mundo es que no les roben su enorme riqueza natural y les dejen vivir decentemente de lo que su propia tierra provee; pero el expolio de la riqueza de los demás, de la que vive la locomotora capitalista de Occidente, ha llevado a Irak a ser destrozado y amenaza a otro país en el que sus ciudadanos disfrutan de su petróleo, esto es, a Irán.

Para el capitalismo todo se puede discutir en el parlamento excepto una cosa, el propio sistema capitalista, de modo que no puede haber decisiones de importancia a ese nivel infraestructural y cualquier cambio resulta un simple maquillaje. Fue el combate contra el socialismo real lo que impulsó unas políticas denominadas Estados del bienestar pero basadas en la explotación de otros pueblos y es notorio como a partir de la caída de la URSS las políticas del bienestar de unos pocos mediante la explotación de los más han ido decreciendo progresivamente y lo seguirán haciendo hasta desaparecer.

El mercado, el egoísmo, la acumulación ilimitada de recursos e ingresos en manos de unos pocos, la deuda de las personas y los países de por vida, son sus verdades indiscutibles y ninguna deliberación parlamentaria, política y democrática puede discutir esos absolutos.

Para el socialismo, por tanto, habría de ser al contrario, esto es, que en un parlamento socialista todo sea discutible excepto unos principios inalienables que fuesen más allá de la hipócrita declaración de unos derechos humanos que en ningún sitio se cumplen y otorguen en la realidad y no en la buena conciencia burguesa, como mínimo lo básico para que todo ciudadano tuviese una vida material y socialmente digna. .

En un sistema socialista el reparto de la riqueza, la socialización, la cooperación, la limitación de la acumulación de recursos e ingresos, el altruismo, la garantía de que a ningún ciudadano le va a faltar el sustento sin necesidad de hipotecar su existencia entera a los caprichos de un banquero, han de ser las verdades indiscutibles sobre las que se asiente una sociedad de ciudadanos libres.

Se podría pensar que también los principios hobbesianos (ser humano depredador por naturaleza) y rousseaunianos (ser humano cooperativo por naturaleza) habrían de ser discutibles en un parlamento, pero no lo son. Si los seres humanos son buenos y malos, generosos y egoístas, ángeles y diablos, al mismo tiempo, de lo que se tratará es de apostar por promover socialmente un aspecto de la humanidad y tratar de minimizar el otro.

Lo que hace el socialismo es apostar por la cooperación, la igualdad y la generosidad, lo que hace el capitalismo es apostar por el egoísmo, la desigualdad y la avaricia. Los usureros y los que promueven y creen en que la naturaleza del hombre es voraz y maldita están extendiendo el régimen del odio, la mentira y la agresión por todo el orbe.

La hipócrita socialdemocracia dice lo contrario pero hace lo mismo que la cínica derechona, de ahí que vivamos en un bipartidismo de consecuencias económicas indiscernibles. Son malos tiempos para la verdad, el bien y la belleza, malos tiempos incluso para la veracidad, lo bueno y lo agradable, pero si alguna vez todo esto desapareciese de la faz de la tierra nos extinguiríamos sin remedio.

Aquellos que tiraron la bomba atómica y que han bombardeado Irak y Serbia con bombas enriquecidas con uranio empobrecido (condenando a la muerte y la enfermedad durante 40.000 años a los que aún no han nacido en esas tierras, como muestra con todo lujo de detalles la película de Arturo Cisneros Bagdad-Rap), aquellos que asesinaron genocidamente a todas las poblaciones indígenas de las tierras que ocuparon, los arios anglosajones protestantes de los Estados Unidos, son los novios de la muerte, aquellos que envenenan la tierra con gases y que no les importa el mañana de los demás ni de los suyos quieren que llegue la nada, puesto que a ellos les llegará la muerte y no se podrán llevar las riquezas que han robado al otro mundo, anhelan la destrucción total, son los nihilistas, los odiadores de la vida, de las fiestas, de las gentes, de la paz, de la concordia, de la amabilidad. A sus hijos sólo les enseñarán odio y será esa y no la económica su principal herencia, ¿porque qué afecto podrá dar a sus hijos quien vive de la sangre y la miseria de los demás?

Venezuela quiere sin embargo vivir, ama la vida, la fiesta, la tierra y sus gentes. No es hipócrita ni es cínica, aún le queda dignidad y con tal de que quede una pequeña brasa de alma en un individuo o en un pueblo el incendio de la revolución seguirá siendo posible y la tiranía del Capital seguirá durmiendo intranquila.

Rebelión