El próximo Congreso de la CUT se desarrolla en medio de una profunda crisis política, organizativa e ideológica del sindicalismo. Fenómenos internos y externos lo explican, exigiendo un riguroso análisis para comprenderlos pero, sobre todo, la voluntad política de superarlos. En esa medida, el Congreso es también la posibilidad de revisarse, criticarse y plantearse la construcción de alternativas de largo plazo, que coloquen al sindicalismo, principal expresión organizativa de los trabajadores, a la cabeza del movimiento social.

Las dimensiones del debate

La agenda propuesta para el Congreso no deja ver lo complejo de la situación. Según la convocatoria se discutirá sobre: estructura orgánica, situación política nacional e internacional, perspectiva del movimiento sindical y política financiera. Es una agenda optimista que sin duda se construye apoyada en las movilizaciones jalonadas por la CUT en los últimos meses, que le han permitido mantener niveles de vocería especialmente frente al problema del TLC. Sin embargo, hay debates de fondo que no se pueden esquivar.

Lo primero que salta a la vista es que la Central llega a su V Congreso en medio de una división interna que ha provocado la conformación de dos bloques, expresión de visiones dispares del quehacer sindical que se disputan su conducción. Lo cierto es que hay factores y graves problemas objetivos que ninguno de los bloques logra enfrentar con éxito. Uno de los más discutidos es el acelerado proceso de debilitamiento cuantitativo, común a todo el sindicalismo. Aunque los datos varían un poco según las fuentes, es sintomático que de los cerca de 20 millones de trabajadores existentes en el país solo estén organizados en sindicatos alrededor de un millón doscientos mil. Setecientos mil de estos en la CUT, en su mayoría maestros.

Esta precariedad se relaciona con la poca voluntad de los sindicatos para organizar a los no organizados: toda una gama de trabajadores precarizados, tercerizados y temporalizados, a los cuales en no pocas ocasiones, los sindicalizados ven como una amenaza. El problema, sin embargo, no termina ahí. Lo fundamental pasa por entender las dinámicas actuales del capital, las transformaciones ocurridas en las formas de trabajo, en las relaciones de producción, en las dinámicas de acumulación, para así ubicar las tendencias en la contradicción entre el capital y el trabajo, cuyo desarrollo debe orientar la acción sindical. ¿Por qué los sindicatos no se han preocupado por entender estas nuevas realidades y se aferran a centrar sus acciones solo en la defensa de sus afiliados y en los trabajadores formales y estables? La discusión de lo organizativo necesariamente pasa por desentrañar la realidad de los trabajadores, sus dinámicas, sus lógicas, su ubicación socio-económica y geográfica. Lo que va mucho más allá de la simple definición ¿central de trabajadores o central de masas?, discusión insulsa que obliga a preguntar: ¿No son suficientes masas 20 millones de trabajadores, como para tratar de organizar además a campesinos y demás sectores? ¿Es pertinente tratar de sindicalizar a sectores que se han construido con otras lógicas?

En el terreno de lo político aflora una discusión aparentemente superada en el ámbito internacional y es el carácter y la misión del sindicalismo. Decimos aparentemente ya que después de la caída del socialismo en la Europa oriental, el sindicalismo giró casi masivamente hacia el llamado sindicalismo de involucramiento o de cooperación. Las consignas entonces cambiaron hacia la defensa de las empresas, significando en muchos países mejoría en las condiciones económicas de los afiliados, pero provocando simultáneamente una pauperización de la mayoría de los trabajadores, mayores niveles de explotación vía productividad, y aumento en las enfermedades de origen laboral. El proyecto político de los trabajadores basado en el ideario socialista, que se oponía precisamente a estas dinámicas, se abandonó y con él, el sueño de la libertad y dignidad.

Entre nuestros sindicatos este debate asume formas interesantes: validez o no del contrato sindical, impulso y validación de las empresas asociativas y cooperativas, participación en comisiones de concertación, etc. Al mismo tiempo la crisis de los trabajadores es abrumadora: más del 70% de la población en la pobreza es un signo distintivo de esa crisis, ¿hasta dónde esta política de concertación logra mejorías en sus condiciones de vida? Y si este no es el camino, ¿por qué la izquierda no ha logrado jalonar iniciativas distintas? La crítica por el marcado corporativismo es válida para el conjunto de los sindicatos, sean estos conducidos por proyectos de derecha, centro o izquierda.

Una arista importante del debate político tiene que ver con la afiliación internacional de la Central. Es de bulto la necesidad de una acción global del trabajo contra el capital. Pero no es eso lo que se discute entre las organizaciones sindicales del norte y del sur. Las relaciones entre los sindicatos de los países industrializados y los del Tercer Mundo cada vez se asemejan más a los modelos de dependencia. Es común observar que esas relaciones están mediadas por lo económico, con gran similitud a las existentes con ONGs y agencias de cooperación. La solidaridad es importante, pero una lucha contra el capital necesita de la confrontación de los trabajadores contra las empresas en sus propios países al tiempo que ellos también construyen nuevos modelos sociales. ¿Por qué no discutir esto con ellos? ¿Por qué la falta de crítica al modelo colaboracionista que a veces campea en las organizaciones internacionales?

Finalmente y ligando lo político con el proyecto ideológico de los trabajadores, aflora la discusión sobre la reconstrucción del proyecto histórico de la clase que vive del trabajo. Ese ideario además debe estar acompañado de una renovación de los métodos de trabajo, las formas de construcción y la aplicación de la democracia, mientras simultáneamente se hace realidad la propuesta de país. Recordamos que si bien en su último congreso la CUT definió construir un Modelo de Desarrollo Democrático, esto no ha pasado de ser solo una conclusión escrita.

Surge así una de las discusiones más álgidas al interior de la Central. Desde nuestra perspectiva, esa propuesta de país no se le puede encargar a los partidos tradicionales, estén hoy o no en el poder. La CUT debe hacer realidad ese modelo con toda la población, con amplias alianzas pero siendo garante de los intereses de las clases populares. Seguramente no habrá futuro si se empeñan los proyectos de los trabajadores y de las clases populares a la dirección de quienes por años nos han llevado a la mas espantosa crisis social. La grave situación de los trabajadores y de la población exige que la CUT asuma como mínimo una posición clasista. Esto es, que defienda, oriente y trabaje por los intereses básicos de los trabajadores. Si a ello se suma un proyecto histórico pues mucho mejor, pero al parecer esa discusión aún está en ciernes.

A nuestro entender estas son las discusiones principales en vía al Congreso. Si ellas no se abordan se corre el riesgo de dar soluciones superficiales para graves problemas. Despejado el panorama, las definiciones sobre estructura, estatutos, funcionamiento, finanzas, toman sentido; de lo contrario solo se estará escondiendo lo fundamental detrás de pugnas que a las bases les parecen superficiales o meramente burocráticas.

Que se abra pues el debate. Que los trabajadores y trabajadoras lleguen al Congreso con suficiente ilustración, diagnósticos de sus organizaciones y el torno en que se mueven y alternativas para el país.