El 20 de abril de 2005 los ecuatorianos, en especial los quiteños le pusieron fin al gobierno de Lucio Gutiérrez, tercer mandatario de ese país que en los últimos siete años es expulsado mediante la lucha callejera. En los últimos días de protestas, la identidad de este pueblo, insatisfecho con el gobierno del coronel y presidente Lucio Gutiérrez, el Congreso Nacional y la Corte Suprema de Justicia se construyó alrededor de la palabra "forajidos", con la cual el Presidente quiso minimizar y despreciar a quienes exigían su renuncia. La consigna "Fuera todos" se expresó con fuerza y reflejó el deseo popular.

Las últimas horas de

Lucio en el Ecuador

El 19 de abril, la noche anterior al día definitivo, más de 150.000 personas se dirigieron hacia la presidencia, un cordón policial y otro del ejército guarnecían la meta popular. Los policías con gases lacrimógenos y bastones arremetieron contra los manifestantes. Según decían los ecuatorianos, este hecho no tenía precedentes. Los heridos y asfixiados se contaban por centenares. Lo peor ocurrió: Julio García un fotógrafo chileno que se había refugiado años atrás en el Ecuador como medio para proteger su vida de la persecución del régimen del dictador Augusto Pinochet, se convirtió en la primera victima fatal de la represión oficial.

La protesta fue intensa. Luego de las 2:00 a.m. del 20 de abril el pueblo quiteño se dirigió a sus casas. El alba llegó con titulares de prensa que denunciaban la represión vivida la noche inmediatamente anterior; la radio y los canales televisivos hacían lo propio. Sin duda alguna algo estaba cambiando con respecto a los días anteriores. Algunos jerarcas de la Iglesia Católica, en su papel neutral, trataban a través de la Radio Católica de calmar los ánimos, pidiéndole a la gente evitar salir a las calles. Sin embargo la indignación y la rabia se apoderaba de buena parte de los habitantes de la ciudad de Quito. La mañana fue llevando de nuevo a los opositores a las callas: amas de casa, niños, niñas, jóvenes, ancianos, ricos, pobres, gritaban consignas de fuera todos, lo que sumado a las bocinas de los vehículos, formaban la coral de los ’forajidos’. Por primera vez en este levantamiento, la vida cotidiana de Quito estaba alterada.

Las calles y en especial los cruces de principales vías se convertían en los puntos de llegada, de encuentro, de ilusión, de vida. En los barrios, en improvisadas asambleas la gente, el pueblo, intentaba ponerle cuerpo a la propuesta de fuera todos. En una abrir y cerrar de ojos, miles de quiteños retomaron su peregrinar hacia la presidencia, ya no lo estaban haciendo de noche, era de día. Las condiciones habían cambiado, ya no era una rebelión de tiempo libre, ya la hora había llegado. De repente, algo siguió confirmando que las cosas estaban cambiando, como solo puede ocurrir en ese país, el comandante de la Policía Nacional le pidió perdón al pueblo ecuatoriano por los hechos de la noche anterior y públicamente dimitió de su cargo. Minutos después la policía se retiró de los alrededores de la presidencia y el Ejército se quedó cara a cara con el pueblo.

Mientras esto ocurría los militares debatían entre ellos, unos estaban con Lucio otros no. Por su parte, cerca de 60 de los 100 legisladores ecuatorianos, intentan una forma jurídica de legalizar la decisión que ya había tomado el pueblo y por supuesto de mantenerse como parte del poder, a pesar de que a ellos también los habían echado -el pueblo no les perdonaba a los legisladores que hubiesen construido una gobernabilidad a cambio de prebendas, por eso una parte importante del pueblo también los quería fuera-. De pronto un helicóptero despega de la presidencia, las Fuerzas Militares le habían quitado el respaldo a Lucio, huía como solo lo saben hacer los que le deben a pueblo. De inmediato el Congreso encuentra la formula salvadora para quedar bien con todo el mundo: El Presidente es "destituido por abandono del cargo".

Una vez conocida la noticia la euforia se apoderó de Quito. En las calles el himno de ese país y los coros de los ’forajidos, al compás de la marcha de la victoria, inundan las calles; la gente se abrazaba y felicitaba y su orgullo patrio crecía. Sin embargo las voces no de descontento no cesaban, querían que también renunciara el congreso, algunos decían que era mejor quedarse frente a la presidencia, otros opinaban que se dirigieran a la sede del congreso o al lugar donde estaba legislando el congreso, otros que al edificio del Ministerio de Bienestar Social y otros tantos que al aeropuerto antes de que escapara Lucio. En fin, la gran concentración se dispersó y entre los festejos, los diferentes lugares que cubrir, una llovizna implacable y el cansancio acumulado de llevar a cuestas los roles de trabajador, estudiante o ama de casa en el día y de conspirador en la noche durante más de una semana, hicieron que la calle se quedara sola. Así llegó la noche del 20 de abril, con el ánimo en alto pero con la convicción de que faltaba mucho más.

Mientras la mayoría de la población se dispersaba, las pruebas de corrupción, de malversación de fondos por parte de Lucio Gutiérrez se reducían a cenizas: sus amigos, simpatizantes y cómplices prendían fuego a las oficinas de Ministerio de Bienestar Social, cuyos archivos albergaban la verdad de las arcas del Ecuador.

El 21 de abril, la luz del amanecer acompañada de la claridad que ya Lucio no era el presidente, dejaba una sensación ambigua. Era un logro parcial de la consigna fuera todos. Las contradicciones entre opositores eran evidentes desde la noche anterior: algunos de los manifestantes estaban conformes con la salida de Lucio pero otros querían más. Al fin estos tuvieron que ceder ante la postura moderada. Sin embargo el pueblo tenía algo claro y concreto, había alcanzado una victoria superior a los dos procesos anteriores, derrocó un Presidente, impidió su huida del país y soñaba con refundar una nación.

Pero los sucesos lejos de calmarse seguían en efervescencia. Al interior de las Fuerzas Militares la tensión era inocultable. Se fraguaba una insubordinación en el Mando. Los militares simpatizantes de Lucio se encontraban disgustados por que su amigo y ex compañero de filas no había podido salir del país (condición que pusieron para de forma unificada quitarle el respaldo), por lo que de nuevo la exigencia fue o sale Lucio o el rumbo de los acontecimientos variarían. Ante tal hecho y desconociendo las demandas legales presentadas contra el expresidente, se le autoriza salir del país. Brasil se convirtió en su destino, Sin duda alguna, un premio muy merecido y demasiado pequeño por parte del gobierno de este país, ante las abundantes concesiones de explotación petrolera dadas a Petrobras en su mandato.

Entre tanto, en decenas de barrios sus habitantes se reunían en asamblea permanentes para deliberar sobre la sociedad que desean. Su colectivización, en un ejercicio pleno de politización, prosigue luego de varios días.

Sin duda, lo único claro para los ecuatorianos es que su capacidad de movilización debe mantenerse en alto, y que el proyecto de refundar una nueva nación a través de diferentes estrategias que le devuelven a sus verdaderos destinatarios, marcará el horizonte a seguir.

¿Existe alguna diferencia práctica entre Lucio y el nuevo presidente Palacio?

Luego de prestar juramento Alfredo Palacio, el nuevo presidente de Ecuador, dejó entrever que su gabinete representaría tanto esté sentido anhelo, como el redireccionamiento del manejo de lo público.

Al segundo día de su mandato Palacio nombró a diferentes funcionarios que no hacían parte orgánica del gobierno que había concluido. En el Ministró de Economía y Finanzas nombró a Rafael Correa Delgado. Este profesor universitario en sus discursos y ensayos deja entrever grandes diferencias con la forma ortodoxa del capitalismo de manejar la economía y el estado, lo que lo alejaría de los intereses norteamericanos y de los organismos multilaterales, que son parte importante del sentir de las diferentes luchas populares que han llevado a la caída de tres presidentes.

Esto puede indicar que las cosas dan un giro. Sin embargo, un día después, luego de ser cuestionado por algunos sectores del poder político mundial, el nuevo mandatario precisó que los acuerdos internacionales se mantendrían y que su gobierno permanecería hasta el final del periodo para el cual fue elegido Lucio y él como vicepresidente, mostrando en el mejor de los casos un cambio en la forma de hacer la política, lo cual respondería parcialmente al clamor popular. No obstante, el primer discurso del nuevo Presidente, sus declaraciones y primeros nombramientos no deja totalmente claro el horizonte que tomará este gobierno.

Sin duda, lo único claro para los ecuatorianos es que su capacidad de movilización debe mantenerse en alto, y que el proyecto de refundar una nueva nación a través de diferentes estrategias que le devuelven a sus verdaderos destinatarios, marcará el horizonte a seguir.

Nota de última hora: al cierre de la presente edición se supo del exilio del director de radio La Luna Paco Velasco y su familia. Las presiones y la ausencia de garantías por parte del gobierno lo llevaron a tomar esta decisión. Se conoció, de igual manera, del nombramiento por parte del Congreso de Alejandro Serrano como vicepresidente. Sus antecedentes como colaborador con la dictadura de José María Velasco Ibarra en 1970 no vaticina nada halagüeño.

Diferencias y semejanzas

Tres presidentes derrocados por el pueblo ecuatoriano en tan sólo siete años. Sin duda este país vive un intenso proceso que aún está por culminar. Sin embargo cada derrocamiento tiene sus semejanzas y diferencias. En el de Lucio Gutiérrez son más los hechos que difieren que los que semejan.

· La movilización del pueblo se dio de forma espontánea, no obedeció a orientaciones partidistas, de movimientos, o gremios. El sujeto político que conformó esta rebelión no era el militante. No. Era una persona insatisfecha, con múltiples motivaciones, varias de ellas contrarias entre si, cuyos ejercicios individuales lograron una identidad sustantiva a través del adjetivo ’forajido’, sin unidad de cuerpo ni de mando ni con una plataforma común.

· El escenario de lucha fue la calle, más específicamente la ciudad y en especial Quito y sus lugares claves, lo que hace de esta rebelión una expresión muy urbana, aunque esto no quiere decir que no exprese el sentir de un país. A diferencia de los dos procesos anteriores, los indígenas no jugaron un papel protagónico por encontrarse divididos.

· Es de resaltar que no comprometió el proceso productivo: las vías no fueron bloqueadas, las empresas funcionaban normalmente, la educación no fue suspendida, los funcionarios del gobierno asistían a su trabajo, en fin todo funcionaba normalmente. En otras palabra, era una rebelión en el tiempo libre (exceptuando el último día), lo que muestra unas características muy particulares, confirmando a su vez que cada proceso genera sus formas de lucha.

· Una de las situaciones que produjo mayor preocupación entre participantes y observadores era la intencionalidad del Presidente de dividir el pueblo. Algo semejante había intentado Bucaram, pero no se había llevado a la práctica. En esta ocasión gobierno y policía nacional facilitaron las condiciones para que se produjera una confrontación civil, brindándole apoyo financiero y logístico a los simpatizantes o contratados por el régimen, para que se enfrentaran contra el pueblo opositor. A la postre esta maquiavélica táctica se trunco, gracias a una pronta decisión de las Fuerzas Militares.

· El papel de los medios de comunicación se hizo evidente. Su inmensa mayoría no solo en tamaño sino en capacidad de difusión se alinearon con el gobierno, solo una pequeña emisora de la FM alteró su programación: radio La Luna. Se hizo del lado de la razón, al punto que de ser un medio incipiente, se convirtió en un catalizador del inconformismo, en un verdadero medio de comunicación al permitir que fluyeran las voces del pueblo, transformándose en el centro de referencia los opositores. Posteriormente otros medios radiales hicieron lo propio y de alguna manera se alcanzó constituir una cadena alternativa. Fueron tan consientes los medios masivos del papel que cumplieron y de la pérdida de protagonismo social a que les llevó la decisión de cerrar filas alrededor del gobierno, que de un día a otro, de progobiernistas y a su vez descalificadores de las protestas populares, se convirtieron en los aliados, animadores y cómplices de los ’forajidos’.

· Aunque este levantamiento social terminó con la salida del Presidente, en está ocasión no se buscaba tumbar una cabeza sino desmontar un sistema. El pueblo ha manifestado su deseo de refundar una nación, lo que implica -según algunos participantes-, construir una nueva constitución política, un régimen político y un modelo económico, entre otro, que responda a los intereses y anhelos de la nación ecuatoriana.