¿Se puede intentar considerar lo que será la Unión Europea dentro de diez o quince años? Existen estructuras económicas europeas y tendencias de peso: desempleo de 10% desde hace veinte años; desmantelamiento sistemático de los servicios públicos; aumento de las desigualdades; incremento de la abstención y de los partidos populistas o de extrema derecha. La Constitución Europea sólo agravará esas tendencias pues institucionaliza las políticas que han llevado a esa situación. Al hacerlo, arroja a los pueblos unos contra otros. Hoy día, no hay una Europa política y no la habrá tampoco mañana con la Constitución propuesta, puesto que el texto organiza el sometimiento a las fuerzas impersonales del mercado.
La Europa de los Veinticinco se basa en cuatro conjuntos de países con intereses políticos y estratégicos profundamente divergentes:
 Gran Bretaña, ante todo atlantista, ocupa un lugar secundario en la Unión Europea y bloquea todo intento de harmonización fiscal. Durante la Guerra de Irak, apoyó a George W. Bush y bloqueó toda acción política de Europa.
 Las tres ex dictaduras fascistas (España, Portugal y Grecia), que deben mucho a la Unión Europea, aceptan todas las directrices europeas por temor a perder sus financiamientos. En la actualidad están compitiendo con los nuevos Estados miembros, y conciben a la UE como una salida útil para sus propias necesidades de desarrollo, no como una comunidad de destino.
Los nuevos miembros, sobre todos los del ex Pacto de Varsovia, quieren ante todo alejarse de Rusia y para ello, en primer lugar, se han dirigido a los Estados Unidos que les han dado un escudo militar y una «terapia de choque» ultraliberal. Durante la guerra de Irak, permanecieron fieles a Washington cuando se presentó la ocasión de una ruptura.
 La pareja francoalemana y el Benelux: aquí radica el motor de la Unión, en lo adelante ahogado en esa amalgama. La construcción institucional monstruosa de la Constitución tiene por objetivo ahogar su dinámica.
Un proyecto político que ambicione el poder necesita contar con los atributos, pero ese texto es un obstáculo para toda política económica. En los planos fiscal y social, la regla de la unanimidad en el Consejo priva a la Unión de todo medio de acción. En cuanto a la política exterior y de defensa, el Artículo I-41.7 somete la Unión Europea a la OTAN.
¿Qué queda? Nada. La Unión tiene las manos atadas y está amordazada. Si triunfa el SÍ el 29 de mayo, la UE se sumirá más aún en una crisis cuya magnitud apenas se pueda imaginar.
Esa crisis futura sólo puede acelerar el crecimiento de los movimientos nacionalistas mientras que el dumping social se incrementará. Este fin programado de la Unión Europea puede eliminarse. Al frenar esta máquina infernal, la UE podrá continuar a partir de bases más realistas.

Fuente
Le Monde (Francia)

Le Monde (Francia)
Referencia: «El fin programado de la Unión Europea», por Jacques Nikonoff, Le Monde, 23 de mayo de 2005.