Como es de público conocimiento en julio del 2000, desempeñaba interinamente el decanato del Colegio de Abogados de Lima, Martín Belaunde Moreyra, hoy embajador del Perú en Argentina. Poco después de esa fecha se llevaron a cabo los comicios y apenas por ¡100 votos! Belaunde se hizo oficialmente del decanato.

Según fuentes fidedignas, la Comisión de Fiscalización del Congreso ya habría pedido el levantamiento del secreto telefónico del despacho del decano interno del CAL de entonces, porque existe la información que desde allí se habría estado solicitando ayuda urgente y para una candidatura en particular, al Canal 4 de los Crousillat, al Canal 2 de los Winter y al Canal 5 de Shultz.

El abogado de José Francisco Crousillat anunció que su patrocinado volvería al Perú para enunciar en voz alta y ante el público peruano una serie de componendas a todo nivel y que involucrarían a múltiples políticos, hombres de empresa, militares, diplomáticos, catedráticos universitarios, abogados, burócratas de alto nivel, que habrían actuado contra los intereses del Perú. Y esto empieza a causar soponcios de desesperación en muchos sectores.

Ciertamente, aunque esto pudiera no pasar de una simple especulación, la notoriedad de la candidatura de Martín Belaunde Moreyra, se notó mucho más que las del resto por una simple causa: ¡era la única que tenía cobertura! ¿Cuál fue la razón?

Conviene precisar un detalle: Belaunde Moreyra, como embajador en Argentina, ha cometido algunos yerros crasos interviniendo en el caso de extradición de los Crousillat, su torpeza habría promovido fundamento fácil para el juez federal argentino de la causa para considerar a ese par de pillastres como perseguidos políticos, lo que también fletaría que uno de ellos, se acoja a la colaboración eficaz y el otro apelaría a la prescripción por la edad avanzada.

Hay muchas quejas acerca del desempeño del embajador Belaunde Moreyra. Dicen que es un anti-cholo típico y hasta habría hecho poco o nada por la regularización de las situaciones migratorias precarias en que vive casi un millón de compatriotas peruanos en la Argentina. Sólo esto bastaría para traerlo de las orejas a Lima y recluirlo en algún rincón.

Pero hay más. El ingenio criollo traspasa fronteras y Belaunde Moreyra habría sido motejado como el embajador astronauta porque siempre está en el espacio sideral, ajeno a cuanto ocurre en su oficina, en Argentina y, ¡por supuesto! en el Perú. Así, no sabía de la fuga de los Crousillat que tomaron las de Villadiego y fueron a parar al país donde desempeña la embajada nacional y ¡por periódico argentino! se enteró que Shultz también había hecho lo propio. Digamos que esto puede pertenecer al plano de la especulación y es pura maledicencia, pero se reitera tanto que parece un asunto muy sólido.

Hace años, volviendo de Piura, me tocó ir delante del asiento en que iba Martín Belaúnde Moreyra, cuando fungía de “zar anti-corrupción”. Sus asistentes se desgañitaban en explicarle, reiteradas y porfiadas veces, a don Martín sobre un asunto local del que Belaunde Moreyra parecía no entender y por toda respuesta se echó a dormir durante el resto de los 50 minutos restantes. Yo escuchaba consternado porque me preguntaba ¿cómo puede el país confiar en semejante individuo, obviamente discapacitado para esa o cualquier otra actividad? ¡Cosas veredes Sancho!

¡Atentos a la historia; las tribunas aplauden lo que suena bien!

¡Ataquemos al poder; el gobierno lo tiene cualquiera!

¡Hay que romper el pacto infame y tácito de hablar a media voz!