A fines de los años 90, los partidarios de la línea dura que querían un cambio de régimen en el Este encontraron un poderoso aliado en el gobierno. El nuevo presidente era conservador, antifrancés agresivo y quería hacer de su país una potencia global que no tuviera rival. Pensaba que había que volverse contra los regímenes musulmanes que eran blanco de la prensa británica. Había llegado el momento de derrocar a Tipu, el sultán de Mysore. Estábamos en 1798. Henry Dundas, acababa de ser nombrado ministro y presidente de la Compañía de Indias. Él y el gobernador general Richard Welleskey decidieron convencer a la opinión de que su propia política, destinada a derrocar a Tipu, estaba plenamente justificada.
En la prensa de aquel entonces, se presentó a Tipu como un tirano agresivo, que oprimía a su pueblo y era hostil a Gran Bretaña. Aquel experimento de fabricación del malo al que hay que combatir sirve de modelo aún en nuestros días. Hoy se sabe que Tipu era un gobernante culto, moderno y tolerante que quería unir a los príncipes ante la hostilidad británica y modernizar su país con ayuda de ingenieros franceses. Tuvo una importante participación en la instauración de un sincretismo islamo-hindú portador de tolerancia.
Esta historia recuerda la manera en que la propaganda imperialista a la antigua volvió a aparecer bajo George W. Bush y Tony Blair. A pesar de 25 años de trabajo de Edward Said, el orientalismo no ha muerto y puede contar con los editorialistas de hoy al igual que podía hacerlo con los de antes para garantizar su difusión.

Fuente
The Guardian (Reino Unido)

«An essay in imperial villain-making», por William Dalrymple, The Guardian, 24 de mayo de 2005.