En un hecho lo suficientemente inusual como para que se subraye, Porter Goss, director de la CIA, se refirió recientemente, ante los congresistas estadounidenses, a la cuestión de los asesinatos perpetrados en nombre de la «seguridad» nacional. Dijo, en efecto, que seguía reservándose la posibilidad «de recurrir a la fuerza letal, por ejemplo, en casos apropiados contra los miembros de Al Qaeda que planifican ataques contre Estados Unidos». Si se admite que la prohibición a la Agencia de realizar ese tipo de operación, expresada en la orden ejecutiva nº 12333, no está siendo respetada, específicamente después del 11 de septiembre, hay que recordar que no existe enmienda alguna que revoque esa orden. Richard Clarke, ex jefe del contraterrorismo de 1992 a 2003, constató que esa reticencia a revocar la prohibición dio lugar a «una serie de documentos muy talmúdica y algo extraña», que se interpretan evidentemente como exenciones o dispensas. Subrayó además el deseo, por parte de ciertos miembros de la comunidad de inteligencia, de que no se alargue una «hit list» de asesinatos programados, lo cual se convertiría no sólo en un castigo sino en una verdadera estrategia.