Mientras el Ecuador se “refunda” vía cartas y llamadas telefónicas al CONAM, y mientras en algunos medios de comunicación se busca resolver los problemas del país debatiendo alrededor de cómo quitarles poder a los partidos políticos (se los mete a todos en una misma bolsa) vía propuestas como la distritalización y demás reformas al “estatuto electoral”, como si esos fueran mecanismos suficientes para los trascendentales cambios que exige el país, el Ecuador continúa sufriendo la agresión alevosa a su soberanía por parte del gobierno de los Estados Unidos.

El ataque que recibió el pesquero de bandera nacional, Ochissis, por parte de marines norteamericanos el 21 de mayo anterior, se suma a la decena de casos similares -además de la misteriosa desaparición del Jorge IV en el 2002-, y se inserta dentro de la acción que esas fuerzas desarrollan al interior de nuestro territorio en su supuesta lucha contra el narcotráfico.

Por eso, más allá de la protesta escrita que presentó la Cancillería, lo que los ecuatorianos que han venido peleando en las calles desde antes y durante la caída de Lucio Gutiérrez reclaman, es la culminación unilateral del Convenio que entrega la Base Aérea de Manta a la marina yanqui. Y no se trata de caprichos o extremismos, sino de un básico sentido de defensa de nuestra dignidad ¿O queremos que nuestro territorio siga siendo un punto de avanzada en la estrategia militar de los Estados Unidos contra las fuerzas insurgentes en Colombia?

En esto, así como en las negociaciones para la firma de un Tratado de Libre Comercio con los Estados Unidos, no hay puntos medios, o se está a favor de la soberanía nacional o se está en contra de ella. Continuar en las rondas negociadoras del TLC lo único que demuestra de parte del gobierno es su decisión de continuar respetando las imposiciones de los Estados Unidos, aunque tenga al mismo tiempo en su gabinete a un Ministro de Economía que ha planteado una confrontación política inteligente y digna a los jeques del Fondo Monetario Internacional.

Si Alfredo Palacio quiere jugar a lo mismo que su antecesor y compañero de fórmula, Lucio Gutiérrez, es decir, tratar de contentar a dios y al diablo, los resultados que puede tener cuando las presiones arrecien seguro no irán en beneficio de su idea de “refundar el país”, y podrían incluso terminar en una nueva crisis política de impredecibles consecuencias.

Y no son solo los casos de la Base de Manta y el TLC los que afectan a nuestra soberanía y sobre los que el gobierno debe pronunciarse con un sentido de patria, sino también casos como la firma, por parte de Rosalía Arteaga a nombre del gobierno de Gutiérrez, del “Acuerdo sobre el manejo integrado y sostenible de los recursos hídricos transfronterizos de la cuenca del río Amazonas”, que pretende abrirle el paso a Estados Unidos para la explotación del bosque primario de la región, así como para apoderarse del agua dulce, que representa la quinta parte del líquido vital existente aún el mundo, así como de otros recursos propios de este pulmón del mundo.

También se inscribe en este cúmulo de afectaciones a nuestra soberanía la pretendida explotación petrolera en el parque natural del Yasuní, que fuera catalogado por la UNESCO como Reserva Mundial de Biosfera en el año de 1989, y que se será posible gracias a las providencias y resoluciones que han tomado el Tribunal Constitucional y el Ministerio de Ambiente sobre el tema.

Dejar que estos temas se pasen de agache, en medio del marasmo de debate sobre la “refundación del país” es, sin duda, hacerle el juego al imperialismo, pues sus intereses fundamentales se mantienen intactos.