El analfabetismo político se sorprendió cuando Guzmán saludara con el puño derecho en alto. Era previsible. Su juicio no será de connivencia, sino de ruptura. Volverá el banquillo de los acusados en tribuna acusatoria. Así ha sucedido en todos los procesos de esta naturaleza en el mundo. Por ejemplo, el comunista búlgaro Dimitrov, acusado con Van Der Lubben de incendiar el Parlamento alemán (1932), compareció ante un tribunal nazi, alzó el puño en alto, se proclamó leal a la URSS y se definió como marxista leninista. Polemizó con el mismísimo mariscal Herman Goering, presidente del Tribunal y del Reichstag. Y hasta fue absuelto y expulsado a su patria, de la que resultaría líder. Se condenó a su coacusado. El propio Goering, trece años más tarde, ante el tribunal de Nüremberg, se burló del juez norteamericano Robert Jackson, al que vapuleó con sus respuestas, reduciéndolo al ridículo y determinando que el pobre yanqui renunciara a sus pretensiones presidenciales en USA. Haya de la Torre, procesado por el juez Villa García (1932), lo manteó en sus respuestas; los apristas del 3 de octubre de 1948, igual ante los tribunales de Marina; Fidel Castro lo mismo (1953), después del asalto al cuartel Moncada, etc.

Aquí en el Perú nos hallamos con que Guzmán aparece hoy altanero, pese a haberse hundido cuando en 1992 se le hizo leer un Decreto Ley ficticio que lo condenaba a muerte al alba. Tuvo tal terror que firmó cartas traidoras dirigidas a Fujimori, reconociendo la legitimidad del nefasto 5 de abril. Evidentemente que de haber caído vivos en manos del enemigo no habrían claudicado Haya, Castro o el “Che” Guevara -cuyo asesinato se prefirió para evitar un juicio de ruptura-. ¿Por qué se ha levantado, entonces, en tono heroico Abimael Guzmán? Veamos.

Principal responsable es la Comisión de la Verdad. Igualó al Estado con Sendero Luminoso y lo reconoció como partido político. No exhortó a la reconciliación la CVR luego de atacar a los partidos, al Ejército, a la Marina, a la Iglesia. Los únicos puros son ellos. El mirlo blanco de la democracia. Pero, sobre todo, puede hablarse de reconciliación cuando un país está dividido en dos. En el Perú no aconteció eso. La CVR reconoce que los militantes senderistas en 1990 llegaban sólo a 2,782 cuando SL “alcanzaba su mayor extensión e intensidad”.

Muy bien. Eso indica que un grupúsculo se opuso a la nación. Que una taifa antagonizó con la República. Que una secta de iluminados se enfrentó al Perú. No se trata de una escisión como en la España de 1936-1939, en que la península se partió en dos: el bando republicano, democrático y de izquierda, y el bando nacional, totalitario y de ultraderecha, causando un millón de muertos. O como en los Estados Unidos, que en 1861-1865 enfrentó una guerra civil entre el norte y el sur generando medio millón de víctimas. Miles de las cuales fueron obra del genocida general norteño William Sherman, incendiario de Atlanta. Tanto en España como en los EEUU fue el virtual encuentro bélico de dos Estados. En el Perú no pasó eso.

Por eso resulta desmesurado lo que afirma la CVR en su informe (pág. 129, Cap. 1, Conclusiones sobre PCP-SL, Tomo II), cuando dice que SL violó los Convenios de Ginebra (1949). Pero, señores, esos instrumentos sólo pueden ser invocados... y violados por contrincantes legítimos.

El Estado peruano no enfrentó guerrilleros. Como ya se sabe hasta el hartazgo, la guerrilla es un fenómeno adecuable al Derecho Internacional. Tiene un jefe responsable, exhibe públicamente las armas, respeta las reglas de la guerra, controla un sector mínimo del territorio nacional. Ninguna de esas características tuvo el vesánico Sendero Luminoso. El senderismo no puede ser estimado como una fuerza beligerante. Era, para emplear el lenguaje de la legislación española, una banda armada. No era un Estado ni un cuasi Estado.

II

Pero debemos insistir un matiz sustantivo para pulsar si un affaire es o no político; el medio empleado. Si ese medio es vandálico, de peligro común, contra el derecho de gentes, no puede recibir la dignidad de delito político. Hitler era un político y orador extraordinario que ganó el poder en las urnas y algunos de sus objetivos eran también políticos: pangermanismo, denuncia del Tratado de Versalles (1919), unión con Austria, etc. Pero los métodos fueron crueles: guerra relámpago, racismo, holocausto, exterminio de los judíos. No era así político sino terrorista de Estado, razón por la cual los jerarcas nazis (Goering y otros) fueron sentenciados a la horca en Nüremberg como vulgares delincuentes comunes. Ergo, el nazismo no fue un partido político sino una asociación para delinquir.

No se le ha visto a Sendero Luminoso atacar objetivos imperialistas, ni ha intentado nada contra los grandes líderes de la casta política, ni atentado contra magnates u oligarcas. Ha sido una revolución de los pobres contra los paupérrimos. El APRA, en cambio, en su lucha revolucionaria de los años treinta, tuvo su apogeo heroico en la revolución de Trujillo (7 de julio de 1932). Un puñado de jóvenes zafreros e intelectuales asaltó el cuartel O’Donovan y venció en lucha desigual a los militares. Eso es montonera, guerrilla, pero no terrorismo. El objetivo del ataque era un cuartel. Y el medio empleado leal a las leyes de la guerra ¡Gloria a esos mártires!

III

Los yerros se perfeccionaron con la necrolatría de exhumar las tumbas de los caídos en la embajada japonesa. Que no eran guerrilleros, sino terroristas por actuar como secuestradores de civiles inocentes. Se acudió por la zurda burguesa a la torpeza de procesar a los militares que actuaron corajudamente. El mundo al revés. Por eso es que Abimael Guzmán apareció entonando un Do de pecho en la audiencia. Y se están preparando las condiciones para la invalidez de su juicio con las intromisiones que tuviera el jefe de Estado en su mensaje a propósito del puño en alto y con el absurdo nombramiento del ex magistrado Cabala, personalidad autoritaria experta en códigos pero desconocedora filosófica, sociológica e históricamente del fenómeno terrorista. ¿Ha leído algo de Marx, de Lenin; de Trosky; de Gramsci? Ni idea. ¿Conoce quiénes fueron los ashashin, los zelotes, los sicarios, los de Narodnaia Volia? ¿Sabe algo de los anarquistas, del grito nihilista “Tous sont des coupables”? ¿De los magnicidios de Lincoln; Garfield; Mc Kinley; Kennedy? ¿Del asesinato de los primeros ministros españoles Juan Prim y Prats (1870); Antonio Cánovas Del Castillo (1897); José Canalejas Méndez (1912); Eduardo Dato Iradier (1920); Carrero Blanco (1974)? ¿Ha leído a Walter Laqueur, autor de la obra más importante sobre terrorismo; a Franz Fanon, autor de Los Condenados de la Tierra? Ni idea. Será revolcado en el tribunal por el filósofo de Huamanga, autor de una tesis sobre Enmanuel Kant. Será derrotado elocuentemente como lo fue Goering por Dimitrov en 1932 o Jackson por Goering en 1945. Humillante. Pero, aquí, al revés del grito anarquista “todos son culpables”, nadie es culpable.

*Este es el titular puesto por el autor.