El asesinato de Samir Kassir, brillante intelectual y militante de la libertad en un mundo árabe que tanto reprime este valor, sumió al Líbano en el luto. Participante en la «Primavera de Beirut», Kassir hizo caso omiso del terror de los servicios de seguridad sirio-libaneses. Su pluma no tembló a pesar del acoso moral constante mientras que la mayoría de la clase política libanesa se puso bajo las órdenes del «gauleiter» sirio.
La reacción provocada por el asesinato de Rafic Hariri el pasado 14 de febrero representó para él, como para todo un pueblo, la esperanza de que la independencia, la libertad, la democracia y un Estado de derecho serían restablecidos. También soñaba con ver a los sirios librarse del reinado del Baas. Todos los que pensaban que Siria se había retirado del Líbano deben revisar su opinión. Los servicios de inteligencia sirios mantienen su presencia en el Líbano y las administraciones libanesas siguen repletas de agentes.
La salvación del Líbano es incompatible con su régimen arcaico y contaminado. Hace falta una reforma estructural radical ya que el sistema actual reposa en una corrupción generalizada y en un aparato de seguridad concebido e instalado desde hace quince años por el presidente de la República en su condición de jefe del ejército y luego de presidente, aprovechando su pertenencia a la comunidad cristiana. Ha llegado la hora de eliminar esta anomalía que consiste en un sistema de comunidades no regulado por medio de la introducción de una dosis de representación nacional basada en el mérito de las élites y no en la pertenencia comunitaria de los ciudadanos. Debemos crear partidos que sobrepasen el marco de las comunidades y modernizar la vida política. Para ello, debemos deshacernos del dinero sirio invertido en la clase política así como de los colaboradores de Damasco. Para ello, deberíamos constituir un Estado de derecho y una justicia independiente.
Antes de llegar a estas reformas fundamentales sería conveniente prestar atención a lo esencial, es decir que el retorno a la independencia y a la democracia no se vea obstaculizado por crímenes y actos de desestabilización perpetrados por los servicios de inteligencia. Es por lo tanto imperativo que el «directorio internacional» informal, creado alrededor de París, Washington, Riad y El Cairo, y controlado por el Secretario General de la ONU, siga manteniendo una estrecha vigilancia sobre el país del cedro.
El Líbano es un país convaleciente cuya democratización podría convertirse en motor impulsor para los países de la región. Sería preciso que Samir Kassir fuera el último apóstol de la libertad asesinado. El Levante carece de intelectuales de su temple, valientes, portadores de la modernidad y que se atrevan a desafiar a los aparatos de seguridad. Hay que doblar la página del terror para que los libaneses puedan proseguir su marcha hacia la libertad y la democracia. Y permitir mañana que los sirios salgan del sistema totalitario.

Fuente
Le Figaro (Francia)
Difusión: 350 000 ejemplares. Propiedad de la Socpresse (creada por Robert Hersant, hoy es propiedad del constructor de aviones Serge Dassault). Es el diario de referencia de la derecha francesa.

«La difficile convalescence du Liban», por Antoine Basbous, Le Figaro, 6 de junio de 2005.