Tras la revelación de la identidad de «Garganta Profunda», la fuente del Washington Post durante el escándalo del Watergate que hizo caer a Nixon, el ex consejero de Bill Clinton, Sydney Blumenthal, se irrita ante las reacciones de la prensa. La revelación de Mark Felt, ex número dos del FBI, dio a los medios la ocasión de autocelebrarse como cuarto poder y de recordar que hicieron caer a Nixon. En el Guardian, el autor entrega una versión muy distinta. La caída de Nixon fue organizada por responsables del FBI que temían por su puesto debido a la concentración de poderes que emanaba de la Casa Blanca. La prensa nunca fue un contrapoder en este asunto, sino que se asoció a la burocracia contra Nixon. Hoy, George Bush está construyendo la presidencia imperial con que soñaba Nixon y la prensa permanece pasiva. Peor aún, se asocia a las mentiras de Estado que permiten justificar esta política. A Blumenthal se le une en el análisis el especialista de deontología periodística Claude-Jean Bertrand en Izvestia. Los medios de difusión estadounidenses están hoy en manos de grandes grupos económicos que esperan una fuerte rentabilidad y desean atraer el poder político. Prisionera entre las lógicas comerciales de la infotainment y la docilidad obligatoria, la prensa no es ya el instrumento democrático que pretende ser.
Los medios desempeñan un importante papel en la política imperialista de los Estados Unidos. La televisión y la prensa escrita han convencido a la opinión pública de la existencia de armas de destrucción masiva en Irak contra todas las probabilidades. Hoy venden la política de «democratización» del «Gran Medio Oriente». En el Washington Post, la ex secretaria de Estado y corresponsable de la NED/CIA, Madeleine Albright, y el actual presidente de la NED, Vin Weber, también recomiendan la implementación de los medios árabes. Comentando el informe sobre la «democratización» del mundo árabe de su coautoría para el Council on Foreign Relations, verifican que los esfuerzos de Washington están minados por la mala imagen de los Estados Unidos. Recomiendan por lo tanto el desarrollo de de los medios árabes «independientes» que deberán restablecer el prestigio norteamericano. Asimismo, los autores consideran que se debe presionar a los dirigentes árabes basando la propaganda dirigida a la población en la libertad.
Sin embargo, para el intelectual Immanuel Wallerstein, entrevistado por Strana.ru, Estados Unidos se ilusiona con su política imperialista. La economía norteamericana está superendeudada y al borde del hundimiento. Washington no tiene ya los medios para su política y está al borde del abismo económico. Lamentablemente, es probable que haya regiones del mundo a las que arrastre en su caída. Asistiremos entonces a una redefinición de las alianzas internacionales para la que Rusia ya se prepara. Como quiera que sea, para el autor, los Estados Unidos no son ya capaces de llevar a cabo una nueva guerra incluso si éste es el sueño de algunos de sus dirigentes.

Por su parte, los adversarios de la guerra en Irak y de la política imperialista de Washington tratan de hacerse oír.
El ex candidato demócrata a la presidencia en 1972 (quien provocara el escándalo del Watergate), George McGovern, y el representante demócrata por Massachusetts, Jim McGovern (sin parentesco alguno), llaman a una rápida retirada de las tropas de la Coalición. Esta guerra no puede ganarse y la presencia de las fuerzas de ocupación sólo logra desarrollar la violencia en el país. Al abandonar Irak, Washington provocará quizás el caos, pero si permanece el desastre está asegurado. En el mismo diario, el ex candidato independiente a la presidencia de los Estados Unidos, Ralph Nader, y el director del sitio DemocracyRising.US, Kevin Zeese, no olvidan que esta guerra fue desencadenada a partir de una mentira. Recordando que Bill Clinton estuvo a punto de hacerse destituir por el Congreso por perjurio en una cuestión moral que le atañía sólo a él, piden al Congreso ser coherente e iniciar el procedimiento de impeachment contra el dúo Bush-Cheney.
Estos llamados, sin embargo, no encuentran eco fuera de las columnas del Boston Globe. No es el caso de la propaganda de Washington contra la resistencia iraquí. Así, Project Syndicate difunde en el Korea Herald, el Taipei Times, el Daily Star y quizás en otro mañana, una tribuna del profesor del US Army War College, Steven Metz. Pretendiendo colmar la falta de conocimiento de Washington acerca de la insurrección iraquí, recicla en su texto la propaganda más gastada: los «yihadistas» ocuparían un lugar fundamental en la resistencia, ésta estaría vinculada a Al Qaeda, no estaría animada por una voluntad de liberación nacional, sino por el nihilismo y estaría financiada por Siria y Arabia Saudita.