Cuando Suharto yace en su lecho de muerte y su sucesor al frente de Indonesia se encuentra de visita en Washington, es interesante observar los cambios ocurridos en el Extremo Oriente desde 1967. Ese año, los Estados Unidos combatían en Vietnam, China llevaba a cabo su Revolución Cultural, Suharto ascendía al poder luchando contra las guerrillas comunistas y la única democracia de la región era Japón. En nuestros días, la democracia se ha extendido ampliamente por esa región, que disfruta también de un gran crecimiento económico. Esa revolución democrática se ha producido gracias al cambio de las políticas norteamericanas orquestado por Ronald Reagan.
Ello comenzó con la revolución popular en Filipinas tras el asesinato de Benigno Aquino. Paul Wolfowitz y George P. Shultz convencieron entonces a Reagan para que dejara de apoyar a Marcos. En los dos años siguientes, los Estados Unidos exigieron la realización de reformas en Corea del Sur y en Taiwán. Esto muestra que el fomento de la democracia no es una política nueva. Crear la democracia en Asia fue difícil y caótico. Negociar las crisis del desarrollo fue una cuestión delicada. A los Estados Unidos no les resultó fácil manejar esas crisis, sobre todo porque algunos de los gobiernos electos tenían políticas contrarias a nuestros intereses. No obstante, el ejemplo indonesio permite demostrar que la democracia no es contraria a los valores asiáticos ni al Islam, tal como pretenden algunos. Y tampoco olvidemos que en la actualidad Asia es mucho más acogedora para nosotros que cuando Suharto llegó al poder.

Fuente
Wall Street Journal (Estados Unidos)

«Asia’s Democratic Values», por Francis Fukuyama, Wall Street Journal, 29 de mayo de 2005.