Tony Blair había anunciado a un electorado de izquierda británico, cuyos ánimos estaban caldeados por la guerra en Irak, su intención de hacer de África la prioridad de la cumbre del G-8 del que ocupa la presidencia. Este fin de semana, los países de esta organización anularon la pesada deuda de 18 Estados, de los que 14 son africanos, y se comprometieron a pagar en su lugar las deudas de éstos a los acreedores.
Esta decisión contribuyó a sacar a África a la luz en los medios de comunicación, pero, ¿por cuánto tiempo? El responsable de Comunicación del International Crisis Group, Andrew Stroehlein, llama a la prensa a sensibilizar al público sobre la situación en la República Democrática del Congo. En una tribuna publicada por el Christian Science Monitor y el Gulf News, invita a los periodistas a visitar dicho país y a reportar lo que allí sucede. Informados, los pueblos obligarán tal vez a sus gobiernos a brindarle ayuda.

De forma general, la cumbre del G-8 no cumplió sus promesas en cuanto a la ayuda al desarrollo destinada a África. Como cuando el tsunami en Asia, Washington es señalado por su mezquindad.
El cantante y organizador de conciertos humanitarios, Bob Geldof, expresa su satisfacción en el Times de Londres por las primeras medidas anunciadas por el G-8. Sin embargo, considera que esto no va muy lejos y pide a Tony Blair que presione a Canadá, Japón y Estados Unidos para que den más. El asesor de Kofi Annan, Jeffrey Sachs, expresa también, en el International Herald Tribune, que Washington no da señales de buena voluntad para ayudar a África y, sin embargo, dedica fortunas a su armamento. Hoy, Estados Unidos apenas dedica 3 000 millones de dólares para la ayuda a África, suma que sirve en realidad para pagar consultores estadounidenses encargados de ayudar a los países africanos. Es cierto que George W. Bush anunció un aumento de la ayuda estadounidense de 674 millones de dólares, pero esta suma, lejos de significar un aumento global, fue tomada de otro programa de ayuda.
En el otro extremo del tablero político, el ex guerrero frío [partidario de la Guerra Fría], Arnaud de Borchgrave, denuncia la inercia de los Estados Unidos en el Washington Times. Sin embargo, para el ex combatiente voluntario del régimen del apartheid en Zimbabwe, es más importante estabilizar países productores de petróleo como Nigeria o Argelia que la ayuda a África.
Acusado, George W. Bush escenificó la ayuda estadounidense a África recibiendo en Washington a cinco jefes de Estado africanos (Botswana, Ghana, Mozambique, Namibia y Níger). El Departamento de Estado se encarga de difundir la alocución pronunciada en esta ocasión. El presidente norteamericano exalta la ley estadounidense sobre la ayuda al desarrollo que condiciona la asistencia norteamericana a la apertura de los mercados de los países beneficiarios y a su docilidad. Se enfatiza igualmente en el Millenium Challenge Account, programa neocolonial que ya hemos detallado en nuestras columnas.

Observemos que este debate está basado en postulados discutibles: debido a la falta de capitales los africanos no lograrían desarrollar sus países, por lo tanto necesitarían ayuda financiera. Ahora bien, si tomamos el caso de la República Democrática del Congo, citado como emblemático por Andrew Stroehlein, se observa que este país tiene enormes riquezas minerales. El subdesarrollo no es allí la consecuencia de la falta de capitales, sino de un saqueo organizado acompañado de guerras incesantes. Más que de ayuda financiera, los Estados africanos necesitan estabilidad y soberanía política.

Por su parte, el primer ministro británico, Tony Blair, desea en Izvestia que Rusia, que sucederá al Reino Unido al frente del G-8 en 2006, prosiga el camino que él ha trazado. Sin embargo, lo esencial de su texto no está relacionado con este punto. El autor se complace en destacar que fue uno de los primeros dirigentes mundiales que se reunió con Vladimir Putin tras su toma de posesión y recuerda la fuerza de la alianza del Reino Unido y Rusia durante la Segunda Guerra Mundial. ¿Acaso estos recuerdos deben hacer olvidar que los movimientos separatistas chechenos tienen sus cuarteles generales en Londres?

El domingo 12 de junio de 2005, Rusia festejaba por oncena vez su fiesta nacional. El 12 de junio de 1990, el período de sesiones de los deputados del pueblo de la URSS aprobó una declaración sobre la soberanía del país. Ese día se convirtió en fiesta nacional en 1994. Izvestia aprovecha para preguntar a varias personalidades dónde se encuentra la independencia del país 15 años más tarde.
Para Konstantin Eggert, corresponsal de la BBC, Rusia depende ampliamente en la actualidad, principalmente, de los precios del petróleo. El ex primer ministro ruso y actual embajador en Ucrania, Viktor Chernomyrdin, afirma por su parte que Rusia es dependiente de sus vecinos de la ex área soviética, que esta dependencia es recíproca e invita al presidente ucraniano, Yushchenko, a volverse nuevamente hacia Moscú.