Hace pocos días Perú se transformó en el escenario mediático que confirmó cómo la información troca en espectáculo. No interesa, es el mensaje que se transmite subliminalmente, si hay verdad comprobable, documentos o hechos que afirmen y confirmen lo que se dice o enuncia, sólo hay imágenes, locución ad hoc y ¡distorsionada! La inmensa mayoría de medios “alertó” de posibles -e imaginarios- desmanes contra Minera Yanacocha en Cajamarca e inventó rebrotes terroristas en Espinar, Cusco, donde contamina y explota Minera Tintaya.

En el caso de Tintaya, las palmas inversas de vergüenza y complicidad contra los pobladores, las gana, de lejos, la calumniadora Cecilia Valenzuela de La Ventana Indiscreta que involucró al parlamentario Javier Diez Canseco a quien sindicó como el cabecilla de las revueltas que sólo ocurrieron en su muy bien fletado cartabón. A esta altura de los acontecimientos no caben muchas dudas que la minera se encargó, con entusiasmo, de proveerle de la información pro domo sua y claudicante que Valenzuela irradió en sus entregas dominicales.

Ciertamente Diez Canseco retrucó y dijo que los líderes sindicales “acusados” por Valenzuela, no estuvieron los días álgidos en Espinar y que, por tanto, la especie se caía por inexacta y calumniosa. Además, Javier, cuestionó su proceder y preguntó por los fondos que sufragaron la manifiesta y pública campaña que emprendió Valenzuela.

En lo referido a Yanacocha en Cajamarca, Canal N, montó un espectáculo lamentable. Y la mejor confirmación, el mentís más rotundo y categórico al muladar de mentiras que propaló ese canal de cable, lo dieron las circunstancias pacíficas, absolutamente tranquilas que acontecieron en la ciudad nor-andina. ¡Miente, miente, que algo queda! parece ser el lema de los medios devaluados de la prensa contemporánea.

Raphael Meyssan, refiriéndose a la “fábrica del consentimiento” afirma: “La salvaguarda de la ideología de la información es el método utilizado para mantener a los ciudadanos en el estado de espectadores que consienten o critican. No se puede llevar a cabo ninguna lucha democrática aceptando esa ideología que le es fundamentalmente opuesta. Para la democracia, la información -y por consiguiente «la libertad de información»- debe combatirse como ideología de servilismo. En su lugar, debemos defender la libertad de expresión que implica la relación, la acción, el compromiso.”

En efecto, los medios de comunicación peruanos, fabrican consentimientos, objetividades asentidas sin la menor crítica. Se da por hecho que si la televisión o el diario o la radio, lo enuncian, ¡entonces es cierto! Por tanto, había en marcha un rebrote del terrorismo y también un ataque a mansalva contra las mineras que representan inversiones millonarias pero míseras en sus beneficios para las grandes mayorías que laboran en esas zonas. ¿Funcionó la fábrica del consentimiento? ¡Sí y no!

La frivolidad irresponsable hace que se satanice a quien no tenga las simpatías de las empresas editoras o de las que pagan la publicidad en los canales. Los que se llaman periodistas, no son más que loros ventrílocuos de intereses financieros mucho más poderosos y las excepciones son poquísimas. Y si esto es así, no hay que llamarse a sorpresa del porqué la prensa tenga tan poca credibilidad. Y en Perú, la prensa es limeña y limeñizante, racista, sesgada, miope, profundamente envilecida y enfeudada a intereses minoritarios que ni siquiera se atreven a ampliar el espectro de sus notables beneficios hoy en mano de pandillas minúsculas que no entienden que sin el pueblo peruano, nada de lo que obtienen sería posible, así tengan máquinas y dólares. ¡Y cómo no, know how!

¡Atentos a la historia; las tribunas aplauden lo que suena bien!

¡Ataquemos al poder; el gobierno lo tiene cualquiera1

¡Hay que romper el pacto infame y tácito de hablar a media voz!