Los partidarios del «sí» en el referéndum nos presentan la canción habitual: el «sí» o el caos. ¿Y si, al contrario, fuera el «no» el que ofrece una posibilidad de rectificar la construcción de europea? La victoria del «no» en Francia significaría simplemente que los franceses desean que la construcción europea favorezca el crecimiento y el empleo, que signifique un progreso social y no un retroceso, que preserve nuestro panorama industrial y permita por fin el desarrollo de la democracia republicana en vez de la oligarquía. Esas exigencias, perfectamente razonables, son incompatibles con las reglas que nos proponen para que sean esculpidas en el mármol de la «Constitución»: dictadura de la Comisión en nombre de la supremacía de la competencia, absurdo Pacto de Estabilidad presupuestaria, Banco Central desconectado de toda influencia del sufragio universal, etc.

Alemania e Italia sufren los mismos males económicos que Francia y necesitan las mismas soluciones. Los países que acaban de hacerse miembros y nuestros socios del Sur y del Este necesitan que Europa tenga un corazón dinámico.

Pero, ese corazón es la zona euro de doce países. En su seno, el núcleo fundador de los Seis representa el 75% de la población total. Ése es el corazón del corazón. Es poderoso y relativamente homogéneo. Lo que hay que hacer es reformar la zona euro alrededor de él. Una victoria del «no» en Francia permitiría poner sobre la mesa las reformas necesarias:

 Revisión de los estatutos del Banco Central con el objetivo asignado del crecimiento.
 Flexibilización del Pacto de Estabilidad de manera que se autorice específicamente la deducción de los gastos de investigación científica del monto máximo de los déficit.
 Creación de un verdadero gobierno económico compuesto de doce miembros, capaz de tomar por mayoría calificada o reforzada una decisión en cuanto a la armonización fiscal y una convergencia social progresiva.

Hay que hacer lo contrario de lo que los fanáticos del «sí» nos proponen esculpir en mármol.

En cuanto al euro, ya es hora de ponerle un piloto al avión y de confiar la política monetaria y de cambio al «gobierno económico» así como al Banco Central. Actualmente, Europa no es ni siquiera capaz de pedir prestado para la realización de obras de gran envergadura. Con una rectificación inteligente, la zona euro debe ser el motor de Europa entera. Partiendo de ella podremos volvernos hacia los demás países y aportar ayudas regionales substanciales como contrapartida a una convergencia razonable en materia fiscal y social.

Los partidarios del «sí» afirman que sin la «Constitución» volveremos al desastroso Tratado de Niza. Sin embargo, éste está lejos de ser tan calamitoso como dicen los que lo negociaron. No trata de ser una «Constitución» irreformable, deja a Francia y Alemania una paridad en escaños y no contiene las dolorosas ambigüedades del Tratado Constitucional. Es un tratado que impone alianzas variables y que no fija para siempre las condiciones para la creación de grupos más avanzados.

Nosotros avanzaremos naturalmente hacia esos «grupos pioneros» que mencionó el presidente de la República en enero de 2004, después del fracaso de la cumbre de Roma.

El encuentro en París, hace varios días, de Schroder, Putin, Chirac y José Luis R. Zapatero constituyó, en política exterior, un feliz adelanto de lo que sería una «Europa europea» que podría ampliarse mañana con la entrada de Italia, cuando esta lo desee. Eso demuestra que tenemos que salir de la Europa de los 25 para aplicar una política independiente. No hay que acabar con la quimera de una «nación europea» que no existe y que no puede existir y aceptar que donde vive la democracia es en las naciones. Europa no debe ser una prisión de pueblos.

La victoria del «no» no pondría fin al mandato del presidente de la República, válido hasta 2007. Lo llevaría a buscar apoyo en la voluntad popular para reexaminar a fondo la construcción europea dando lugar a la reunión de dos conferencias paralelas, una de doce países con los países miembros de la zona euro, y otra con los 25. Un «no» francés provocaría un debate en toda Europa y obligaría al Partido Socialista a cambiar de dirección política. Es la oportunidad, para nuestro país, de ofrecer proposiciones renovadoras y, por tanto, de recuperar su lugar en Europa.

Fuente
Le Figaro (Francia)
Difusión: 350 000 ejemplares. Propiedad de la Socpresse (creada por Robert Hersant, hoy es propiedad del constructor de aviones Serge Dassault). Es el diario de referencia de la derecha francesa.

Le Figaro
Referencia: «Du bon usage du non», por Jean-Pierre Chevenement, Le Figaro, 23 de marzo de 2005.