La muy seria denuncia que ha expresado David Waisman aludiendo a una llamada de Robert Zoellick, el amigote norteamericano de los “negociadores” Alfredo Ferrero, ministro del TLC y Asuntos Foráneos, oficialmente de Comercio y Pablo de la Flor, a un ministro peruano y que le habría “sugerido” el alejamiento de Perú del Grupo de los 21, como ocurrió en Cancún, México en octubre del 2003, es un asunto muy delicado.

¿Tiene algo que decir Allan Wagner Tizón, notable embajador por superar los dos metros de estatura, sobre este tema que llevó a cabo, con la frivolidad que es su vida entera, Raúl Diez Canseco? Estaríase confirmando que cuando en Estados Unidos hay resfríos o coqueluches de alguna especie, en nuestros criollos pagos, se producen hecatombes y pulmonías que no dudan en mandar al demonio a Brasil país al que se había declarado socio estratégico por esos mismos meses del 2003.

Para Perú la sociedad con Brasil, tiene connotaciones fundamentales, al sur y al norte. Aquieta apetencias australes o al menos las morigera y sosiega arrebatos verbales de pirotecnia atrevida en los septentrionales. Históricamente, Chile y Ecuador han sido aliados desde siempre porque al medio había -y debe existir por muchos años más- un país con historia milenaria y cultura sobresaliente de la que formamos parte y a la que quisieran diluir y destruir otros que están muy bien pagados con ese perverso propósito.

Se pretende caricaturizar las declaraciones de Waisman y la verdad que tienen poco de anecdóticas y mucho de graves, acusatorias y reveladoras de lo que en buen romance piensa la mayoría de gente, a saber: que nuestro “equipo negociador” sólo es un hato de tecnócratas dispuestos a cualquier cosa con tal de seguir gozando del padrinazgo norteamericano y que no prima en su trabajo el lealísimo e indispensable apego a los intereses sagrados del Perú. Basta con recordar la desesperación nerviosa de que han hecho gala por firmar, “sí o sí”, el Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos.

Una pregunta simple: ¿tantas rondas, viajecitos, viáticos, para qué? El turismo oficialista peruano no sólo es repudiable sino que encima, improductivo. Porque Waisman se pregunta algo que todos hacen: ¿qué diantres hacen en Gringolandia cuando hasta el ex presidente Clinton advierte que no hay que lograr un mal negocio por prisas desesperadas? En el mejor de los casos, es un ejercicio de indignidad, bastante deplorable. ¡Y asqueroso!

La errática conducción de la política exterior peruana no viene de ahora. Es casi tradicional, sempiterna en sus yerros, contumaz en su desvarío, no pocas veces cuestionable hasta la médula. Denuncié ha poco la traición cometida por algunos embajadores, catedráticos, militares, en ocasión de las conversaciones del Acta de Ejecución de noviembre de 1999 con Chile y hasta hoy nadie se ha atrevido a cruzar el Rubicón de mi inicial propuesta condenatoria. Ciertamente, los allí aludidos, como fautores, jamás han contestado. En cambio sí alquilaron un programa de televisión para que “revelara” temas de público conocimiento. ¡Ni una sola respuesta”

De modo que lo acontecido en el 2003 con el rarísimo y súbito, como, a todas luces, torpe retiro del Perú del Grupo de los 21 en México, sí que merece una exhaustiva, directa y urticante investigación. Si el Congreso no la lleva a cabo, habrá que denunciar los intríngulis presumiblemente sucios que ocurrieron entonces para que la ciudadanía sepa qué clase de traidores son los que tiene en la cosa pública. Y lo está diciendo, nada menos que un parlamentario que también es vicepresidente y que es un empresario de esos que vienen de abajo. Otra cosa es que el miedo y la inmoralidad pretendan acallarlo ridiculizándolo o haciendo mofa de quien ha tenido gestos de tremenda valentía en un país que suele esconder sus verdades por miedo cobarde.

¡Atentos a la historia; las tribunas aplauden lo que suena bien!

¡Ataquemos al poder; el gobierno lo tiene cualquiera!

¡Hay que romper el pacto infame y tácito de hablar a media voz!