La República de Bolivia nació en 1825 bajo el estigma de la traición en el poder y de esa maldición no ha podido liberarse. Hoy existe un insólito presidente, que llegó al poder subiendo, sin proponérselo, varios peldaños de la escala constitucional y promete, a muy corto plazo terminar con la accidentada historia del país.

El juez Eduardo Rodríguez Veltze es un hombre de familia, parco y sobrio, que asumió desde la presidencia de la Corte Suprema de Justicia, después del rechazo popular a los presidentes del Senado y la Cámara de Diputados, que resultaban dudosos por pertenecer a la estirpe de políticos corruptos, factor que ha sido señalado como responsable de los problemas de la frágil democracia boliviana, que ya sobrevivió más de dos décadas de incertidumbre y anarquía sindical.

Asumió asegurando una gestión de orden y respeto por los valores democráticos en un plan de corto plazo.

La renuncia del presidente Carlos Mesa Gisbert, precipitada por las protestas populares y su propia incompetencia, reflota el estigma de la traición en la historia de ese país del corazón suramericano, pero también es una muestra más de la ausencia de una política constructiva de Washington hacia América Latina, donde se están perdiendo dos guerras paralelas: La defensa de la democracia y la lucha contra las mafias de la droga.

Mesa subió al poder en octubre del 2003, cuando una asonada provocó la fuga del entonces presidente Sánchez de Lozada, quien frente a la iracundia popular, que bloqueaba los derechos de otros ciudadanos y perjudica la economía nacional, optó por aplicar la ley por la fuerza. Una represión militar dejó varias decenas de muertos. Mesa, que era el vicepresidente, elegido por el propio Goni, a quien el influyente periodista de televisión que fue Mesa había respaldado sin ambages, se deslindó de toda responsabilidad por los muertos y esperó la sucesión constitucional para llegar él a la silla presidencial, en lo que algunos partidarios de Goni, ven hoy como una sutil traición. Esta vez, mayo del 2005, la historia le jugó una mala pasada a Mesa, que también aspiraba a ser historiador, pues los mismos movimientos populares que presionaron a Goni en oct. 2004, se volcaron contra el propio Mesa, que tomó el camino de la renuncia, chantaje presidencial que ya meses antes, ante otra crisis, le dio resultado, pues el Poder Legislativo le rechazó la renuncia, pero, cansado el país de las vacilaciones y contradicciones de Mesa, le dieron el pase al triste archivo histórico de presidentes fracasados o derrocados en Bolivia.

No es solo el laberinto interno que se propone corregir el presidente Rodríguez, sino la delicada posición internacional de Bolivia, que está quedando aislada en tiempos en que lo aconsejable es la política de integración económica regional. Pese a tener la reserva de gas más importante de Occidente, junto a Canadá y Venezuela, Bolivia no ha podido encarrilar un programa coherente de explotación, exportación e industrialización de esta cotizada fuente de energía.

Los expertos señalan que, así como en el siglo XIX el carbón fue la primera fuente de energía, el petróleo lo fue en el siglo XX y el gas, combustible mas limpio, será el preferido del siglo XXI. Se trata de una coyuntura interesante para Bolivia, que puede aprovechar de esta riqueza para salir de su sempiterna miseria.

Pero es justamente esa palabra, miseria la causa de todos los males de esa estratégica nación, muy rica en recursos naturales y empobrecida en recursos humanos. La miseria, en dos de sus principales acepciones, está matando a Bolivia. Por un lado, la pobreza extrema de gran parte de su población. Y por otro, en el sentido victorhuguiano del término, la miseria mental, el odio, el egoísmo, la mezquindad entre los mismos bolivianos.

Para poder industrializar y exportar su riqueza gasífera, Bolivia necesita una amplia e inteligente política internacional. ¿Podrá desarrollarla el presidente Rodríguez Veltze en su gestión de corto plazo?

Es un desafío titánico, pero no imposible en estos tiempos de globalización. A pesar de que en las primeras semanas de su gestión, el presidente Rodríguez ha encontrado un clima todavía confuso, particularmente en el Congreso, hay otros síntomas de una política mas dinámica, como la propuesta alianza entre un movimiento de civiles de La Paz, denominado Sin miedo, con el partido mas populoso, principalmente de campesinos, el Movimiento al Socialismo (MAS) que lidera el dirigente de los cocaleros Evo Morales.

Entretanto, las Fuerzas Armadas bolivianas se han constituido, paradójicamente, en la institución mas firme para defender la democracia. Siempre dispuesta a colaborar con el poder civil. Bajo el liderazgo silencioso e inteligente del actual presidente, esa simbiosis está evolucionando. Pero tiene que cuidarse las espaldas./BIP