El Consejo Europeo del 16 de junio de 2005 decidió hacer una «pausa» en la ratificación del Tratado Constitucional Europeo (TCE) y «abrir un período de reflexión» sobre las instituciones europeas. Los jefes de Estado y Gobierno de la Unión siguen por lo tanto las recomendaciones de los partidarios del texto que se han expresado ampliamente en la prensa durante estos días. Como siempre, es muy difícil encontrar un oponente al TCE que pueda responderles en la prensa mainstream sobre lo que es conveniente hacer en este momento. La victoria del «no» en dos referendos no ha permitido reanimar un pluralismo anémico, sino muy por el contrario. La expresión mayoritaria de los ciudadanos no encuentra su voz reflejada en la prensa.
Peor aún, los partidarios del TCE se interrogan abiertamente sobre los medios de que disponen para aplicar las principales orientaciones del Tratado contra la voluntad popular.

Para el ex presidente de la Convención Europea, Valéry Giscard d’Estaing, es necesario comprender las razones del «no» a fin de «limitar los efectos nefastos». Para ello, Le Monde le brinda ampliamente sus columnas y publica su muy larga tribuna. El ex presidente se entrega ante todo a un ejercicio retórico consistente en condenar la opción del referendo para la ratificación, aunque aceptándola en sus principios. La opción del referendo era apropiada si sólo se hubieran sometido a ratificación las Partes I y II, pero dado que también se incluía la tercera parte, era necesario priorizar la vía parlamentaria. La Parte III es demasiado compleja como para ser comprendida por los ciudadanos. En su opinión, el rechazo al TCE se debe a los argumentos «pérfidos» y «xenófobos» de los partidarios del «no» y a una inquietante estratificación francesa que lleva a las clases populares a rechazar los argumentos de las élites. Presentando un bosquejo apocalíptico del futuro de Francia en la Unión, considera sin embargo que existe una esperanza. Aplaudiendo a los «valientes» partidarios del Tratado, afirma que es en esta minoría que Francia podrá apoyarse para el redespegue de su política europea. Así, según el ex presidente de la República, después del referendo, es la opinión minoritaria la que debe ser defendida contra la opción vencedora en el escrutinio. Llama por lo tanto a la paciencia para que los franceses terminen por aceptar el texto. En resumen, habrá que volver a empezar el proceso de votación cuando el pueblo esté «listo», una extraña concepción de la soberanía popular.
En el International Herald Tribune, cuatro analistas atlantistas: Timothy Garton Ash, Michael Mertes, Dominique Moisi y Aleksander Smolar, piden al Consejo Europeo preservar aspectos del texto que les son muy preciados a pesar del rechazo francés y holandés. Para ellos, es esencial que las economías europeas sean desreguladas, que la Unión Europea tenga una política exterior común bajo la férula de Javier Solana y que prosiga la ampliación. Finalmente hay que llegar a un acuerdo sobre el presupuesto. Así, poco importan los resultados de los votos; sólo cuenta el mantenimiento de las orientaciones que tengan la bendición norteamericana. En cuanto al resto, como Valéry Giscard d’Estaing, consideran que hay que esperar. En el mismo diario, el ex comisario europeo, Frits Bolkestein, considera que la Unión Europea ha sido muy ambiciosa y propone una serie de temas para reformarla. De ello se desprende que hay que apoyarse más en los Estados y que de nada sirve por el momento desarrollar más las instituciones. Pide igualmente que se posponga la adhesión turca so pena de que sólo se cree un vasto mercado común.
En The Independent, el dirigente liberal demócrata, Charles Kennedy, estima igualmente que es urgente esperar. El doble rechazo al TCE ha demostrado que los ciudadanos desconfían de Europa, de modo que es importante tranquilizarlos y hacer la Unión más transparente. Corresponde entonces a una nueva generación de dirigentes políticos apoyarse en esta base para construir otra nueva. Sin embargo, desde ahora hay que abrir las economías (lo que era fuente de debate en Francia) y reformar la Política Agrícola Común (PAC).

Esta cuestión de la reforma de la PAC se muestra fundamental durante los últimos días en la prensa británica a partir de de la respuesta británica a las demandas de Jacques Chirac y Gerhard Schröder de revisión de la rebaja de la contribución británica al presupuesto de la UE. Esta maniobra franco-alemana puso en dificultades a Tony Blair antes de que asuma la presidencia de la Unión Europea por seis meses. El primer ministro británico hubiera podido utilizar este período para marginar a Francia debido al rechazo al TCE, pero ahora está obligado a justificar su política europea, y es lo que hace en una entrevista concedida al Figaro. Reafirma firmemente que no habrá discusión sobre la rebaja británica sin reforma de la PAC y justifica su posición comparando los beneficios obtenidos por Francia de la Unión Europea en relación con los obtenidos por el Reino Unido.
En The Independent, el ex ministro británico de Relaciones Exteriores, Denis MacShane, trata de minimizar la cuestión. No hay nada nuevo en la oposición en cuanto al presupuesto europeo, sin embargo, esta nueva crisis ilustra las dificultades de los británicos para garantizar un liderazgo en Europa. Ni los partidos políticos británicos, ni los sindicatos u ONG han desarrollado lazos en Europa que permitan reflejar las políticas y puntos de vista de Londres en los demás países.

Por otra parte, en una entrevista concedida al Figaro, la primera ministra ucraniana, Yuliya Tymoshenko, manifiesta su inquietud en cuanto al retraso en la adhesión de Ucrania que podría ocasionar el rechazo al TCE. Es del criterio de que el rechazo al texto constituye un duro golpe, pero llevará a Ucrania a trabajar más. Con palabras encubiertas, acusa a la Rusia de Putin de emplear métodos estalinistas para dominar a su país y transforma la toma del control de la economía ucraniana por parte de su clan en una operación propia. Esta entrevista fue realizada mientras se encontraba de visita en Francia para establecer asociaciones con las empresas francesas, especialmente con Gaz de France.

Parece que la cortina de hierro que impide a los medios de información trabajar en Uzbekistán sea la ocasión para todos los actores de la crisis, tanto en el país como en el extranjero, de utilizar la desinformación en la lucha por el poder y la explotación de las riquezas. Un mes después de los enfrentamientos de Andijan, aún no se ha hecho la luz sobre lo que realmente pasó ni sobre el número de víctimas.
En una entrevista a Novyie Izvestia, Barkhom Khamkhoiev, uno de los coordinadores de la emigración política uzbeka, miembro del comité central del movimiento nacional Birlik (La Unidad), afirma que el ministro ruso de Relaciones Exteriores está desinformado por el poder uzbeko. Rusia había declarado que los enfrentamientos en Uzbekistán habían sido provocados por los islamistas y algunos chechenos. Acusa igualmente a los Estados Unidos por considerar a los islamistas como una alternativa al poder actual y apoyarlos. En su opinión, las sublevaciones fueron provocadas por las autoridades que querían consolidar su poder y pasar un mensaje a Washington. Para Khamkhoiev, fue la administración Karimov la que liberó a los detenidos para atizar la violencia y luego hizo desaparecer por avión cerca de mil cadáveres con toda discreción. Considera a los rusos como aliados tradicionales, pero les aconseja no cometer el error de continuar apoyando ciegamente el poder actual so pena de perder definitivamente el país.
El Turkish Weekly publica un testimonio muy diferente de un rebelde anónimo que afirma haber participado en los sucesos de Andijan. La entrevista es tomada del sitio Ferghana.Ru, agencia de información con sede en Moscú que recibió ayuda de Georges Soros en 1999, pero que sin lugar a dudas ha tomado distancia con relación al millonario, que renunció a apoyar la oposición. Era la única agencia con corresponsales en Andijan durante los enfrentamientos de mediados de mayo, lo que valió a su corresponsal, Alexei Volossevitch, aparecer varias decenas de veces en la televisión y la radio rusas. Por el contrario, la difusión de sus materiales está prohibida en Uzbekistán. El testimonio da una visión muy diferente de los sucesos de Andijan presentada en Occidente. El entrevistado, que se hace llamar Rustam, se dice miembro de Akramia, una hermandad musulmana fundada por Akram Yuldashev y otros radicales ex miembros del Hizb ut-Tahrir. Éste cuenta cómo la insurrección fue planificada por los islamistas, que estaban armados y habían tomado rehenes en los edificios oficiales. Sin dejar de afirmar que su movimiento es pacifista, reconoce el ataque por hombres armados, precisando que no participó en el mismo. Este punto de vista está muy alejado de las descripciones de las ejecuciones masivas descritas por los medios occidentales. Declara que los miembros de su movimiento están refugiados principalmente en la frontera kirguiza y que preparan operaciones de envergadura. El anuncio de los Estados Unidos de retirar su base de Uzbekistán para transferirla a Afganistán y la recomendación a sus ciudadanos de abandonar el país podrían significar que esta hipótesis es tomada en serio por parte de Washington.
Al mismo tiempo, las negociaciones entre Karimov y los chinos, y las recientes decisiones norteamericanas, parecen comprometer seriamente el proyecto 100% estadounidense de oleoducto, tan apreciado por Sanjar Umarov, un oligarca muy próximo a los Estados Unidos ya que administra muchas de las inversiones norteamericanas en el país. En una entrevista a la publicación electrónica Tribune.uz, este influyente hombre de negocios explica su trayectoria y propone reformas de fondo para una liberalización de todos los sectores de la economía. Recientemente escribió una carta a Condolezza Rice para pedirle que interviniera más activamente en el país. Según su criterio, entregar el país a los capitales extranjeros debería resolver todos los problemas; bastaría un referendo que validara esta política. Umarov codicia el puesto de primer ministro, pero no pide necesariamente la salida del presidente, lo que hace que algunas personas digan en la oposición que se trata de un acuerdo secreto con éste.
Los intereses de la población están relegados a un segundo plano mientras no terminen la lucha de los clanes en el interior del país y el combate de las grandes potencias por el acceso a las riquezas nacionales. Lo que sí es seguro es que Uzbekistán volverá a estar en los titulares en los meses venideros.