Debilitado antes del inicio de su presidencia de la Unión Europea y ante los ataques de su antecesor en el puesto, el luxemburgués Jean-Claude Juncker, Tony Blair ha encontrado aliados en la prensa francesa para impugnar la Política Agrícola Común (PAC). Hemos leído sus argumentos de mala fe que comparan los gastos agrícolas con los de investigación. Sin embargo, éstos no pueden ser comparados pues los primeros son esencialmente del dominio comunitario mientras los segundos constituyen responsabilidad de los Estados.
Los presidentes de los grupos UMP en la Asamblea Nacional y en el Senado francés, Bernard Accoyer y Josselin de Rohan, expresan su indignación en Le Figaro contra lo que consideran la propaganda anti-Política Agrícola Común (PAC) y a la que ambicionan rehabilitar los méritos. Gracias a esta política, Europa tiene una agricultura competitiva a nivel mundial y una alimentación de alta calidad. Mostrándose más ofensivos, recuerdan que las dos mayores crisis sanitarias agrícolas europeas de los últimos años (la fiebre aftosa y las vacas locas) procedieron de Gran Bretaña.

Según la prensa francesa y una parte de la británica, el único responsable del fracaso de la cumbre de Bruselas es Jacques Chirac. Luego del rechazo al Tratado Constitucional Europeo (TCE), Francia se habría aislado un poco más durante esta reunión. Sin embargo, no hay nada en las declaraciones de los dirigentes europeos que haga pensar en este resultado. Más revelador aún, los responsables laboristas británicos se interrogan en la prensa de su país sobre el mejor medio de romper su aislamiento en el escenario europeo.
Luego del ex ministro británico de Relaciones Europeas Denis MacShane, corresponde el turno a su ex colega en la Defensa, Robin Cook, de lamentar la incapacidad británica para aglutinar a los Estados europeos alrededor de sus proyectos. En el Guardian, pide que Londres se esfuerce por presentar una imagen más tranquilizadora y, para ello, propone que el discurso dirigido a la Unión se centre más en las cuestiones sociales. Es igualmente urgente desarrollar los vínculos con las demás capitales europeas.
Sin embargo, si los británicos carecen de redes en Europa, no les faltan fuera del continente para hacer avanzar su agenda política. The Independent reproduce fragmentos del discurso del secretario general del Commonwealth, Don McKinnon, en la conferencia de embajadores de dicha organización en Ginebra. Éste ataca la PAC, retomando los argumentos del gobierno Blair, y llama a los países del Commonwealth a establecer una red de alianzas contra la política agrícola europea que no utilice las negociaciones europeas, sino la OMC.

El eurodiputado francés Verde, Alain Lipietz, se alarma en Le Monde por la crisis presupuestaria y ve en la misma la consecuencia del rechazo al Tratado Constitucional Europeo (TCE) por parte de Francia. Es de la opinión de que este rechazo ha despertado las tensiones nacionales en Europa y existe una verdadera amenaza de que se deshaga el tejido de la Unión. Llama por lo tanto al Parlamento Europeo a estudiar el problema y a construir un proyecto que permita la reactivación de Europa, esta vez con el apoyo de los pueblos.
El historiador y economista, Immanuel Wallerstein, analiza en Al-Ahram el rechazo al Tratado Constitucional Europeo (TCE). Considera que el «no» en el referendo francés es ante todo una acumulación de opiniones diversas que emanan de los euroescépticos y de la izquierda altermundialista, y del que hoy Washington se regocija. Si el movimiento altermundialista quiere capitalizar esta victoria, debe igualmente jugar con una estrategia delicada contra los dos otros grupos que aplauden el «no». Debe tomar distancia con respecto a los euroescépticos y apostar por una evolución de las relaciones geopolíticas no demasiado favorable a Washington.
El antiguo jefe de la KGB y ex primer ministro ruso, Evgueni Primakov, responde a una entrevista en Gazeta SNG. Considera que Rusia tiene una visión demasiado ingenua de la acción que debe llevar a cabo en los Estados de la antigua área soviética y ve la política norteamericana de forma caricaturesca. Washington no escoge sistemáticamente el campo del poder y de la oposición, sino que mantiene relaciones con ambos y luego, en los momentos clave, apoya al grupo que más le interesa. Es lo que hace actualmente Estados Unidos en Uzbekistán. Piensa, sin embargo, que Washington juega con fuego en el caso de las ex repúblicas soviéticas al asociarse a los islamistas en Uzbekistán o al verse tentado a romper el pacto tácito de no integrar nunca a las ex repúblicas soviéticas a la OTAN. No obstante, considera que Estados Unidos no dará este paso. Como se puede observar, este pacto ya fue violado cuando los países bálticos se integraron a la Alianza Atlántica. Además, con fingida ingenuidad, Primakov se asombra de que Washington financie la oposición a Putin dado que las elecciones fueron democráticas.
El miembro de los servicios de inteligencia israelíes, Reuven Daniel, apoya a Islam Karimov en Ha’aretz. Para él, las potencias occidentales desempeñan un peligroso papel al debilitar a quien debe considerarse un aliado contra el integrismo islámico. Al situarse en un contexto de choque de civilizaciones, el autor no concibe que las potencias occidentales abandonen a Karimov en beneficio de grupos musulmanes más radicales.