Hace unas semanas se informó de la entrega de una veintena de reales o supuestos miembros de una fracción guerrillera del ELN en Antioquia, del llamado frente Héroes de Anorí. Pocos días después, algunos medios de comunicación informaron de un comunicado del ELN en el cual desmentían la desmovilización de dicho frente y hablaban de la traición y entrega de unos guerrilleros. Más allá de qué fue realmente lo sucedido, sin duda es una oportunidad para reflexionar acerca de lo que puede estar sucediendo con esta organización guerrillera luego de la ruptura de los acercamientos con el gobierno colombiano con la facilitación mexicana.

En primer lugar es importante señalar que ha habido una gran especulación acerca de la situación interna de esta guerrilla y aún más de la probable tendencia decreciente de sus miembros. Haciendo la salvedad acerca de la incertidumbre que conllevan las cifras de miembros de estas organizaciones irregulares, que son simples estimativos, el hecho es que las propias cifras que maneja el Ministerio de Defensa no permiten darle credibilidad a esta tesis. El Mindefensa estima que el ELN en 1990 contaba con 2300 miembros, en 1995 con 2600, en 1999 con 4415, en 2003 con 4500 y en 2004 con 3655. Otros organismos de seguridad del Estado manejan otras cifras bastante diferentes, lo cual simplemente reafirma el carácter muy estimativo de las mismas y por consiguiente la dificultad de darles mayor confiabilidad. Por ello, más que desgastarnos en cálculos muy inciertos, tratemos de hacer una valoración más cualitativa acerca de lo que podrían ser escenarios de situación del ELN.

El primero sería aquel en el cual el ELN se encontrara en un franco proceso de disolución, lo cual significaría varios elementos: una progresiva pérdida de sus efectivos (por deserción, captura o muerte en combates); la no disponibilidad de recursos económicos para sobrevivir y peor aún para reproducir y ampliar sus estructuras, con lo cual se podrían encontrar en situación de penuria; estarían progresivamente aislados de la población civil en las áreas en que actúan sus frentes; y estarían, por todo lo anterior, con una moral de combate baja y por consiguiente con una mínima capacidad de maniobra política. En el caso de este escenario se estaría frente a una guerrilla al borde de la capitulación, que en el mejor de los casos podría buscar que fuera honrosa y en esa medida no tendría sentido hablar de procesos de negociación.

El segundo sería el de la subordinación progresiva a las FARC. Se trataría de una situación en la cual habría una creciente dependencia política y sobretodo militar de esta otra guerrilla, lo cual implicaría dos posibilidades: o bien ser subsumidos por las FARC en un proceso de absorción total, o bien su crecimiento y/o estabilización con el apoyo financiero y logístico de las FARC, lo cual lo convertiría en un a especie de ‘organización de fachada’ de esta guerrilla. Si este fuera el escenario, el ELN se encontraría sin ningún margen de autonomía política para plantear iniciativas de negociación y dependería de las que proponga y desarrolle las FARC.

El tercero es el de una situación de estabilidad, que implicaría, como es de público conocimiento por el comunicado conjunto de las dos organizaciones de 2003, la existencia de una alianza política con las FARC, pero con niveles de autonomía de cada una de ellas; se trataría de una guerrilla que, si bien ha recibido golpes militares y políticos de las Fuerzas Armadas, mantiene en lo estratégico sus estructuras y sobretodo la capacidad de maniobra; tienen algunos de sus frentes guerrilleros alianzas militares con las FARC en ciertas regiones y en otras situaciones de tensión; su actividad estaría centrada más que en la actividad militar en ‘conservar sus fuerzas’ y tratar de consolidar su labor política (no hay que olvidar que la decisión fundamental del último pleno del ELN en el 2004, según lo conocido en pronunciamientos públicos, fue darle cada vez mayor importancia a la actividad política); posee dificultades de financiación pero que no llegan al extremo de comprometer su supervivencia y por lo tanto dispone de posibilidades de iniciativa política en lo referente a posibilidades de negociación (por lo menos en principio en el campo de los acuerdos humanitarios).

Si se comparan estos escenarios con otros análisis (algunos publicados y otros no), el escenario más probable del ELN actual parece ser el tercero, el de estabilidad, y a partir de allí, sería posible esperar nuevas perspectivas con la cooperación de terceros (especialmente aquellos que han acompañado los acercamientos con esta organización guerrillera o eventualmente nuevos actores) que ayuden a recomponer, por lo menos parcialmente, lo que parece estar más deteriorado, la confianza mutua entre Gobierno y ELN. De esta manera se podría retomar el hilo de los acercamientos a que se había llegado entre las partes, tratando de aprovechar lo avanzado y manteniendo la disposición a flexibilizar sus posiciones, como lo han hecho en el pasado.

El Presidente Uribe, aprovechando la entrega de los ex guerrilleros del ELN, volvió a formularle a esta organización una propuesta de negociación, aunque habría que señalar que el escenario no era el más propicio y a veces una buena iniciativa se puede desdibujar por el escenario o el momento en que se plantea. En esencia propone retomar los contactos que se habían roto, pues “estuvimos muy cerca de iniciar ese proceso de paz”. Añade que el ELN podría escoger un acompañamiento internacional y/o nacional que sirviera como garante de ese proceso, “que llamen a quien quieran de la comunidad internacional o de la comunidad nacional para que garantice la seriedad de ese proceso”.

Sin embargo, es fundamental considerar el contexto en el cual se darían los posibles nuevos acercamientos y cómo pueden incidir estos para estimar si tienen posibilidad de concreción o por el contrario se trata de iniciativas que pueden caer en el vacío por no contar con sustento en la realidad.

Dentro del contexto, debemos mencionar varios elementos que seguramente influyen en las decisiones del gobierno y del ELN:

1) La ofensiva militar del gobierno, expresada en el Plan Patriota, si bien ha tenido éxitos militares, igualmente está llegando a sus límites y cuenta con dificultades de sostenibilidad política, fiscal y militar;

2) No parece posible que haya nada serio con esta guerrilla antes de que concluya el proceso con las autodefensas o paramilitares, por cuanto el ELN no aceptaría que se compare su proceso de conversaciones con el que se adelanta en Santafé de Ralito. Ahí la tendencia a la simetría en el tratamiento de los dos casos es algo que puede ser sumamente negativo. En ese sentido, podría decirse que una aceleración del proceso con los paramilitares abre una posibilidad de un eventual acercamiento con esta guerrilla;

3) La mediación mexicana permitió avances importantes, pero sin duda ya cumplió su papel y hay que pensar en otros actores, lo cual parece ser aceptado ya por las dos partes de manera implícita;

4) El Grupo de Países Amigos y en especial Cuba siguen siendo muy importantes para el ELN en estos acercamientos y es altamente probable que sigan jugando un papel determinante en futuros acercamientos con el gobierno;

5) El contexto en la región latinoamericana, con crecientes gobiernos que podríamos ubicar como de centro-izquierda, no son favorable a apoyar medidas de fuerza para la solución de este tipo de conflicto y por el contrario podrían participar en procesos de negociaciones con algún tipo de rol;

6) El fallo sobre la reelección presidencial puede ser un factor que esté incidiendo en las dos partes: el gobierno esperando a tener certeza de la posibilidad de una prórroga del mandato y el ELN igualmente valorando si se estaría ante la evidencia de un nuevo período del actual Presidente o debe prepararse para tratar con otro Presidente.

Hay que recordar que normalmente, en los acercamientos con una guerrilla, no se pueden esperar certezas totales acerca del resultado de los mismos, pero si del lado de los gobiernos se tiene una mirada de mediano plazo, sería posible ir construyendo niveles de confianza y avanzando progresivamente en la dirección de la paz negociada. No hay que olvidar que en el discurso del ELN el concepto de ‘acuerdos humanitarios’ puede ser referido a hechos puntuales (un desminado, desvinculación de niños, por ejemplo) o puede implicar aspectos que se terminan pareciendo a lo que del lado del Estado se denomina un cese de hostilidades y ésta concepción ampliada de los ‘acuerdos humanitarios’ podría ser una puerta de entrada sólida a un proceso de negociación con esta organización guerrillera, siempre y cuando del lado del gobierno se entienda que no se puede pensar un proceso de paz negociada, sin negociar nada. Es decir, que a una negociación política con la guerrilla se debe ir con la decisión de introducir reformas que sean producto de la misma.

No sería descartable, en lo que resta del actual gobierno nuevos, que se den nuevos esfuerzos de acercamientos entre gobierno y ELN, acercamientos que eventualmente pudieran abrir posibilidades más sólidas de avanzar en la consolidación de una salida política negociada.