El Presidente se pronunciará de nuevo sobre Irak. Está obligado a hacerlo. El problema del discurso del martes no reside en que no haya convencido a sus oponentes, ningún discurso hubiese podido hacerlo; el problema es que no tranquilizó a sus preocupados seguidores.
Los que apoyan al Presidente no necesitan saber hasta qué punto es importante esa guerra, pero se preocupan por las noticias terribles que llegan de ese país. El presidente nos dice que hay progresos en Irak, pero hubiera sido más convincente si hubiese dado ejemplos concretos de progreso. Hubiese podido citar el arresto de tres importantes dirigentes de la insurrección, la requisa de escondites de armas, el hallazgo de cámaras de tortura de la insurrección, la liberación del rehén australiano Douglas Wood, etc. Los norteamericanos quieren oír hablar de un plan de victoria. El entrenamiento de las fuerzas iraquíes por los Estados Unidos es algo bueno, pero no es suficiente. Tenemos que entablar una gran guerra antiterrorista contra un amplio movimiento apoyado por Siria e Irán. El 20 de septiembre de 2001, George W. Bush declaró que todo gobierno que apoyase el terrorismo sería considerado como un régimen hostil. ¿Se ha abandonado esa política? Si no ha sido así, ¿qué consecuencias deberán enfrentar esos regímenes?
Es posible triunfar en Irak, pero los norteamericanos pierden su optimismo. Quieren hechos y explicaciones.

Fuente
Los Angeles Times (Estados Unidos)

«The Speech I Would Have Written», por David Frum, Los Angeles Times, 3 de julio de 2005.