El 2 de julio de 1966 Francia realiza su primera prueba nuclear atmosférica en la Polinesia Francesa, en el atolón de Mururoa. Anteriormente estas pruebas se realizaban en el Sahara argelino, incluso después de la independencia de Argelia, conforme a una cláusula secreta de los Acuerdos de Evian.
En 2005, una investigación de la revista Damoclès, basándose fundamentalmente en documentos del Ministerio de Defensa francés, demuestra que los índices de radiación observados luego de las detonaciones eran extremadamente elevados y que las autoridades minimizaron el impacto sobre el personal y la población. Por otra parte, y siempre según Damoclès, las anomalías cromosómicas serían tres veces superiores en los pacientes polinesios afectados de cáncer de tiroides que en un grupo de control de pacientes europeos. Por toda respuesta, el Ministerio de Defensa asegura en un comunicado haber «respetado las normas de protección de la época contra la radioactividad».