La derecha venezolana se queja de libertad de prensa, digo de falta de libertad de prensa. Al presidente Chávez lo acusan de (a) promover el chavismo a través de la televisión y la radio estatal; (b) impulsar el proyecto Telesur, una agencia de prensa sudamericana en alianza con otros países del subcontinente; (c) plantear ante el congreso regulaciones para el ejercicio de la libertad de expresión, en un país en el que la televisión privada ha estado comprometida directamente en la organización de un golpe de Estado y en el que hay escritores que abiertamente discuten la conveniencia de eliminar al presidente para alcanzar sus objetivos restauracionistas.
Nótese que los más recalcitrantes opositores del gobierno controlan las poderosas cadenas privada de televisión venezolana, la radio y los principales diarios. Y desde esos espacios han tratado de formar opinión contra el régimen y llamado persistentemente al desacato, especialmente en su interpretación sobre el resultado del referéndum que ganó Chávez, y tuvo que avalar la OEA y la fundación Carter, porque no les quedaba otra, pero que la derecha sigue ganando todas las veces que debe referirse al tema, argumentando que las encuestas de boca de urna les daban la ventaja.
La derecha periodística venezolana que siempre fue maestra de sus pares andinos, repite que en el Perú y países vecinos tenemos la suerte de conservar nuestra libertad de prensa, en el sentido que ellos la entienden: monopolio de una sola posición política, matrimonio de los medios con el poder económico, particularmente el trasnacional, sujeción a los intereses globales de Estados Unidos.
Esa “suerte” es precisamente la que ha permitido que la enorme mayoría de los peruanos no se entere de la visita del presidente Chávez en Lima y las declaraciones que hiciera ante todos los medios de prensa peruanos contra las políticas neoliberales y el modelo capitalista de organización de nuestros países que incrementa la pobreza, la necesidad de una integración energética y petrolera andina y la unidad de nuestros pueblos.
En los exteriores del Grupo 8 de la Fuerza Aérea había unas mil personas con carteles de saludo. Pero las televisoras que filmaron, las radios que tomaron declaraciones y los periódicos que fotografiaron e hicieron preguntas, no informaron nada, ni en directo, ni en indirecto. Apenas un diario de Lima tuvo un recuadro de primera página para dar cuenta del hecho. Para los demás sólo existe la Bozzo, el violador, los accidentes de carretera y el triunfo de Cienciano sobre el Cristal.
Uno no tiene que estar de acuerdo con Hugo Chávez para informar. Pero evidentemente se trata de un hecho importante. Porque cuando el presidente venezolano no está en el Perú se ocupan constantemente de él para denigrarlo. Pero si ahora, teniéndolo al alcance decidieron ignorarlo es, casi con seguridad, porque alguien definió que el tratamiento fuera así.
En el Perú se castiga la concertación de precios, que se presume cuando todos tienden a subir en una proporción casi equivalente. Y últimamente, también, cuando la autoridad política intenta hacerles pactar, para bajar algún producto o servicios sobre encarecido. Es un delito contra la competencia y se supone la libertad del consumidor de escoger.
Pero no hay una defensa equivalente del principio de competencia para la difusión de informaciones. Por ejemplo, en este caso, cuando el silenciamiento intencionado es tan elocuente. Y es tan fácil hacer una llamada desde cierta embajada a todas las redacciones para que eliminen a Chávez o a quién se quiera. Y eso no deja huellas. Salvo el hecho indiscutible: Hugo Chávez nunca llegó al Perú; así lo decretó la prensa peruana.
Tenemos entonces una gran suerte de tener una libertad de prensa, que es la envidia de los venezolanos de derecha, y que consiste en que los medios libertarios pueden negarnos conocer la noticia que a ellos no les conviene. Tal vez este haya sido un presente para los amigos de Venevisión, Globovisión, la SIP, y otros. Y ellos que se consideraban sin suerte, han tenido quién les haga el trabajo en Lima.
Con la llegada de otros presidente, seguramente empezará a existir la reunión andina para la que vino Chávez, que a partir del día siguiente a su llegada es el presidente de la CAN, cargo que ejerció Toledo sin ningún resultado positivo. También los medios han ignorado, de paso, en medio de su silencio concertado, a la propia Comunidad Andina, al Canciller Rodríguez, al embajador Wagner secretario general de la CAN, entre otros, porque la prioridad era eliminar mediáticamente a Hugo Chávez. Y poco importa cuántos más desaparezcan en la película cortada.
Seguro que es este poder el que añoran los momios venezolanos. No porque no tengan medios propios, sino porque no tienen el control pleno de la prensa para decidir como son las cosas y quienes existen y quienes no. Y por eso lloran de lo oprimidos que están.
Colombia
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