¡Como si fuera poca cosa que el país le considere como una rémora insalvable, rica en estulticia y vanidosa en su ineficacia, el Congreso quiere ahora modificar un artículo de su Reglamento, el 93, para que los legiferantes voten en los plenos y cuando los recesos. ¿Cómo así? ¡Como lo lee! ¡Y no es poca cosa lo que pretenden estos monigotes porque se trata de la elección de altos funcionarios, por cédulas o votación secreta! Entonces, podrían sufragar desde los baños turcos y casas de masaje a que suelen acudir, desde sus camas a horas insólitas y desde el transfuguismo hogareño a que son tan aficionados porque no van a las sesiones. ¡Qué tales estúpidos!

El precedente nefasto se dio hace poquísimos días. El presidente del Congreso, Antero Flores Aráoz puso, él personalmente se jugó con todo y nadie sabe con qué clase de motivaciones, en la agenda la ratificación del Defensor del Pueblo. Como se recuerda, hasta en tres oportunidades anteriores, se le ha dicho NO a Walter Albán que no cesa en su indecoroso afán de garrapatismo en esa entidad. Entonces, la urna de votación estuvo dispuesta para que los parlamentarios la usaran todo el día. A pesar de ello, Albán no consiguió los 81 votos. ¡Pero igual se quedó en el puesto el indigno éste!

¿Para qué paga el país a los parlamentarios? ¡Para que vayan al Congreso a ¡discutir sería una exageración! y hagan, por lo menos, acto de presencia! No se puede improvisar lo que a ojos vista es una incapacidad congénita, una bestialidad aprendida en duros años de torpeza consuetudinaria y aunque disguste a millones, este Parlamento es el que tenemos. Hay excepciones que no llegan a la docena, pero el resto ¡sí que merece ser flagelado y paseado en burros por todas las calles de Lima!

¿Cómo pueden pretender votar por altos funcionarios, desde lejos, sin la presencia física, sin el compromiso, por lo menos aparente, de estar donde se deciden muchas barbaridades y, de cuando en vez, algo acertado, modificando su Reglamento? Entonces no sería descabellado tener un Parlamento virtual y que todo se haga por la computadora. ¡Ah, eso sí, la cobranza de fin de mes es personalísima y así lo atestiguan las largas colas de queridas, primos, primas, amigotes, amantes, parientes y ganapanes que están en lista de espera!

La prensa, por lo menos si se tiene un mínimo de respeto, debería averiguar quién es el fautor de esta demostración mentecata y sinverguenza y denunciarle sin perjuicio de apostrofarlo como merece: ¡miserable!

Dar la cara, que no el intelecto del que carecen en grado sumo, estar presentes cuando las papas queman y verificar la situación en el mínimo -¡para felicidad del país!- tiempo que les queda, es deber ineludible de los congresistas. Y la población debe estar atenta a esta clase de contrabandos que sólo busca tirar la piedra y esconder la mano, como fue con el tema del Defensor del Pueblo, garrapata que no tiene ninguna clase de escrúpulos porque su presencia malogra la imagen, ya muy alicaída, de una institución que merece destinos y conductores muy superiores.

¡Atentos a la historia; las tribunas aplauden lo que suena bien!

¡Ataquemos al poder; el gobierno lo tiene cualquiera!

¡Hay que romper el pacto infame y tácito de hablar a media voz!