El panorama es claro:
los pueblos claman por cambios.

Por: Ramiro Vinueza.
Director Periódico Opción/Ecuador

Con la energía y la vitalidad de su juventud, con las capacidades plenas de un comunicador multifacético y por su gran compromiso con las causas de los pueblos, nuestro compañero Fernando Oña Pardo fue delegado por OPCIÓN a participar en la Universidad Internacional de la Salud de los Pueblos (IPHU, siglas en inglés) junto a cerca de 50 estudiantes del Ecuador y del mundo, en la que se desarrollaron diversos temas que tienen relación con la salud de los pueblos.

 En la Universidad Internacional de la Salud de los Pueblos, IPHU, existió la participación de jóvenes de diversos países del mundo, ¿cuáles fueron las barreras más importantes que encontraste para establecer relación con los demás compañeros de curso?
 Sin duda, la barrera más difícil fue el idioma. Asistieron a la IPHU alrededor de 50 estudiantes, provenientes de 20 países del mundo (India, Australia, Francia, Irak, Mozambique, Canadá, Nicaragua, El Salvador, México...) El idioma en común fue el inglés, y el que no lo dominaba era prácticamente un analfabeto; esa era la realidad, especialmente en las relaciones interpersonales. En lo referente a las conferencias, cuatro diarias, el idioma no era un problema, pues existían traducciones en inglés y español en forma simultánea.
Sin embargo, con el transcurrir del tiempo, las relaciones interpersonales eran más intensas: las necesidades de compartir experiencias eran imperiosas, entonces, para los analfabetos idiomáticos, bastaba una palabra suelta en inglés, para formar toda una discusión gestual que, crean o no, era entendida por todos.

 ¿Quiénes conformaron la delegación ecuatoriana?
 Aproximadamente quince personas conformamos la delegación del Ecuador, y en realidad hubo de todo: médicos, dirigentes campesinos, líderes de comunidades indígenas, trabajadores de la salud, representantes de organizaciones sociales y periodistas alternativos de todos los rincones del país. A pesar de la diversidad de oficios, todos teníamos algo en común en la IPHU: nuestra posición de rechazo total ante las políticas imperialistas, entre ellas, el neoliberalismo y todo lo que esta corriente económica e ideológica representa.

 ¿Esta posición era compartida por todas las delegaciones?
 Por la mayoría. Aquellos delegados de los países más necesitados, como los sudamericanos, los centroamericanos, los africanos, los del sur asiático y las poblaciones aborígenes australianas, mantenían una posición antiimperialista férrea y de defensa de políticas soberanas, democráticas y patrióticas. Los representantes de las naciones europeas sostenían corrientes socialdemócratas al respecto. El panorama era claro, los pueblos más humildes clamaban por un cambio social inmediato; los países “desarrollados” abogaban por reformas populares en el sistema establecido. La calidad de vida primaba en este sentido.

 Sin embargo existían posiciones comunes, ¿o no?
 Todos los estudiantes presentes coincidíamos en que la salud de la inmensa mayoría de los pueblos del mundo está deteriorada, y que hay que hacer algo para mejorarla. En ‘este hacer algo’ consistía la diferencia. Los más radicales abogábamos por la instauración de un nuevo sistema económico, social y político, en el cual la justicia, la equidad y la democracia sean valores imprescindibles; los defensores del sistema establecido pensaban que con reformas sociales a las instituciones vigentes se podían alcanzar mejoras sustanciales. Aquí me viene a la mente un pensamiento: “¿por qué podar las hojas dañadas del árbol podrido, si podemos tumbarlo y sembrar otro, más sano y más firme?”

 De las conferencias escuchadas, ¿cuáles resultaron más interesantes para la lucha de los pueblos latinoamericanos?
 Definitivamente, las relacionadas con el tema de Comercio y Salud. En la lógica del sistema capitalista, la Salud no es considerada como un derecho humano fundamental, sino como una mercancía sujeta a las leyes de la oferta y de la demanda, es decir, del vil negocio. La vida, en esta concepción mercantilista, no tiene la menor importancia, a no ser, de la que pueda generar económicamente (en medicamentos) para mantenerla.
Otra temática que hizo reflexionar a los asistentes a la IPHU fue la relacionada con las medicinas tradicionales ancestrales: esta merece respeto, pues a diferencia de la ‘medicina occidental’, la ‘científica’, que tiene aproximadamente 400 años de ser aplicada, la tradicional tiene más de cinco mil años de ser utilizada y con resultados satisfactorios. Basta recordar que cada medicamento ‘científicamente comprobado’, no es más que una alquimia de diversos elementos de la naturaleza, presentes desde millones de años en la Tierra, y utilizados originariamente por las culturas del mundo.

 Dentro de la IPHU tenían que realizar trabajos en grupos con el fin de presentar un proyecto aplicable en dos años; ¿cuál fue el tuyo?
 En total se presentaron seis proyectos. El 90% de ellos tenían relación con la formación de activistas de la salud en distintos rincones del planeta. En nuestro caso, casi la mitad de la delegación ecuatoriana se juntó con los delegados centroamericanos (de El Salvador y Nicaragua) para impulsar un Proyecto de Educación Popular, que tiene el siguiente objetivo fundamental: “Generar un modelo participativo desde la comunidad, en la formación de líderes y liderezas en salud, basado en valores humanistas como la solidaridad, el derecho humano a la salud y el respeto a la cultura y soberanía de los pueblos”. Los indicadores de este proyecto son formar 10 redes nacionales en Centroamérica, República Dominicana y Ecuador (en nuestro país el programa se aplicará en la provincia de Chimborazo, por considerarla una zona de alta concentración de pobreza).

 En lo profesional y lo personal, ¿que te dejó la experiencia de la IPHU y la cobertura de la Asamblea Mundial de la Salud de los Pueblos?
 En primer lugar quiero agradecer el esfuerzo realizado por mi periódico, en especial a Ramiro Vinueza, mi director, por aupiciar mi participación en la IPHU. La experiencia personal fue muy positiva: el saber que distintos pueblos del mundo sienten y padecen las mismas necesidades que nosotros; que luchan por los mismos anhelos de justicia y transformación social, me hizo sentir que no estamos aislados en esta esperanza de revolucionar el mundo y nuestras vidas... Sentí que la mayoría de la humanidad está de acuerdo en derribar las columnas de este sistema capitalista e instaurar otras bases, cimentadas en la solidaridad y la equidad.
En lo profesional también me voy satisfecho de mí y de todo el equipo de reporteros voluntarios que capacitamos para este fin... Me voy con el corazón rebosante de alegría al saber que la comunicación alternativa jugó un papel primordial para difundir un evento de trascendencia mundial que busca beneficiar a las personas más necesitadas. El trabajar con una línea editorial definida, que no se sustenta en principios alienables como la independencia y la imparcialidad, sino en la verdad de los pueblos del Ecuador y del mundo, nos da el respaldo para trabajar siempre con la frente en alto y con la justicia de nuestro lado.
Después de Cuenca vuelvo a Quito, a mi OPCIÓN del alma, con nuevas energías, con nuevas propuestas de inclusión social a sectores que, tal vez, por nuestras limitaciones físicas no llegamos, pero que anhelan conocer una prensa diferente, que no está sujeta a las amarras del poder, sino a la necesidad de los más pobres y necesitados del Ecuador.