Se sabe que el gobierno de Álvaro Uribe Vélez ha intentado en diversas oportunidades la apertura de un dialogo con el ELN. Se sabe que el ELN también ha buscado estas conversaciones varias veces. La oportunidad en que más se avanzó en el establecimiento de un diálogo formal fue hace poco, cuando el Presidente Uribe, bajo el influjo de Gabriel García Márquez, propuso que México sirviera de mediador y se iniciaron unos contactos que el ELN suspendió porque se sentía muy incómodo con la facilitación mejicana.

Pero también sabemos que no es fácil para esta guerrilla decidir un acercamiento con un gobierno al que califica de amparar una legalización de los paramilitares mientras esgrime una actitud guerrerista frente a la insurgencia; y no es fácil para un presidente Uribe hacer una propuesta audaz de negociación cuando lo que ha ofrecido reiteradamente es una derrota de la insurgencia.

Se buscan porque se necesitan. En el caso del ELN, porque es muy importante para esta organización tener escenarios políticos. Desde hace varios años este grupo pone el esfuerzo principal en lo político y no en lo militar. Quiere tener espacios de interlocución con la sociedad colombiana y con la comunidad internacional y entiende que sólo en medio de un proceso de paz puede desarrollar este acercamiento. En el caso del gobierno, porque le urge legitimar la negociación con los paramilitares y mostrarle al mundo que tiene una visión de reconciliación con todos los actores armados. El gobierno mide los momentos con el ELN. Cuando necesita proyectar una imagen internacional o nacional más abierta, cuando necesita una mayor legitimación de sus iniciativas de negociación con las Autodefensas Unidas de Colombia, ofrece espacio al ELN y oye algunas de sus exigencias, en otros momentos se desentiende de estos acercamientos.

En esa ambigüedad se mueven las dos partes. No les atrae mucho empezar a conversar pero necesitan hacerlo. Entonces se han puesto siempre complicadas condiciones para iniciar el diálogo. Al principio el gobierno exigía un cese unilateral del fuego y la liberación de todos los secuestrados. Decía además que no despejaría ninguna zona. El ELN en cambio pedía una tregua minuciosamente acordada con el gobierno; una veeduría y acompañamiento internacional masivo para esa tregua; una financiación de sus combatientes durante el tiempo que dure el cese de hostilidades; la realización de la Convención Nacional y un espacio para participar en la coyuntura electoral.

Son estas las condiciones las que han determinado los avances y retrocesos en los acercamientos. Se da a veces un paso hacia delante. Alguno de los dos disminuye las pretensiones y entonces el optimismo despierta. Luego viene un paso hacia atrás y el pesimismo vuelve a surgir. Los comunicados no son nunca tajantes, siempre tienen puntos ambiguos, nunca cierran la puerta de las posibilidades, siempre dejan una ventana abierta, aunque se preocupan por dejar claro que es muy difícil entrar en un proceso de paz.

Ahora volvió a surgir un poco de optimismo. Porque el presidente Uribe, que ha recibido muchas críticas por la ley de Justicia y paz orientada a la desmovilización de los paramilitares, quiere equilibrar un poco las cargas buscando un diálogo con esta organización insurgente. Porque él ve que la campaña electoral que está arrancando exige mostrar caminos de reconciliación. Por eso ofreció al ELN algunas garantías que coinciden en parte con las exigencias que había hecho este grupo. Habló de la tregua reciproca, de posibilitar la facilitación de varios países, de buscar financiación para el cese de hostilidades.

El ELN ha vuelto a desarrollar contactos y a enviar mensajes. La comisión de facilitación ha regresado a la cárcel de Itaguí a conversar con Francisco Galán, comisionado de la guerrilla. Discretamente se desarrollan intercambios al interior y al exterior del país. Los países amigos comienzan también a moverse.

Algunos analistas aseguran que esto son apenas amagos que no llevarán a ningún lado. Que es prácticamente imposible que en medio de la campaña electoral y sin un desenlace final del proceso con los paramilitares, se geste un proceso serio de paz. Que, además, sin la participación de las FARC es muy difícil concretar algo con el ELN.

Pero en Europa hay algunas señales que pueden incidir en el país. Tanto la organización nacionalista vasca ETA como guerrilla irlandesa IRA están acercándose a un final de la guerra. Y en el país empiezan a surgir dudas sobre la capacidad del Estado para producir una derrota de las guerrillas y se empiezan a oír de nuevo las voces que piden negociación. También diversas organizaciones de izquierda civilista que están conquistando importantes espacios de gobernabilidad le piden al ELN que se decida a la paz, para reforzar la actividad política de cara a las próximas elecciones.

Quizá estos factores puedan influir en un cambio de la situación. Quizá puedan romper el lento y dubitativo acercamiento del ELN a las negociaciones de paz.