Rusia se ha convencido que favoreciendo a sus vecinos suministrándoles gas a precios preferenciales (en comparación con Europa), no percibe ningunos dividendos políticos y sólo sufre pérdidas económicas.

Así las cosas, la parte rusa en persona del consorcio «Gasprom» ha anunciado que los países miembros de la Comunidad de Estados Independientes (CEI) muy pronto pagarán el gas al mismo precio que lo paga Europa. Antes, sólo las ambiciones integracionistas de los dirigentes rusos impedían introducir los precios mundiales. Ahora, la única pega es la solvencia de los compradores, pero sea como sea, los suministros del gas ruso no tienen alternativa.

Vale observar que este nuevo trato en materia de gas lo había sugerido Ucrania después de su «Revolución Anaranjada». Pero muy pronto las nuevas «relaciones gaseras» se vieron afectadas por un escándalo: de los depósitos ucranianos habían «desaparecido» 7,8 mil millones de metros cúbicos de gas ruso. «Gasprom» sabía que en otros tiempos Ucrania también se permitía tales «sustracciones», pero esta vez ya no lo admitiría.

Es por eso que aceptó con entusiasmo pagar en efectivo el tránsito del gas ruso por el territorio ucraniano. En cuanto a los precios mundiales del gas -160 dólares por mil metros cúbicos- han dejado pasmados a la parte ucraniana. Alexei Ivchenko, viceministro ucraniano de Energía y presidente de la compañía «Naftogas», comunicó que aceptaría pagar 60 dólares. Como una opción, Ucrania estaría dispuesta a devolver el gas en un plazo de cuatro años.

Al fin y al cabo, «Gasprom» decidió contar el gas desaparecido como pago por el tránsito a Europa. Actualmente Ucrania recibe 23 mil millones de metros cúbicos de gas y en este caso sólo recibiría 15,2 mil millones. Indignado, Kíev se lanzó al ataque.

«Si ’Gasprom’ propone esa variante, nosotros proponemos otra: considerar ese gas como ya exportado a través del territorio ucraniano a Europa», declaró el viceministro ucraniano de Energía. La amenaza oculta en aquella declaración la desveló el diputado del parlamento de Ucrania, Gudyma: «Si ’Gasprom’ no suministra 7,8 mil millones de metros cúbicos de gas, podremos sustraerlo en cualquier momento y en cantidad que haga falta ya que el gas pasa por el territorio ucraniano».

Tales «hábitos» de Kíev ya han provocado otro conflicto, esta vez con Turkmenia. El presidente de esa república centroasiática, Saparmurat Niyazov, ha exigido que a partir del próximo año Ucrania pague los suministros del gas turkmeno en efectivo, y «tachó de estafa poco vista» aquella práctica de pagos.

«Nos quieren vender gato por liebre pero no lo conseguirán, y si no tienen mercancías con que pagar, pues que no firmen contratos mercantiles», comentó Niyazov la conferencia telefónica que había mantenido con su homólogo de Ucrania, Victor Yuschenko. En la hoja de prensa difundida por el Ministerio de Asuntos Exteriores de Turkmenia se había explicado que se trataba de pagos con mercancías por los suministros del gas turkmeno.

Se supo que para pagarlos, la parte ucraniana enviaba mercancías aplicándoles un coeficiente especial que hacía subir el precio de esas mercancías. Como resultado, las autoridades turkmenas han calculado que no se les ha pagado casi 600 millones de dólares.

Así, por el gas suministrado en 2004, Turkmenia no ha recibido mercancías por 61,7 millones de dólares. Tan sólo en los primeros cinco meses del año en curso, Ucrania ha contraído una deuda por casi 500 millones de dólares. Kíev no ha podido justificarse ni rechazar las acusaciones del mandatario turkmeno.

Para el colmo, existe una tercera parte, que tampoco se siente entusiasmada por las peripecias de la política energética ucraniana. Se trata de la Unión Europea. Rusia ha asumido una gran parte de la responsabilidad por la seguridad energética del continente. Si profundizar en el aspecto histórico, vale recordar que la infraestructura soviética de exportación de recursos energéticos, cuyo principal tramo de tránsito era Ucrania, había estado orientada casi exclusivamente a Europa.

Incluso hoy, las ventas del gas a los consumidores europeos dependen un 80% de Ucrania, y no es casual que uno de los principales temas abordados por el presidente Vladimir Putin durante su visita a Kíev, a mediados de abril pasado, había sido el transporte del gas ruso a Europa. La frase emblemática del mandatario ruso de que «necesitamos estar seguros que el tránsito del gas ruso a Europa funciona como un reloj», había resonado como una evidente advertencia.

Tomando en cuenta que Putin se había entrevistado en la víspera con los líderes de los principales Estados europeos, había sido una advertencia no sólo por parte de Rusia, sino también por parte de Europa, sumamente interesada en suministros estables de gas.

El presidente de Ucrania, Victor Yuschenko, ha elegido el ingreso en la Unión Europea y en la Organización Mundial del Comercio (OMC) como derrotero principal del desarrollo del país, y por ello había confirmado la continuidad de su política de «aprovechamiento estratégico de las excepcionales posibilidades de tránsito de gas». Hasta llegó a declarar que respaldaría cualquier acuerdo que refrendaba la función estratégica de Ucrania como país que garantizaba el tránsito del gas ruso a Europa.

Lamentablemente, la práctica real de los dirigentes ucranianos contradice sus declaraciones. Es absolutamente evidente que el robo del gas en modo alguno figura en el reglamento de la UE ni responde a las normas comerciales de la OMC.

Tal actitud de las autoridades ucranianas, que intentan demostrar (por lo visto, a sí mismos) la independencia energética de Ucrania, amenaza con acarrear múltiples problemas al país y agravar las relaciones con los principales socios comerciales y políticos. Es indudable que Ucrania no resistirá una «guerra» de gas a tres frentes.

Fuente
RIA Novosti (Rusia)

Ria Novosti 11 julio 2005