Foto, Carlos Rivodó, Cazabe

Ellos miraron lo lindo y lo feo como se hace en todas partes del mundo. Nadie me va a decir que la carretera que conduce al tropical pueblito de estilo alemán del estado Aragua es como dar un paseo en coche por los Campos Elíseos, porque realmente es muy deprimente el espectáculo de La Yaguara y el Junquito, atestado de fango basura, promiscuidad y lupanares al borde del camino.

Lo mismo podría decir la entrada a Caracas desde Maiquetía, por Catia. Es algo que te hiela de emoción el corazón de tanta belleza si sabes oler azahar en la basura o descubrir al pintor francés Renoir en el rancherío. Mas o menos esa fue la apreciación de una ítalo norteamericana que en un café de Nueva Jersey me comentó algo parecido y, sobre todo, la deslumbrante impresión que le causó Caracas de noche, ante la vista de ese deslumbrante panal de luciérnagas encendidas en los cerros.

Así es nuestro país urbano. Pienso que nada expresa mejor ese cáncer de promiscuidad y hacinamiento que nos dejó la Democracia. Hablo desde que Wolfgang Larrázabal se encaramó en el poder por unos meses, el 23 de enero de 1958, tras el derrocamiento cívico militar del régimen de Marcos Pérez Jiménez, hasta bien entrada la década de los noventa. Bien pudo evitarse que las urbes se infectaran de bolsones de miseria en el país que es primer productor petrolero del Hemisferio Occidental. No deberíamos tener un déficit de viviendas tan agudo, pero a ningún gobernante realmente le importó, mientras se llenaban las cuentas en dólares en el exterior, alimentadas por la corrupción.

Con el sueldo de un Presidente y aún con una holgada jubilación no se puede ser dueño de un buen trozo de República Dominicana ni vivir como un adinerado sultán en Costa Rica; tampoco con el de un ministro o tecnócrata en la llamada "Westonzuela" del estado de Florida, para no hablar de pisitos en Madrid o París. Mientras tanto, allí está la pobreza, mostrándose en sus vitrinas de los cerros de Caracas; la pobreza bordeando esa maravilla arquitectónica inconclusa en su proyección original, que se llama el Helicoide.

A veces, muchísimas, uno sueña y se imagina un cerro de Caracas en Petare o en La Vega, humanizado con la mayoría de sus casitas actuales remozadas, pintadas; con espacios arborizados, con jardines y fuentes, lugares para la educación y el deporte, con todos los vecinos organizados y participando en la preservación y defensa de su habitat y además con posadas para turistas, merenderos.

Es un sueño posible: nuestros cerros transformados en verdaderas islas griegas. Podría comenzarse un trabajo piloto, a lo mejor resulta y además económicamente rentable; todo eso mientras continúa el combate a la pobreza con educación, salud, cooperativas, microempresas y ¡Ojalá! La nuestra se convirtiera en una tierra sembrada de talleres productivos ¿Acaso eso no fue lo que levantó a Italia de las ruinas, tras la Segunda Guerra Mundial?

A lo mejor gente como Fruto Vivas tiene la solución, aunque se fuera a bolina, por las urgencias que imponen las prioridades, el proyecto de parque de La Carlota. En fin, la cuestión es comenzar, pero de una buena vez para decir como el poeta: "Hay que andar". Allí están las juntas parroquiales, de vecinos, mecanismos de participación que debieran activarse al máximo. La gente tiene la solución: la experiencia de la micro brigada en Cuba, para resolver el problema de la vivienda es aleccionadora ¡Un movimiento de construcción, que a su vez sea una escuela de formación de artesanos! Eso sería, a su vez, un imán para estimular el turismo social.

Yo le decía a los amigos dominicanos, cuando andábamos por Sabana Grande, que hay muchas buenas experiencias dispersas en nuestra geografía y habría que juntarlas. Basta mencionar el Proyecto Catuche, que literalmente saneó un importante trozo de nuestra capital. Un General que hoy es el Comandante General del Ejército, Raúl Isaías Baduel, me dijo: "Yo quiero un país tan bello y ordenado como la Universidad "Simón Bolívar". A propósito allí podríamos tener un foco turístico importante, igual que ese Patrimonio Cultural de la Humanidad, que es la Ciudad Universitaria.

Es maravillosa la experiencia dominicana del Casco Histórico de la capital de esa pequeña y pobre república insular del Caribe o la remodelación del casco histórico de La Habana, para no citar a la perla atlántica que es Cartagena de Indias. Son hervideros de turistas ¿Por qué no hacemos nosotros lo mismo? Llegó la hora de revaluarnos de verdad, tenemos con qué.

Me llené de muchas reflexiones, mientras mis amigos dominicanos iban al interior del país. Cuando regresaron a Caracas y los llevé al aeropuerto me dijeron: "Si es por lo que publican en mi país sobre Venezuela, no hubiéramos venido aquí. Nos vamos con una visión diferente. La pasamos muy bien y la puerta para hacer buenos negocios está abierta, definitivamente Venezuela no es Haití como nos hacen ver todos los días"

Abordaron el avión y se marcharon y yo me dije: "voy escribir sobre la otra devaluación, la que nos auto imponemos todos los días. ¿Por qué no decir como nuestros vecinos del sur? Ellos proclaman: "Brasil es lo mejor del mundo" y tienen más de 60 millones de pobres y algunos cerros reventados de "favelas". Pero vamos un poco más cerca, nuestros vecinos occidentales gritan: "Viva Colombia" aunque se estén desangrando por la guerrilla, los paramilitares y los carteles de la droga.

Aquí apenas hay una canción de "Un solo pueblo", otra que es un verdadero himno donde el hombre dice que si naufraga y muere quiere que lo entierren en Venezuela o alguna que otra bandera, pero no sé, siento como si fueran consignas, modas, pegadas con plastilina en un país como el nuestro donde, hasta hace muy poco, escuchar música criolla era un acto casi clandestino. ¡Qué diferencia con el merengue retumbando, desde siempre, sabroso en Santo Domingo; la samba en Brasil, el vallenato en Colombia y la ranchera en México! Eso no está agarrado con alfileres, eso lo llevan en el alma.

Nuestra moneda vale cada vez menos frente al dólar. Subvaluada está nuestra capacidad productiva y la protesta por cualquier cosa encuentra abundantes insumos humanos en la calle atestada de gente ociosa que no tiene trabajo, le disgusta trabajar o sobrevive del rebusque urbano. La mayoría, por que no se puede ser absoluto, tiene los tres golpes asegurados en casa.

Hay un alto desempleo -es cierto- la buhonería es un drenaje social necesario que no se resuelve con represión, si no con fuentes de trabajo formal estable, incluyendo el desahogo demográfico urbano hacia las vastedades fértiles de nuestro país improductivas. Pero se requiere una política integral: empleo urbano para producir bienes y servicios; tierra para sembrar con dotación de maquinaria, fertilizantes, semillas seleccionadas, atención agronómica y, en ambos casos para la ciudad y el campo: educación, salud y recreación por que la alimentación viene a través de la vía del trabajo.

¡Ingente objetivo! ¿Cierto? Pero la cuestión es tan simple como comenzar: que cada Junta Parroquial, cada municipio, cada Gobernación trabaje en la línea del desarrollo social y económico, comenzando, por ejemplo, con cosas tan simples como educar a los niños en todas las escuela en las bondades de la naturaleza y en la necesidad de preservarla ¿Por qué vía? Enseñándolos a sembrar. Imagínense: cada niño plantando un arbolito y asumiéndolo como suyo para cuidarlo.

Yo me acuerdo cuando niño, en mi escuela urbana de Maracay había un "Club agrícola", teníamos nuestro huerto y un técnico agrónomo nos enseñaba a sembrar y cultivar ¡Eso se acabó! como fue extirpada la educación cívica donde aprendíamos a decir: "¡Buenos días!" y les puedo jurar, hasta nos enseñaban a ser honrados. La escuela debiera ser el templo más hermoso de la Patria. Eso se puede lograr con participación, poniendo a trabajar por ese templo a los consejos de padres y representantes o como se les llame. Si uno, dos o tres papás son plomeros ¿Por qué tiene que haber bote de agua en la escuela? Si otros saben manejar la brocha, arreglar pupitres, repellar paredes ¿Por qué tiene que estar el mobiliario roto y la escuela sucia y deteriorada?

Es bien bueno ¡El Estado provee y la escuela es asunto de él! Por ese camino hasta los dolores de parto de la comadre es asunto del Estado. Admitamos que el Estado es un papá, pero es un mal papá, bien por desidia, por que hay manos avaras tratando de agarrar lo que no es suyo o por que la piñata está cada vez más menguada. Si esto es así ¿Por qué no asumir que el estado somos todos y ocuparnos de construir el país ¡Nuestra propia casa bonita que en definitiva es Venezuela!? Si botamos el pesimismo y esa atosigante enfermedad de quejarnos por todo, tendremos cada vez menos tiempo de ocuparnos de si el hombre de Miraflores bosteza o deja de bostezar.
En verdad, hay estrés colectivo, los fármacos para los hipertensos se están vendiendo más y no sería ni malo ver cómo andan las estadísticas de infarto.

¿Qué no nos preocupemos por lo que pasa con el Gobierno y en el Gobierno? ¡Claro que sí!, pero, ocupémonos un poco de las cosas pequeñas que nos rodean. No olvidemos que las pequeñas cosas engendran las grandes cosas. Creo que comprender eso, es una buena receta para combatir nuestra verdadera devaluación. Por suerte, hay un país que está naciendo, donde antes imperó el olvido.