¡No sólo son anti-cholos, es decir profundamente racistas y por ello anti-cristianos, los de la Sociedad Nacional de Minería y Petróleo, esos que piden cada 15 minutos bala, palo y violencia contra los trabajadores mineros, sino que también acaban de dar una muestra de mediocridad impresionante, cucufatería ridícula y capacidad de ser unos bufones sin remedio, incurables e impenitentes: ¡van a quejarse “formalmente” ante el Vaticano y su papa, el ex nazi Benedicto! ¿Es esa la forma de contribuir a la solución de los grandes problemas que hay en los asentamientos mineros? Todo indica que no.

Esta vez, de repente cansado, Carlos del Solar, el empleadito lenguaraz de Hunt Oil, de tanta exposición mediática, no apareció para anunciar tan sacrosanta como estratégica medida ante el país. Ha sido Oscar González Rocha, el vicepresidente de la SNMPE, quien tuvo a su cargo la payasada acontecida. ¿Conseguirán la excomulgación masiva de los trabajadores mineros? ¡Uy Dios, qué miedo!

Para la SNMPE, que asesora con su viva inteligencia represora a la Agencia Peruana de Cooperación Internacional APCI, lo fundamental de su trabajo, estriba en que a los peruanos que trabajan en sus minas, hay que darles palizas, meterles bala, escarmentarlos duro y hacerles entender que las empresas mineras les hacen un favor. Porque sin ellas, no “hay inversión” y que tampoco “hay trabajo”. Si las mineras vienen al Perú es porque la inercia económica les impele a invertir. Pero, el problema es que las leyes no protegen a los más débiles y sí a muchos tramposos que gozan de contratos-ley, exenciones tributarias y le sacan la vuelta al país de todos los modos imaginables. ¿Cómo así que Antamina se ha ahorrado 140 millones de dólares?

Para los medios de comunicación, y hay algunos más infames que otros, cuanto digan las empresas mineras, que pagan la publicidad y sus sueldos mercenarios, es verdad apodíctica e irrefutable. Que los trabajadores protesten por sus derechos ambientales, que piensen -¡qué horror que la chusma piense! dicen- es sólo y exclusivamente porque hay narcotraficantes, dinosaurios de izquierda o delincuentes. ¡Ni siquiera se les ocurre cavilar que hay justicia y demanda de progreso en los reclamos populares!

La verdad verdadera es, como siempre, que el ¡mineral caro y el cholo barato! Que la gente se muera envenenada por la contaminación que las minas propagan porque no invierten lo indispensable necesario en evitar esta grieta mortal, importa un ardite. ¡Total, el desprecio de estos ricachones por el hombre del interior es proverbial e indisimulable! ¡Todo lo arreglan con fiestas y cuchipanda al por mayor y comprando elementos venales en los campamentos! ¿Qué, o creen que la gente no conoce sus orgiásticas citas en que sobran dólares para la coima y alcohol para el mayor embrutecimiento de muchos brutos congénitos?

Habría que preguntarse si los de la SNMPE se han puesto a pensar en cómo mejor incorporar al trabajador minero en sus proyectos. Pero defendiendo sus vidas y su derecho a tener proyecto y sustento legítimos en igualdad de condiciones que en cualquier país. Sin mezquinarles las medidas medioambientales, sin recortarles los centros asistenciales, sin, por último, hacerles sentirse bestias de carga, porque no son ni costeños, ni castellano-hablantes y a veces, hasta sin instrucción mínima. Son compatriotas respetables, dueños -mucho más propietarios que otros- inconfundibles de una tierra que no merece a empresarios que se comportan como si estuvieran en un país ocupado y castigan a la gente como si fueran enemigos. ¡Esto tiene que cambiar de una buena vez! Y no deben olvidar algunos: quien siembra vientos, cosecha tempestades.

¡Atentos a la historia; las tribunas aplauden lo que suena bien!

¡Ataquemos al poder; el gobierno lo tiene cualquiera!

¡Hay que romper el pacto infame y tácito de hablar a media voz!